El 16 de marzo el Centro Comercial Denbara, en Vitoria, abrió sus puertas como lo haría cualquier otro día, pero esa no iba a ser una jornada habitual. El centro acogía, como ya lo había hecho en años anteriores, su tradicional Jornada de Apicultura.

Todo discurría con aparente normalidad cuando uno de los asistentes, un hombre de 60 años, sufría una parada cardiorrespiratoria. En ese mismo momento alguien en la sala pidió auxilio y la ayuda no tardó ni un minuto en llegar.

"A la media hora de comenzar uno de los espectadores que se encontraba allí se empezó a encontrar indispuesto. Automáticamente le abrimos la camisa, le pusimos los electrodos y ya la máquina es la que hizo el resto de trabajo. Hizo un chequeo, que nos aconsejó darle una descarga. Le volvió el pulso, le volvió la respiración, lo pusimos en posición de seguridad y cuando llegaron los enfermeros se lo llevaron al hospital", cuenta Álvaro González, propietario de la cafetería Dendaraba, ubicada en este centro comercial.

Si no hubiera sido por su valentía, la reanimación no habría tenido éxito y el hombre podría haber muerto allí mismo."Sobretodo te alegras por la persona. No sé si por la mujer que tiene, por los hijos, por los nietos... Ahora puede seguir disfrutando de la vida. Por muy caro que sea un desfibrilador, una vida vale muchísimo más que un aparato de estos", asegura González.