Un cinco estrellas apabullante
El mejor hotel del mundo
Los lectores (y suponemos
huéspedes) de una de las más prestigiosas revistas de viajes internacional han
elegido al hotel Ballyfin como el mejor del mundo. ¿Saben dónde está?

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La pasión ancestral de los
irlandeses por los castillos y mansiones repletos de excitantes y
fanstasmagóricas leyendas es proverbial.
La nobleza de aquella verde isla siempre se ha matado por conseguir uno,
tenerlo en propiedad, y demostrar a los demás su poder, su estatus, su porte. Pues
el mejor hotel del mundo, según miles de visitantes de cientos de
establecimientos de lujo de todo el planeta se encuentra allí, en Irlanda, y en
concreto se llama Ballyfin, una casa palaciega situada a tan solo una hora y
media al norte de Dublín.
El condado de Laois acoge esta mansión palaciega que, como todas las de su especie, alberga una historia intrigante, como debe ser, se llama pedigrí. Se yergue sobre las ruinas de un viejo castillo isabelino que acabó sus días convertido en ruinas, así que sir Charles Henry Coote decidió reconstruirlo en lo que es hoy, una elegante casa palaciega. Se decía entonces que se convirtió en el edificio más grandioso de ese país (y nadie lo duda actualmente). Pero pasó el tiempo, eso que pasa en todas partes, y su esplendor se transformó en un internado, de esos a los que los pudientes envían a sus hijos. Así durante 80 años, hasta que unos adineraros norteamericanos, Fred y Kay Krehbiel, la compraron y, tras ocho años de restauración, la convirtieron en lo que se puede contemplar hoy día, el mejor hotel del mundo.
Y llegó el año 2010 y
Ballyfin llegó a ser hotel, en concreto uno de lujo con 15 habitaciones (acaban
de añadir cinco más): marquetería rehabilitada, frisos y cornisas rehechos, grandes
columnas devueltas a la vida, en fin, un monumento convertido en
establecimiento de cinco estrellas… o más.
Una vez dentro, el huésped se topa con fastuosos espejos dorados, camas de dosel que recuerdan a otras épocas, tejidos de primera gama, sofás y sillones señoriales, una decoración a la vieja usanza pero con un estilo contemporáneo y, por supuesto, un servicio de mayordomos como mandan los cánones en un país como Irlanda: exquisito, delicado, sin abrumar.
Fuera del hotel,
y perteneciente a él, se extiende un paraíso verde de 614 hectáreas de jardines
privados, aislados del mundanal ruido, en los que se puede montar a caballo o
disfrutar de un picnic… servido por un mayordomo del Ballyfin, claro. Esos
jardines son los que llenan, en gran parte, las despensas de su cocina.
Vegetales, hierbas y frutas que luego se pueden degustar en el restaurante,
además de huevos frescos que los huéspedes pueden recoger ellos mismos cada mañana
y luego zampárselos. Ya sabe, si quiere deleitarse con los placeres del mejor
hotel del mundo, Irlanda es su destino. Kim Kardashian y Kanye West lo hicieron
en su luna de miel, ¿por qué usted no?
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