Viajestic » Escapadas

ESCAPADA A FRANCIA

Isla de San Luis, un oasis de calma en el centro de París

A diferencia de su vecina Île de la Cité, mantiene intacto el encanto 'chic' de la capital francesa, con calles de un único sentido, sin metro y apenas dos paradas de autobús.

 

Publicidad

A su paso por París, el río Sena se bifurca hasta tres veces, tantas como islas encuentra en su tranquilo y lento transcurrir por la capital francesa, como si contara los puentes que, a cuál más majestuoso, lo cruzan para comunicar ambas orillas. Una de ellas es artificial. Se trata de la Isla de los Cisnes, creada en 1827 para proteger el puerto de Grenelle. Con 850 metros de largo y apenas 11 de ancho, es conocida por la réplica de la Estatua de la Libertad que fue inaugurada allí el 4 de julio de 1889, casi tres después de que se hiciera lo mismo en las cercanías de Manhattan.

Mucho más grande es la principal de las tres islas: la de La Ciudad o isla del Asentamiento, considerada el antiguo centro de la ciudad de París, en los actuales distritos I y IV y con 22,5 hectáreas. Habitada, por tanto, desde hace siglos, a pesar de ser pantanosa, son sus tres edificios de la época medieval los que la han convertido en el destino predilecto de los miles de turistas que pasean cada día por el centro de la capital. Por un lado, la catedral de Notre Dame; por otro, la Sainte Chapelle y la Conciergerie, también llamado Palais de la Cité y que fue la residencia real del siglo X al XIV, para más tarde pasar a ser una prisión (entre otros, la de María Antonieta en 1793). Además, hay que añadir el Palacio de Justicia, la prefectura de la policía, el Hôtel Dieu (el hospital más antiguo de la ciudad) o el Tribunal de Comercio, entre otros lugares importantes.

Esta isla le roba protagonismo a la tercera y última, especialmente porque se encuentra a su lado, separadas por un pequeño trecho de río. Se trata de la isla de San Luis, bautizada así en el siglo XVIII en honor a Luis IX de Francia y cuyo puente homónimo la conecta con la de la Cité.

Resulta curioso que hasta el siglo XVII se tratara de un terreno agreste, destinado a pasto y almacén de madera, a pesar de encontrarse en el centro de una urbe que ya era importante en aquella época. Eso sí, en aquel siglo se planificó y contruyó por completo, con pequeñas calles y edificios dedicados casi por entero a residencias. Solo una gran iglesia, la de Saint-Louis-en-l’île, rompe el paisaje continuado de viviendas.

Así, para muchos se ha convertido en el rincón más auténtico de la capital porque, a diferencia de otras calles, muchas de ellas solo cuentan con suntuosas residencias y palacetes, sin espacio para albergar tiendas, restaurantes u otros locales. Eso no quiere decir que no los haya. Al contrario, se trata de pequeñas y coquetas boutiques con escaparates muy cuidados en los que destaca el lujo y el encanto francés, que se traslada también a los pequeños restaurantes de la zona.

Llama la atención que la de San Luis es una isla sin parada de Metro, donde todas las calles cuentan con un único sentido de tráfico y en donde apenas hay dos paradas de autobús a lo largo de sus 0,11 kilómetros cuadrados (que alberga, a algo menos de 2.500 personas).

A la hora de dedicarle una mañana o una tarde a recorrer este pequeño rincón, toca hacer parada obligada en lugares como la heladería Berthillon, donde es famoso su helado de chocolate negro, así como el de mango; y que ofrece más de una docena de posibilidades no aptas para dudosos (31, rue St. Louis-en-l’Îlle). Una buena idea es bajar la calle con un cucurucho mientras se disfruta de los escaparates de las jugueterías artesanas, la fábrica de peluches, las pequeñas galerías de arte...

El arte popular lo encontramos en los artistas que muestran sus espectáculos callejeros en el puente que une ambas islas y, si el bolsillo lo permite, no faltarán opciones para degustar la mejor cocina francesa tradicional en las terrazas de los restaurantes de este rincón de la ciudad. Si no, quizás nos baste con una copa de vino en La Cave du Franc Pinot, abierto desde el siglo XVII.

Posibilidades ajustadas a todos los bolsillos a un paso de Notre Dame y que nos permitirá descubrir un París diferente y, sobre todo, auténtico.

 

Más información:

Turismo de París

 

 

Publicidad