CAPITAL CULTURAL EUROPEA 2015
Inmersión cultural en Mons
Esta pequeña ciudad de Valonia está llamada a ser una de las escapadas más interesantes de este verano. A un paso de Bruselas encontramos más de 300 actos culturales programados, un sinfín de eventos que llenan la agenda de que es Capital Europea de la Cultura 2015.
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Cuando se habla de urbes coquetas y con encanto de Bélgica, la fama recae en un principio en Brujas, pero no se puede dejar de lado a esta sosegada ciudad de Valonia. Mons, una pequeña población que, a pesar de sus pocos habitantes, es un enclave tremendamente marcado por su ambiente universitario, ese planeta Erasmus que pulula por sus calles y le imprime un carácter dinámico y desenfadado en contraste con su pasado histórico.
Una ciudad pequeña pero que cuenta en su haber con tres lugares Patrimonio Mundial de la Unesco. Su casco histórico medieval gira en torno a la Grand Place, donde se encuentra el edificio gótico sede del Ayuntamiento, rodeado de coquetos edificios, bares y restaurantes. Merece la pena, antes de comenzar a patearnos sus calles, subir a El Catiau, su campanario barroco, para contemplar desde su cima los edificios más emblemáticos a vista de pájaro y visitar su museoque nos dará una idea de la historia de la ciudad.
Pero Mons va a dar mucho que hablar este año. No solo por su encanto, sino también porque ha sido agraciada por el Parlamento Europeo con el título de Capital Europea de la Cultura 2015, compartido con la ciudad checa de Pilsen. Un titulo perecedero, con fecha de caducidad, pero gracias a esta especie de ‘premio gordo de la Lotería’ celebrará más de 300 actos culturales programados a lo largo de todo el año, lo que la situará en el punto de mira cultural.
Junto a las actividades organizadas por los museos, la calle también se convierte en protagonista con una serie de creaciones artísticas que se apropiarán de tiendas, escuelas e incuso domicilios.
Montajes como el de la artista belga Arne Quinze, un remolino de tablones de madera pintada de vitales colores que sobrevuelan y recorren sus calles medievales como si fuese un desbocado torrente. Desgraciadamente su estructura original ha quedado reducida, tras varias semanas expuesta, a una pieza por motivos de seguridad.
Explosiones de vitalidad como la que se vivió con la celebración el histórico festival popular del Doudou, que se celebra año tras año desde hace más de 600 el primer domingo tras Pentecostés y que la UNESCO ha apreciado su interés nombrándola Patrimonio Intangible de la Humanidad.
Espacios sorprendentes como los antiguos mataderos Anciens Abbatoir, que acogen interesantes exposiciones como Atopolis, hasta el 18 de octubre, en la que varios artistas interpretan las ideas del escritor Edouard Glissant, activista del mestizaje cultural; y la sorprendente China Ardiente: escultura monumental contemporánea, hasta el 4 de octubre, que permitirá conocer además uno de los tesoros mas interesantes que gira en torno al arte corporal del taichí. Toda una oportunidad para los interesados que estén a tiempo de inscribirse en sus clases.
No hay que perderse las muestras que se pueden visitar en edificios como el Museo de Bellas Artes (BAM), Le Carré des Arts, la Maison Follie, el Depósito de Obras de Arte, Arsonic, la renovada estación del ferrocarril, a cargo del arquitecto Santiago Calatrava, que sirve de acceso al Valle de la Innovación Digital o el moderno Palacio de Congresos diseñado por Daniel Libeskind. Espacios que integran la llamada Ruta Arquitectónica en los que se combina historia y modernidad.
Monumentos importantes como la Colegiata de Sainte Waudru, de estilo gótico, que gracias a las proyecciones multimedia en sus pareces y los juegos de luces le han dado una nueva perspectiva.
Actividades culturales divertidas, muchas de ellas durarán todo el año como el gran relato que parte de la estación y recorre un trazado de 10 kilómetros con pintadas curiosas a lo largo de las paredes de la ciudad. Un verso dinámico en construcción, “la frase”, que no dejará de crecer hasta el próximo 11 de diciembre.
Una oferta para descubrir una nueva visión de la ciudad y por descontado antes de abandonarla la tradición obliga a pasarse por el Ayuntamiento y manosear un pequeño mono de bronce incrustado en su fachada, una figura del siglo XV que según la leyenda trae un año de suerte a quien la acaricia.
Más información:
Turismo de Bélgica
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