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Capri, la isla más glamourosa de Italia

Via Krupp, la calle con más encanto del Mediterráneo

Un empedrado serpenteante conecta en Capri la Cartuja de San Giácomo y los Jardines de Augusto, formando la calle-mirador más surrealista de Italia.

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Protagonista del golfo de Nápoles desde tiempos inmemoriales, la isla de Capri no lo ha puesto nunca fácil a la hora de dominarla. A pesar de que apenas tiene un perímetro costero de 17 kilómetros, que su longitud no supera los 6 km y su anchura, los 2,8; hay tramos que se hacen inabarcables, sobre todo los más escarpados, bien al monte Tiberio (334 metros sobre el nivel del mar) o al Solaro (589 m.). De hecho, conectar lugares es todo un ejercicio sobre plano que desafía a los ingenieros y cartógrafos más experimentados.

Es por ello que unir la Cartuja de San Giácomo y los Jardines de Augusto con la zona de la Marina Piccola fuera considerado una azaña cuando por fin se consiguió a principios del siglo XX. La idea la expuso a finales del siglo XIX el ingeniero y mecenas Alfred Friedrich Krupp. Fue en mayo de 1898 cuando este alemán se reúne con el Ayuntamiento local de Capri y les propone la construcción de una calle que uniera ambos puntos, un encargo que se le hace al funcionario e ingeniero Emilio Mayer, que se encontraba en plantilla dentro del Gobierno local.

En 1902, tras dos años de obras y mediciones, la calle es una realidad y se le dedica al teutón, nombrado ciudadano honorario de Capri. Así, la vía Krupp no solo permitía una conexión impensable hasta entonces, sino que dotaba a la isla, de paso, de uno de los caminos empedrados y miradores más mágicos, surrealistas, originales y divertidos de Europa, por no decir del planeta entero.

Y es que la Via Krupp no es una calle normal. Se trata de los 100 metros más escarpados y zigzagueantes que uno pueda imaginar, con una pendiente casi continua que deja sin aliento a los que menos en forma se encuentren. Pero merece la pena caminarla de una punta a otra, pues lo haremos sobre una auténtica obra de arte de la Ingeniería Civil, con un empedrado perfecto formando rectángulos, curvas armónicas y una simbiosis con el acantilado digna de cualquier aplauso medioambiental.

De hecho, la función de mirador sobre el Tirreno es lo que atrae a mucha gente. De paso, se elimina la fatiga, pues a cada poco se ve una imagen diferente, una perspectiva a cuál mejor, por lo que estás más tiempo parado haciendo fotos que con la sensación de estar subiendo (o bajando) una calle empedrada. Eso sí, hay que tener cuidado los días de lluvia, pues la pendiente y las piedras hacen un ‘mix’ peligroso a la hora de evitar resbalones y caídas que, además, pueden hacer mucho daño. Eso sí, salvo eso, no hay peligro alguno e incluso hay ancho suficiente para sillas de ruedas.

La historia del ingeniero alemán en la isla, desgraciadamente, se empañó poco después de la inauguración de la via. Friedrich, que residía durante varios meses al año en el Grand Hotel Quisisana (aun en funcionamiento), tenía en la Marina Piccola dos de sus yates, por lo que la nueva calle era la solución para conectar esta con la zona de su hotel. Sin embargo, la gente de aquella época empezó a contar que utilizaba el camino, además, para acudir en secreto a la cueva de Fra Felice, donde llevaba a cabo orgías con jóvenes de la isla. Cuando el escándalo dejó de ser un secreto, el Ayuntamiento pidió a Krupp que abandonara Capri. Una semana después, se suicidó.

La calle nunca se cambió de nombre, y su belleza sigue intacta a pesar de formar parte de una de las historias más oscuras de la isla de Capri.

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