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Valentia, la isla irlandesa del fin del mundo

Valentia, la isla irlandesa del fin del mundo

Con acantilados de hasta 180 metros de altura, esta pequeña isla es uno de los extremos occidentales del país, con paisajes impresionantes.

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El condado de Kerry ocupa el suroeste de Irlanda. En su extremo, conectada con la Isla Esmeralda por dos puentes, se encuentra la isla de Valentia, uno de los puntos más occidentales de la geografía irlandesa y el lugar en el que se asentaron los primeros pobladores de la misma, hace más de 350 millones de años. Para muchos, es el colofón perfecto para los que se animan a hacer el 'Anillo de Kerry', una de las turas turísticas más interesantes de Irlanda y que recorre buena parte del condado. Valentia no forma parte del mismo, pero basta con cruzar el puente del canal de Portmagee o embarcarse en el ferry entre Renard Point y Knightstown, su capital, para llegar a ella. Estaremos entonces en un paisaje apasionante, en el que la naturaleza parece haber dado una pequeña tregua, ya que el clima es algo más benévolo aquí que en el resto de la costa de Kerry, completamente volcada al Atlántico. Lo que no faltan son los típicos acantilados irlandeses, que llegan a los 180 metros de altura y que contrastan con otras zonas de la isla de apenas altura con respecto al mar. Knightstown es la típica villa con encanto irlandesa, con casas de colores, pubs con mucho ambiente que no dudan en sacar mesas y terrazas a la calle cuando llega el buen tiempo y un puerto pesquero que ha dado sustento a familias durante siglos. Allí se sienten orgullosos de un pasado con hitos como haber sido la sede del radiocable telegráfico que unía las dos costas atlánticas, en funcionamiento durante un siglo, hasta 1966. Visitar Valentia obliga a acercarse a los acantilados Fogher y la montaña Geokaun. Muy curioso resulta también visitar la Glanleam House, una mansión con jardines subtropicales protegidos de los vientos del Atlántico. Es una colección única de plantas exóticas del hemisferio Sur que fueron plantadas allí en el siglo XIX. Como colofón sus canteras, las mismas con las que se han construido la Cámara de los Lores o la de los Comunes en Londres. Y es que no hay rincón en Valentia que no tenga su parte de historia y, sobre todo, de fascinación natural.

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