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NATURALEZA MÁGICA

Ocho fenómenos naturales que debes ver una vez en la vida

La belleza de la Naturaleza no tiene límites, máxime cuando solo en determinados rincones del planeta nos ofrece espectáculos que dejan sin palabras. Hemos recopilado los ocho más impactantes y que no te puedes perder. ¿Cuántos de ellos has presenciado?

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Cuando de lo que se trata es de ser testigo directo de uno de los milagros de la Naturaleza más exóticos y pintorescos, el auténtico viajero no ahorra en horas de sueño o en kilómetros de recorrido. El recuerdo se mantendrá en la retina por y para siempre, de ahí que merezca la pena despertarse pronto o viajar al otro lado del planeta en búsqueda de los fenómenos naturales que solo se dan en un lugar concreto y, casi siempre, en apenas un par de minutos y sin avisar... Estos son los ocho que no te puedes perder si tienes la oportunidad.

Aurora Boreal en Noruega

1. Auroras Boreales. Ya sean las australes del hemisferio Sur, o las boreales en el Norte, el espectáculo de las auroras es único. Es el resultado de unas radiaciones y una energía que se almacena en la atmósfera hasta que se dispara generando efectos luminosos. Se ven en invierno, por lo que obliga a viajar en temperaturas bastante bajas, sobre todo porque es necesario ir a las latitudes más altas.

Relámpagos sobre el lago Maracaibo

2. Relámpagos de Catatumbo (Venezuela). Seguro que te fascina el poder ver desde la tranquilidad de casa un rayo surcando el cielo y, después, el trueno. ¿Y si te dijéramos que puedes ver decenas o cientos en apenas un rato? Es posible, pero para ellos tendrás que ir a Venezuela. Allí, en la cuenca del río Catatumbo, cerca del lago Maracaibo, se encuentra un lugar que ha sido declarado por la NASA como 'la capital de mundial de los relámpagos'. Entre abril y noviembre aparecen en el cielo de manera constante. Se han llegado a contabilizar hasta 1,6 millones de rayos al año.

Cascada Firefall en Yosemite

3. Cascada de lava Firefall (Estados Unidos). Ya te hemos contado que, en diferentes lugares, incluida España, hay cascadas efímeras que surgen con el deshielo y que marcan récords. En el caso de la Firefall en el Parque Yosemite, esta caída es de 650 metros, solo dura un par de meses pero, además, en la última quincena de febrero, el sol del atardecer crea el efecto de que el agua es lava. Impresionante.

Glaciar Perito Moreno

4. Rotura del glaciar Perito Moreno (Argentina). Cada cierto número de años, el glaciar Perito Moreno, en el sur de Argentina, se rompe en un espectáculo natural que puede ser observado a simple vista desde unas pasarelas. El agua presiona la base del glaciar y se crea un puente que, al final, acaba rompiéndose y comenzando de nuevo el ciclo. Es fasinante.

Isla Vaadhoo, en Maldivas

5. Vaadhoo, la playa que brilla (Maldivas). Conocido como ‘el mar de estrellas’, esta playa deshabitada de Maldivas nos regala cada noche un gran espectáculo del que se encargan pequeños organismos bioluminiscentes que reaccionan ante las temperaturas altas y las noches oscuras.

Manhattanhenge

6. Solsticio de Manhattan o Manhattanhenge (Estados Unidos). Dos veces al año, la isla de Nueva York, y su cuadrícula de calles, se alinean en un paralelo perfecto con respecto al sol. La sensación es que los rascacielos se convierten en algo parecido a las piedras de Stonehenge, en Reino Unido. La próxima se espera para el 12 de julio.

El Gran Cañón, lleno de nubes

7. Invasión térmica del Gran Cañón (Estados Unidos). Es el nombre científico de un fenómeno fácil de explicar: es cuando el Gran Cañón del río Colorado, en Estados Unidos, se encuentra completamente cubierto de nubes, y estas son incapaces de superarlo, quedando como atrapadas y, paradójicamente, el día es soleado y brillante. Ocurre muy rara vez, provocado por capas de aire frío y caliente.

Ola Pororoca

8. Ola Pororoca (Brasil). Amantes del surf, esta es la ola más surrealista que podréis surfear por su localización, ya que no se encuentra en el mar, sino en pleno río Amazonas. De hecho, es un fenómeno curioso, pues se crea cuando la marea creciente del Atlántico choca con las aguas del descenso del río. La fuerza del cauce y la fuerza del océano crean una ola tal que incluso desvía el cauce. La ola puede llegar a medir cuatro metros.

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