Asia
Nepal, encaramado en el techo del mundo
Un país en la cordillera del Himalaya
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Viajar a Nepal por primera vez impacta. Impacta tanto la grandiosidad de su naturaleza como la de sus antiguas ciudades. Por mucho que hayamos visto reportajes fotográficos o en televisión es tal el estupor que nos embarga que hay que tomarse un tiempo para asimilarlo. Este país, que alberga ocho de las diez montañas más altas de la Tierra, es rico en biodiversidad. Debido a su situación geográfica tiene una variedad de microclimas que van desde el subtropical de la llanura del Terai, al sur, con sus cultivos y selvas a los gélidos de la cordillera del Himalaya, en el norte. Nuestro recorrido por carretera da para mucho y nos permite apreciar de cerca su irregular orografía, atravesar sus bosques de pinos o bordear sus grandes estanques o pokharis, convertidos en reservas de agua potable. El fértil valle de Katmandú es la zona más poblada con diferentes grupos étnicos procedentes de las montañas, aunque el más numeroso es el de los newari, de procedencia tibetana. Se asentaron en el valle de Katmandú un milenio antes de Cristo y desarrollaron una cultura propia que tuvo su apogeo entre los siglos IV y IX de nuestra época. Pueblo eminentemente agrícola se preocupó por lograr el máximo aprovechamiento de las tierras fértiles y construyo pequeños poblados en los valles, entre las alturas del Himalaya. La religión domina todos los aspectos de la vida nepalí y aunque el noventa por ciento de la población se declara hindú, la influencia budista se manifiesta en sus más de 400 monasterios con sus características stupas de piedra, levantadas sobre las reliquias de algún lama y rodeadas por cuatro capillas que representan distintas etapas de la vida de Buda. Junto a su legado histórico y religioso, no hay que olvidar el hechizo que ejerce para los amantes del trekking, con trayectos como el del macizo del Annapurna, un recorrido circular de 300 kilómetros que nos permite apreciar la variedad étnica y paisajística de la cordillera. Un país cuyos hospitalarios habitantes se han dejado sorprender primero por los alpinistas, luego los hippies y finalmente los turistas.
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