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América Norte

Maho Beach, una playa a prueba de aviones

Situada en la isla caribeña de San Martín, es famosa por los gigantescos aviones que casi la rozan para aterrizar en el aeropuerto anexo.

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La isla caribeña de San Martín se encuentra divida en dos partes. Apenas tiene 88 kilómetros cuadrados de superficie, pero han sido suficientes como para que el norte pertenezca a Francia como colonia de ultramar, y el sur sea un aís autónomo perteneciente a Holanda. Su nombre se lo puso Cristóbal Colón, que la divisó en 1493, el día de San Martín de Tours. Los españoles la abandonaron en 1648, y holandeses y franceses aprovecharon para repartírsela ese mismo año. Entre sus paradisíacas playas se encuentra Maho Beach. Está en la parte holandesa y bien se podría destacar de ella su arena blanca y fina, sus palmerales en los extremos, sus tranquilos chill-out y chiringuitos con cócteles, sus puestos de surf... Pero no es por todas estas delicias por las que está siempre llena de turistas. De hecho, su mayor atracción no está en el Caribe. Hay que darle incluso la espalda al mar, ya que está en tierra firme. A apenas unos metros de la playa comienza la pista de aterrizaje del aeropuerto Princesa Juliana. Los aviones que allí aterrizan, además, son de un gigantesco tamaño, ya que son miles los turistas que cada día llegan a la isla. Como solo tiene una longitud de 2,18 km., obliga a los pilotos a comenzar las maniobras mucho antes, con una aproximación que casi hace que los bañistas rocen el fuselaje. Ver a un Boeing o un Airbus gigantesco pasar por encima de tu cabeza es una sensación única. Además, los motores pueden provocar que los 'mirones' sean proyectados al agua por la fuerza de los mismos, que provocan vientos de 160 km/h de máximo. Esto hace que haya que extremar precauciones y que el gobierno de la isla haya colocado doble vallado para que nadie se aferre a la valla más cercana al aeropuerto. Los bares y chiringuitos tienen, además de la carta de bebidas en la pared, grandes carteles que avisan del horario de los aterrizajes. Todo un espectáculo que nadie se quiere perder y que obliga a los amantes de la aviación a tener que ir, al menos una vez en su vida, a San Martín.

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