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Asia

Konark, el templo hindú del dios Sol

El templo del Sol de Kornak es uno de los monumentos más impresionantes de la arquitectura religiosa mundial.

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Ubicado en el extremo nororiental de India, junto a las costas del mar de Bengala, encontramos un templo cuya belleza le ha convertido en uno de los más majestuosos del planeta. Se le conoce de varias formas: el de Konark, el del Sol, el de la Pagoda Negra... pero el de Suria, que es su nombre oficial, maravilla se le llame como se le llame. Es una de los edificaciones religiosas más antiguas del país y un ejemplo de la arquitectura ceremonial de Orissa, la región en la que se encuentra. Su origen se remonta al siglo XIII, y fue construido por el rey Narasimhadeva I como símbolo de su victoria sobre los invasores musulmanes. Como su propio nombre indica, está dedicado al dios Sol, y los cientos de turistas que acuden a visitarlo llegan desde la ciudad santa de Puri, a 35 kilómetros y punto de encuentro. Lo primero que llama la atención, además de la cúpula de la gran pagoda central, es la majetuosidad de la piedra y la buena conservación de los miles de relieves que decoran todas las construcciones. Toda la estructura del templo simula la de un carro celestial con doce ruedas gigantes (en representación de meses de un año), impulsados ​​por caballos (sólo uno permanece aún en pie). Es por ello que el símbolo de la rueda es uno de lo más venerados del lugar. Abandonado durante siglos, un increíble trabajo de restauración es lo que permitió que este lugar se convirtiera en uno de los más conocidos de India. De hecho, se da la circunstancia de que el sobrenombre de 'pagoda negra' fue dado por los colonos y viajeros mercantes de la Edad Moderna más por los sedimentos que la recubrían que porque se hubiera realizado en piedra de este color. Además de por su recuperación, Konark es conocido por los cientos de esculturas pequeñas que jalonan sus edificios. Muchas de ellas tienen una temática erótica muy explícita, que llama la atención al turista; pero no solo hay eso, sino también animales, dioses y otras escenas cotidianas. Acudir hasta aquí, al atardecer o al amanecer, es entender por qué el astro Rey, además de monarca, era aquí todo un Dios.

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