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América Sur

Durmiendo en el ombligo del mundo

Pasado y presente conviven en el Hotel Monasterio, un guiño histórico en la ciudad de Cuzco

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Fue la antigua capital del Imperio Inca hasta la llegada de los conquistadores con Francisco Pizarro a la cabeza. Aquí, en Cuzco o Cusco (como la llamaba la gente en la lengua quechua) a 3.400 metros de altitud, casi más cerca del cielo que de la tierra, se desarrollo una floreciente civilización. Considerada una de las urbes más antiguas del continente vive impregnada de historia, tradición y leyenda. Sin embargo, de esa antigua civilización, poco queda hoy. Nos encontramos ante una ciudad colonial, levantada por los colonizadores sobre las ruinas de lo que fueron grandes palacios y templos. La plaza Huacaypata y los palacios que la rodeaban, centro neurálgico en la época prehispánica, dio paso a la Plaza de Armas en la que se levantó la catedral junto a las casonas de los nuevos amos. En el Templo de Oro, también llamado Qorikancha y considerado en la cosmología inca el “Ombligo del mundo”, los dominicos construyeron su convento rodeado por un muro para aislarse de él. Ironías de la vida. Y como no podía ser de otra manera, el Hotel Monasterio, una auténtica joya arquitectónica, se erigió sobre cimientos de piedra inca, el de un antiguo palacio, en concreto el de Amaru Qhala, sobre el que se construyó después el seminario de San Antonio Abad. Situado entre la Plaza de Armas y el curioso barrio de San Blas, es todo un referente de ese pasado colonial español que se palpa nada más atravesar su portal de piedra que desemboca sobre un claustro, el primero de sus cuatro patios interiores. Su esmerada conservación nos trasporta a ese pasado glorioso de 1592 reflejado en su capilla recubierta de oro y sus interiores decorados con antigüedades del XVI. Pero a la vez se complementa con un servicio moderno y esmerado. Habitaciones enriquecidas con oxígeno para combatir el mal de altura, spa, masajes o espacios para conferencias como la capilla que puede acoger hasta 200 personas. Y como toque final, una cuidada gastronomía con la comida andina como punto de partida. Nos sorprenderá la espectacular cena a la luz de las velas en el restaurante El Tupay amenizada con ópera en vivo a cargo de los mejores tenores y sopranos de la ciudad.

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