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América Sur

Dormir en una fábrica del siglo XIX

En el Hotel La Purificadora de Puebla, México, antiguamente se purificaba agua

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A mitad de trayecto entre Ciudad de México y Veracruz, se encuentra la ciudad colonial de Puebla. Hay quien se refiere a ella como “El Relicario de América” debido a su inmensa belleza arquitectónica y no es de extrañar ya que, según la leyenda, fue construida por los ángeles para que la disfrutaran los humanos. Fue en este lugar donde se instalaron los primeros colonos españoles que llegaron a la región y también donde las tropas mexicanas derrotaron a los franceses en 1862. En el año 1987, la belleza de sus calles y los singulares edificios que las habitan, como la Catedral, el Palacio Municipal o la Biblioteca Palafoxiana, le valieron a la ciudad de Puebla ser declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Su historia está repleta de leyendas que atribuyen sus orígenes y tradiciones a hechos de origen curioso y excepcional. Relatos que es mejor escuchar mientras se saborea su exquisita gastronomía, una de las más preciadas de todo el país, que destaca por el mole, los chiles en nogada, las chalupas y postres como los camotes o las tortitas de Santa Clara, entre otros tantos platos. Puebla es una localidad exótica y de espíritu barroco y en su centro histórico se sitúa un hotel de diseño con un singular origen. El Hotel La Purificadora era una antigua fábrica que permaneció abierta hasta finales del siglo XIX. En ella se purificaba el agua mediante la producción de hielo y, posteriormente, se embotellaba. Debido a sus amplias estancias y a su privilegiada ubicación -justo al lado de la iglesia de San Francisco, el Centro de Convenciones de la ciudad y a pocos pasos de la Galería de Arte Contemporáneo- el edificio se restauró para darle un nuevo uso. El arqueólogo que trabajó en las labores de reconstrucción encontró numerosas piezas de vidrio, botellas y otros recipientes, que se incorporaron posteriormente al diseño del hotel. El prestigioso arquitecto Ricardo Legorreta fue el encargado de dar forma al proyecto de La Purificadora y el resultado es un alojamiento minimalista y moderno en el que predominan los colores brillantes, además del blanco y el negro, y los espacios amplios que dejan pasar la luz natural. Se han mantenido las paredes de piedra tan características de la construcción original y se les ha añadido detalles en madera y azulejos. Sin duda, el espíritu de pureza con el que se creó esta fábrica hace siglos, sigue manteniéndose a través de una decoración sofisticada y de líneas limpias. Los muros contrastan con elementos de puro diseño, como una piscina de paredes de cristal o varios sillones en color púrpura, consiguiendo un equilibrio mágico entre lo nuevo y lo viejo. El Hotel La Purificadora tiene 26 habitaciones, tres de ellas suites con bañeras de hidromasaje y unas agradables vistas a los jardines del hotel y al centro de la ciudad de Puebla. Todos los huéspedes pueden disfrutar de su magnífica terraza, situada en la azotea, que cuenta con una piscina de 30 metros perfecta para relajarse y darse un chapuzón. Además de sus acogedoras salas de reuniones, su spa, su patio con cuatro plantas de altura y sus salones para eventos. En su restaurante, compuesto por mesas compartidas, las propuestas del chef César Sánchez mezclan la cocina mexicana tradicional con técnicas innovadoras. Desde quesos artesanales de Atlixco o un plato de osobuco de pollo en mole de hierbabuena hasta postres tan apetecibles como el flan de mamey con helado de pistacho. Todo el hotel esconde numerosos rincones cálidos y elegantes, encuadrados por arcos blancos y gruesos muros. La Purificadora es, sin duda, uno de los alojamientos más singulares de esta zona de México.

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