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Panamá

Calzada de Amador, el camino que surgió del Canal

Cuatro islas caribeñas se conectan por la Calzada de Amador, una carretera construida con los escombros del Canal de Panamá.

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Cuando los galeones españoles surcaban el Pacífico transportando tesoros y mercancías entre Perú y México solían realizar una parada frente a lo que hoy es la Ciudad de Panamá. Pero no elegían el puerto del continente centroamericano, sino que preferían un grupo de cuatro pequeñas islas, las mismas que, en 1913, pasaron a formar parte del Fuerte Grant, utilizado para defender la entrada del ya construido Canal ante posibles ataques de Alemania o Japón.

Hoy, de volver por allí, esos soldados españoles de los siglos XVII y XVIII, no darían crédito a sus ojos. Naos, Perico, Culebra y Flamenco, las cuatro islas ya son accesibles desde el continente, perdiendo su insularidad. Y es que se han conectado con Ciudad de Panamá mediante la Calzada de Amador, una carretera muy curiosa por el material elegido para construirla: la piedra que se extrajo del interior del país para la creación del canal.

Fueron 183 millones de metros cúbicos los que se extrajeron, por lo que los usados en levantar esa carretera de dos carriles que une las islas con el continente, se antoja hasta poco. Desde la segunda década del siglo pasado. es toda una atracción. Y es que permite gozar de excelentes vistas panorámicas de la entrada del Canal de Panamá y el Puente de las Américas, así como de la ciudad y la bahía.

Hoy, además de refugio turístico de lujo para amantes de los súper yates, es un reclamo artístico. En la Calzada de Amador se encuentra el Museo de la Biodiversidad de Frank Gehry, un centro cultural que pretende cambiar la forma de entender y preservar el medio ambiente. El arquitecto se inspiró en el arte canguelo californiano de la década de 1960, "en el que la forma no sigue la función" y que es una gran mole de planchas de colores que recuerda al Caribe por sus tonalidades brillantes.

Todo un camino qué recorrer rodeados de Pacífico por los dos lados y cuya recompensa es disfrutar de un buen almuerzo en alguno de los restaurantes caribeños de las cuatro islitas con el azul infinito de invitado.

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