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Asia

Bután, en el corazón del Himalaya

El último reino budista.

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Bután no es un país cualquiera, es uno de los países más enigmáticos del planeta. Ha vivido de espaldas al mundo durante siglos, prácticamente vivió aislado hasta los años 70, lo que le ha permitido mantener intacta su herencia cultural y sus tradiciones. Debido a su fuerte influencia budista intenta mantener un equilibrio entre lo espiritual y lo material. Con menos de un millón de habitantes tiene como vecinos a dos de los países más poblados del mundo, China e India, y se presenta ante nosotros como un oasis de serenidad y armonía. El caos, el estrés y los ruidos desaparecen nada más bajar del avión. El butanés es tranquilo, agradable y servicial, saben mucho de su cultura y están orgullosos de su país. Los visitantes nos maravillamos de su paisaje armonioso, al norte con majestuosas montañas y densas selvas al sur. Gran parte de su territorio está cubierto por bosques y su ecosistema es uno de los más privilegiados del planeta. Una belleza natural salpicada con las típicas casas butanesas de muros de adobe y carpintería de madera profusamente decorada, o sus fortalezas y monasterios con siglos de historia repartidos entre las cumbres de sus montañas. Un paraíso fotográfico en cualquier época del año. Un escenario en el que la naturaleza, que cambia de colorido según las estaciones, se fusiona con sus tradiciones: telas, trajes (gho de los hombres y kira de las mujeres), arquitectura, festivales, ceremonias, incluso la vida rutinaria de sus habitantes. Preservar su identidad cultural se ha convertido en una razón de estado. Por ello, y para de evitar los efectos negativos del turismo masivo, el acceso todavía es muy limitado, debe de hacerse a través de una agencia local y con antelación. La mayoría de los viajes son de carácter cultural pero no podemos descartar las posibilidades de practicar deportes de aventura, senderismo o bicicleta de montaña.

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