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FRANCIA

El agua de la fe

Millones de peregrinos visitan cada año Lourdes, la 'ciudad de los milagros' situada en las faldas de los imponentes Pirineos franceses. En un marco excepcional, desprende una energía especial, y la visita se puede aprovechar para hacer turismo activo o de balneario.

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Su fama ha traspasado fronteras, incluso continentes. Quién no ha oído hablar de la ciudad de Lourdes, una pequeña aldea de campesinos en los Pirineos franceses donde, según la tradición católica, la Virgen María se apareció en 1858 a Bernadette Soubirous, una pastorcilla de 14 años de familia humilde.

Sin duda, es una de las revelaciones marianas más interesantes de la Historia, y desde el primer momento creo un insólito interés en una región ya acostumbrada en cierta manera a las apariciones de la Madre de Dios, como las que tuvieron lugar con anterioridad en Bétharam o Garaison. Será en un paraje a las afueras del pueblo, concretamente en la cueva de Massabielle, donde se producirá la primera aparición, que irá seguida de otras 18, aunque hasta 1862 la Iglesia no verificaría la autenticidad del milagro. Desde ese momento y siglo y medio después, ese pequeño poblado ha logrado convertirse en el segundo destino turístico de Francia tras París. Una ciudad que llega a acoger cada año a más de 6 millones de visitantes.

Un tumulto de voluntarios que empujan sillas de ruedas y peregrinos, identificables por sus rosarios, los cirios y las botellas que van rellenando en las diversas fuentes, invaden las calles de esta ciudad de los milagros. Los hay que buscan el milagro de encontrar paz, los que se acercan para rezar por los motivos más insólitos pero, sobre todo, muchos para beber o bañarse en sus 'milagrosas' aguas.

Un rito que comenzó con la novena aparición, el 25 de febrero de 1865, cuando la Inmaculada "pidió" a Bernadette que excavase con sus manos el suelo de la cueva y bebiese el agua que brotaría del manantial que iba a surgir ahí. Unas revelaciones en las que la Virgen le encomendaría, según dijo, la construcción de una basílica sobre la cueva. Y a orillas del río Gave de Pau se levantó la Basílica de la Inmaculada Concepción, una obra de estilo neogótico que domina toda la ciudad.

Este santuario forma parte de la Ruta Mariana, junto con los españoles de Torreciudad, Montserrat, Meritxel y el Pilar. Un recorrido centrado en la espiritualidad y la devoción mariana que, además, cuenta con una gran riqueza natural y patrimonial.

Impresiona la procesión de noche a la luz de las velas que se realiza a diario a las 21.00 horas en el Santuario. Creamos o no en su carácter milagroso, Lourdes desprende una energía especial, rodeada de la espectacularidad de los Pirineos que, además, es como un imán para el turismo rural.

El funicular del Pico del Jer sobre la montaña que domina Lourdes nos permite contemplar, además de la ciudad, las vistas de picos nevados de los Pirineos como el Midi, con sus 3.000 metros de altura, o la energía de sus ríos rebosantes del agua del deshielo. Un espectáculo de la grandiosidad de la naturaleza.

Podemos aprovechar la visita y acercarnos a la ciudad de Cauterets, famosa por su estación de esquí y sus aguas termales.  Un agradable entorno que nos trasporta a la edad de oro de esta ciudad termal, cuando era visita obligada de la alta sociedad. Allí hay centros de talasoterapia magníficamente integrados en la naturaleza como los Bains du Roche, con sus refinados tratamientos personalizados. Un auténtico placer que despertará nuestros sentidos.

Los alrededores de Lourdes también presentan una oportunidad excepcional para los aficionados al cicloturismo, ya que esta tierra acoge 14 puertos de montaña, entre ellos algunos que han protagonizado las etapas reinas del Tour de Francia, como el Tourmalet.

Más información: 
Lourdes

 

 

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