DESCÚBRELO
El pueblo amurallado de Salamanca que esta cargado de historia, arte y leyendas
Una muralla que abraza y protege un casco histórico capaz de narrar, piedra a piedra, la historia de un pueblo con raíces celtas, estratégica para los romanos y refundada en plena Edad Media. Historia y patrimonio se entrelazan en Ciudad Rodrigo, en Salamanca. ¡Te contamos todos los detalles!

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En la provincia de Salamanca podemos encontrar auténticas joyas del patrimonio español, tradiciones muy arraigadas e historias contemporáneas que también forman parte de su identidad, como ocurre en Mogarraz, conocido como el pueblo de "las mil caras". Pero hoy nos trasladamos a un lugar donde la historia es mucho más antigua, pues se remonta al pueblo celta, te hablamos de Ciudad Rodrigo.
Ciudad Rodrigo es una pueblo castellano situada en Salamanca, muy cerca de la frontera con Portugal, de la que la separan poco más de veinte kilómetros. Se alza sobre una meseta elevada que la rodea de un entorno natural donde las dehesas y las encinas son protagonistas.
La zona estuvo habitada desde tiempos prehistóricos, ya en la Edad de Bronce. En el siglo VI a. C., los vetones (un pueblo celta) se asentaron aquí, y aún hoy se conservan restos de su cultura, como el famoso verraco de granito. Más tarde llegaron los romanos, atraídos por su localización estratégica en la calzada que unía Mérida con el noroeste. De este periodo no quedan demasiados restos, pero sí uno de sus símbolos más conocidos: las tres columnas con inscripción augustal, un icono indiscutible de la ciudad.
Siglos después, Ciudad Rodrigo sufrió el asedio del ejército napoleónico en 1810 y, dos años más tarde, el del futuro duque de Wellington, que dejó graves daños en muchos de sus monumentos. Aun así, la ciudad resurgió y en 1944 fue declarada Conjunto Histórico-Artístico, un reconocimiento a la belleza y riqueza patrimonial que conserva.
Para disfrutar del pueblo sin perderte nada, te proponemos un recorrido perfecto para hacer en un día. Comienza por la Puerta de Amayuelas y pasea hasta el Castillo de Enrique II, con sus espectaculares vistas al río Águeda. Después, cruza hacia el centro histórico hasta llegar a la Plaza Mayor, con sus soportales tradicionales y un ambiente lleno de bares y restaurantes. Continúa hacia la Catedral de Santa María, donde conviven el románico y el gótico, y no olvides visitar su precioso claustro. El broche final es perderse por las calles del casco histórico para descubrir casonas y palacios como el Palacio del Conde de Montarco o la Casa de la Cadena.
¿Te animas a visitarla?
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