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Un madrileño deja Nueva York para irse a vivir a un pueblo de Málaga con su familia: Casas blancas y un casco histórico precioso

No siempre la vida urbana y el constante ajetreo encajan con quienes buscan tranquilidad y contacto con la naturaleza. Cuando la calma se convierte en prioridad, los pueblos ofrecen un refugio donde el tiempo parece ir más despacio. Esto le ocurrió al protagonista de hoy, que decidió abandonar el bullicio de Nueva York para mudarse en un encantador pueblo de Málaga.

Frigiliana, en Málaga

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Las grandes ciudades nos atrapan con su oferta cultural, laboral y de ocio, llevándonos a un ritmo de vida acelerado y constante. Un ejemplo es Nueva York, la ciudad que nunca duerme y siempre hay algo ocurriendo en sus calles y grandes avenidas. Con el tiempo, los sueños cambian. Lo que antes parecía imprescindible a veces deja de serlo, y es entonces cuando muchas personas buscan algo distinto: una vida más tranquila, en contacto con la naturaleza y lejos del asfalto.

En Los Repobladores de Canal Sur nos cuentan el caso de Gabriel Cruz, un madrileño que en 2008 se mudó a Nueva York para vivir de su pasión por la pintura. La ciudad le abrió muchas puertas y le permitió conocer a su pareja, madre de sus tres hijos, pero los altos costes de vida le obligaron a buscar otros trabajos y el sueño de vivir del arte quedó pendiente.

Gabriel y su pareja decidieron que sus hijos crecieran en un entorno más calmado y natural. Así llegó Frigiliana, un encantador pueblo de Málaga con casas blancas y un casco histórico morisco todo bañado por el mar . Allí encontraron el lugar perfecto para criar a sus hijos lejos del ruido.

Que ver en Frigiliana

Te contamos qué no puedes perderte cuando visites este pintoresco pueblo andaluz. Es imprescindible pasear por el Barrio Mudéjar, con sus estrechas callejuelas empedradas donde las flores y la artesanía local cobran un gran protagonismo. La Plaza de las Tres Culturas también es un lugar que merece la pena visitar, así como el Museo Arqueológico, donde puedes descubrir piezas que narran la historia del pueblo, desde restos de la época romana hasta objetos moriscos que muestran la vida cotidiana de sus antiguos habitantes. Y, por último, no olvides contemplar las impresionantes vistas que ofrece el Mirador de Santo Cristo, desde donde se puede apreciar tanto el casco histórico como el paisaje de la Axarquía.

Explorar Frigiliana no solo significa recorrer sus calles y descubrir su historia, sino también sumergirse en la vida cultural y artística que hoy se vive en el pueblo. Gabriel, ha encontrado en este entorno rural el lugar perfecto para desarrollar su creatividad, compartir su pasión por la pintura y acercar el arte a la comunidad. Gracias al espíritu cercano del pueblo y la mezcla entre locales y visitantes, sus hijos se han integrado a la perfección, disfrutando de la vida cultural y tradiciones locales, como su hija, que ya toma clases de flamenco con tan solo cuatro años.

¿Y tú? ¿Prefieres la vida ajetreada de la ciudad o la calma de los lugares rurales?

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