En la primavera de 2016 todos los esfuerzos del por entonces consejero delegado de Uber, Travis Kalanick, estaban enfocados en un hueso duro de roer: conseguir que la compañía entrase en el restrictivo mercado ruso. Para ello, el empresario no dudó en intentar aliarse con algunos de los oligarcas más cercanos al presidente del país, Vladímir Putin, con el objetivo de ganarse su favor y también la partida a otros competidores.

Ya había caído en China, donde le adelantó por la derecha un competidor local, y en Arabia Saudí, donde fueron incapaces de establecerse. Por tanto, en plena expansión el mercado ruso se antojaba fundamental. "Dios ama a los rusos, donde los negocios y la política son tan... cómodos", escribía en un correo el jefe de Asuntos Públicos en Europa de Uber, Mark MacGann, uno de los responsables de la compañía en su crecimiento exponencial entre 2013 y 2017. Este mensaje forma parte de los 124.000 documentos obtenidos en los Papeles de Uber, una investigación coordinada por el diario británico The Guardiany el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, por sus siglas en inglés), en la que han colaborado como socios españoles laSexta y El País.

A Uber le preocupaba mucho la posibilidad de que sus tratos con oligarcas rusos pudieran suponerle problemas en casa, en EEUU, debido a las leyes anticorrupción vigentes en el país. Según un informe de nueve páginas, la compañía con sede en San Francisco requería un "perfil bajo" dado el clima geopolítico -apenas unos años atrás Rusia se había anexionado la península de Crimea- aunque pretendía encontrar a las figuras claves del país para "convertirse en un actor clave para el proceso legislativo" sobre la regulación del transporte de viajeros.

El documento lista una serie de nombres clave para conseguir entrar en el país, como el exasesor de Obama David Plouffe, así como otros poderosos oligarcas billonarios a los que califican de aliados: el consejero delegado de Sberbank, Herman Gref, o del cofundador del grupo Alfa, el multimillonario Mijaíl Fridman, dueño de la cadena de supermercados DIA.

Buscaron alguien 'alineado con Putin

"Necesitamos a alguien alineado con Putin", escribió en 2014 en un correo el jefe de negocios de la compañía, Emil Michael, a la hora de hablar de posibles inversores. Dos años después, de cara a una cena de Kalanick con inversores rusos, prepararon un esquema en el que resumían las relaciones de cada uno de estos oligarcas con el mandatario. Su cercanía personal y su ámbito de actuación, desde el mundo de los negocios al poder ejecutivo o legislativo. El objetivo final era, como establecía uno de los documentos obtenidos, "domar el oso".

Sin embargo, la llegada de Uber -con un ventajoso acuerdo con la entidad Sbrerbank- enfureció a los taxistas rusos, quienes se quejaron al entonces primer ministro, Dmitri Medvédev. En la misiva acusaban a la compañía de sobornos y evasión fiscal.

La relación de Uber llegó también a la política. A través de su conexión con otros poderosos oligarcas, la directiva llegó a tratar con el entonces vicepresidente de Alfa Bank, Vladimir Senin, el cual habría ayudado a que ciertas enmiendas a favor de la compañía entraran en un proyecto de ley para regular el taxi. Sin embargo, la norma no llegó a aprobarse. Según la documentación obtenida, Uber habría firmado un acuerdo con Denin, ahora diputado en la Duma rusa, para que les ayudara en los frentes legislativo y regulatorio del país. La compañía le pagó al menos 300.000 dólares por "trabajo de relaciones gubernamentales". Unos pagos que podrían haber contravenido la ley estadounidense que impide los sobornos a políticos extranjeros.

Sin embargo, a pesar de todos sus esfuerzos, no pudieron hacerse con el control del mercado ruso. En 2017, la compañía acordó la venta de su negocio a la rusa Yandex, que ofrece un servicio similar. Tras la invasión de Ucrania a principios de este año, la compañía con sede en San Francisco ha anunciado que corta todas sus relaciones con el régimen ruso.

"Nuestro liderazgo actual rechaza cualquier relación previa con alguna persona conectada con el régimen de Putin. La actual gerencia de Uber cree que Putin es censurable y rechaza cualquier asociación previa con él o con alguien cercano a él",responde a preguntas de ICIJ la portavoz de la compañía, Jill Hazelbaker.

Por su parte, Kalanick, a través de un portavoz, rechaza de plano estos esfuerzos y señala que no era "consciente de que alguien actuara en nombre de Uber en Rusia" y que hubiera actuado de tal manera que violara las leyes, rusas o estadounidenses.