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DJ NATHAN CHURCH HIZO EL HOMENAJE MÁS BIZARRO Y EXTREMO JAMÁS REALIZADO

Entrevistamos al creador de Chiquigrind, el músico que compuso grindcore con fistros de Chiquito de la Calzada

Recordamos el Chiquigrind, un experimento musical que se hizo viral hace una década al mezclar los sonidos del grindcore más extremo con las inolvidables frases y muletillas del desaparecido humorista. Y damos -tras mucho buscar- con su misterioso creador.

-Chiquito de la Calzada super

Chiquito de la Calzada superantean3.com

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Tardará mucho en surgir otro personaje que consiga entre los españoles el consenso que logró Chiquito de la Calzada. Un humorista que hizo reír a catalanes y andaluces, extremeños y gallegos, murcianos y vascos. Un tipo que, algo raro en un país como éste, despertaba simpatía pese a su éxito arrollador.

Tan arrollador que casi cuesta explicarle a los más jóvenes que hubo un momento en que todo el mundo imitaba hasta el hastío su manera de andar, sus expresiones inventadas y su humor surrealista. Tu cuñado lo hacía. Tus compañeros de trabajo y tu pareja lo hacían. Incluso lo hacía tu padre cuando se venía arriba en la cena de Nochebuena. Todos éramos Chiquito.

En 2005, años después del boom del simpático humorista y en plena expansión de MySpace -aquel híbrido entre red social y plataforma para que los grupos colgaran y dieran a conocer sus canciones-, un músico anónimo tuvo una idea peculiar: mezclar los sonidos del grindcore, probablemente el subgénero más violento y perturbador del metal extremo, con los chascarrillos del malagueño. Un triple salto mortal con tirabuzón en la búsqueda de una mayor cota de surrealismo al que bautizó como Chiquigrind.

 

La singular mezcla no tardó en hacerse viral. Los fans que Chiquito tenía -y sigue teniendo- entre los amantes del metal se pasaban el enlace unos a otros. Y se meaban de la risa. “Esto es lo mejor que he escuchado en mi vida”, me dijo un buen amigo antes de darle al play.

Como pasaba con el propio humor de Gregorio Sánchez, el Chiquigrind era inclasificable, impredecible y extraño, pero adictivo. Cortes de escasa duración, al más puro estilo grindcore, en el que el bueno de Chiquito se desgañitaba sobre ritmos de batería endiablados y guitarras distorsionadas.

El disco de Chiquigrind, si es que se le puede llamar así, estaba compuesto por apenas cinco canciones, a cada cual más hilarante, que luego se recopilaron en diversos vídeos YouTube. Porque la página de MySpace que lo hizo popular, aunque sigue ahí, no funciona al darle al play a las canciones. Hace años que nadie pasa por allí.

El expediente Chiquigrind

Lo más interesante del asunto es, quizá, toda la pátina de misterio que rodeó y sigue rodeando al proyecto. Y es que dar con el autor de canciones como ‘I have a very big hematoma’ para este reportaje no fue tarea sencilla. En un tiempo en el que bastan un par de búsquedas en Google para dar con el contacto de casi cualquier persona del planeta, el autor de Chiquigrind se resistía a aparecer.

Unos aseguraban conocerle en persona, del mismo modo que muchos dijeron haber visto el vídeo de Ricky Martin y la mermelada. Curiosamente no guardaban su contacto. Otros decían que era de San Sebastián, mientras que un tercer grupo aseguraba que era natural de Bilbao. Sólo éstos últimos estaban en lo cierto sobre la identidad de quien, por méritos propios y número de reproducciones, es toda una leyenda del underground ‘chiquitesco’.

Chiquigrind
Chiquigrind | Agencias

“Es cierto: quise mantenerlo en secreto. Tenía como cierta gracia que fuera así: había gente que lo comentaba, incluso delante mío, y yo no decía nada”, me confiesa el autor entre risas. “Después de un tiempo todo se diluyó y cayó en el olvido”.

Hasta ahora. Con la triste desaparición del humorista, aquella furiosa mezcla de grindcore y fistros duodenales ha vuelto a la actualidad, y muchos han rendido homenaje al malagueño colgando algunos de los vídeos de Chiquigrind en las redes sociales. También su autor. “El día que murió Chiquito hice un post desenmascarándome a mí mismo, pero no tuvo demasiada repercusión”, cuenta.

El hombre tras Chiquigrind es el productor y DJ Nathan Church, al frente del proyecto de We Love Dolce Vita, que nada tiene que ver con el grindcore y mucho con los sonidos del ítalo disco, el techno y el synth pop. Grabó aquellas canciones “de forma un poco precaria”, en un modesto home studio mientras terminaba los estudios de técnico de sonido.

 

“El Chiquigrind surgió de la manera más tonta posible. Tenia en mente un proyecto de grindcore con unos colegas en la onda de grupos como Extreme Noise Terror, Napalm Death o Terrorize. Grabé los temas íntegros menos las voces, que era lo que iban hacer ellos. Y al final, por falta de tiempo, se quedaron ahí".

"Un día vino otro amigo a casa, le puse los temas para que los escuchara y, por casualidades absurdas, mientras hablábamos le enseñé unos samples de Chiquito que me había descargado por ahí. Ahí se encendió la bombilla y surgió la magia”.

Como es lógico, Nathan nunca imaginó la recepción que tendría su creación. “La gente estaba loca con el Chiquigrind. Además, al mantener la autoría en el anonimato surgieron especulaciones lo más disparatadas. El culmen llegó cuando me dijeron que habia sonado en Radio3 y en Caiga Quien Caiga. Incluso me escribieron desde algunos festivales desde los que ofrecían casi cheques en blanco por hacer bolos. Lo malo de todo ello es que entonces residía en Munich y lo viví todo desde el exilio”, lamenta.

Chiquigrind fue, ante todo, un homenaje. El mismo que el propio Nathan quiere rendir hoy con motivo de la muerte de Chiquito. “Sabía que estaba un poco malito desde hacía un año, e incluso cuando se murió su mujer, hace unos años, ya salió la noticia de que estaba muy de bajón. Me dio mucha pena".

"Era un tipo entrañable, y eso que no lo conocía, pero creo que a todo el mundo le caía bien. Se le recordará como a uno de los más grandes humoristas junto a los difuntos Gila, Pedro Reyes y Eugenio o Martes y Trece y Faemino y Cansado. Con un estilo único y que caló muy hondo en la sociedad de los 90. Imposible de olvidar”.

Si alguien tiene tentación de hacerlo, siempre nos quedará el Chiquigrind.

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