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Los cosplayers suelen iniciarse en la adolescencia

Cosplayers o vivir por y para el anime

Los cosplayers suelen iniciarse en la adolescencia, con algunos amigos. Estar con pares los ayuda a vencer los prejuicios que caen sobre ellos. Angélica León tiene 22 años y no imagina su vida sin esta actividad.

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Esperaba verla y reconocerla. Imaginaba que una persona que lleva la mitad de su vida dedicándose a interpretar personajes de animé sería fácilmente identificable. Está a pocos metros de donde me encuentro, pero no la distingo.

Un grupo extranjero espera para ingresar al museo, algunos niños que han acabado las clases cruzan la plaza y las terrazas reviven después de la lluvia. Una joven elegante mira fotografías impresas.

He perdido la cuenta del tiempo que llevo sin ver a una persona intercambiar fotografías en papel. Es ella, dentro de unos días será una princesa, un lobo, o un guerrero.

En el cosplay hay libertad de elección, los aficionados pueden representar un personaje tan conocido como la Sirenita o hacer uno original. Lo más complejo es la creación del vestuario y, si quieren participar de los concursos que el evento ofrece, elegir la coreografía y la historia que los identifica.

Todo ocurre en tres minutos, aunque ellos hayan pasado la noche en vela, cosiendo y rematando detalles. Un traje puede costar desde 100 euros hasta 1.000. El límite lo pone cada participante.

Los que se inician suelen contar con menos herramientas y recursos. La ilusión de pertenecer hace que, con frecuencia, renueven el vestuario para cada encuentro. Los que llevan más años optan por hacer un buen traje y repetirlo.

Para Angélica la ayuda de su madre fue fundamental. La adolescente en la que estaba por convertirse aún no sabía coser. Se dejaba impresionar por el brillo y los colores de las telas que quería para sus trajes.

Entonces aparecía su madre y la acompañaba en busca de género que, además de bonito, fuera apropiado para lo que ella tenía en mente. Luego volvían a casa a diseñar y coser.

Los trajes que los cosplayers utilizan también pueden comprarse. Internet es el sitio que más productos ofrece, sin embargo muy pocos profesionales de esta actividad recurren a la compra online.

“Te arriesgas a que los acabados no sean perfectos.” Sí, los bajos, los botones, las cremalleras y las mangas pueden hacer de un traje una obra de arte o un disfraz de Halloween para usar solo un día en el colegio.

Las pelucas de cualquier tienda no especializada resultan artificiales y eso, un digno representante del cosplay, lo sabe. Angélica tiene un amigo que comenzó comprándolas, con su tarjeta bancaria, para otros cosplayers que no tenían autorización familiar.

Ellos le pagaban en efectivo y él las solicitaba a las tiendas de Japón, Inglaterra o Estados Unidos. Ahora, ese adolescente aventajado, al que sus padres sí permitían que usara la tarjeta, ha montado un pequeño negocio online de venta de pelucas.

También a ella su hobby la ha llevado hacia el camino profesional. Estudia diseño de modas y aspira a convertirse en figurinista de teatro. Es llamativa la manera en la que mira el futuro, como si no fuera a ocurrir dentro de uno o dos años.

Parece una mujer con los pies en la tierra, atenta, intuitiva y segura. Esa seguridad que se logra solo después de conocer en profundidad un terreno.

“No soy de salir mucho, el dinero que no gasto de noche lo uso para los trajes”. La goma Eva es uno de los elementos más utilizados. Si ellos no lo dicen, a ojos de un mal conocedor, el cinturón es de piel, la armadura de metal y el bastón de madera.

Las convenciones de cosplayers comenzaron el la década del 70 y es uno de los pocos eventos que lejos de mermar en seguidores, los aumenta. España, especialmente la convención de Madrid, se encuentra dentro de las cinco más prestigiosas del mundo.

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