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ENTREVISTAMOS AL AUTOR DE 'SOCIOLOGÍA DEL MODERNEO', IÑAKI DOMÍNGUEZ

Fiestero, hípster o freelance: El moderneo ya es mainstream

Iñaki Domínguez escarba en las entrañas del moderneo rampante como forma de consumo banal, dentro del caldo de cultivo del turbocapitalismo contemporáneo, en las páginas de su nuevo libro ‘Sociología del moderneo’.

-Te suena, ¿verdad? Hoy en día podría ser cualquiera con el uniforme de hipster.

Te suena, ¿verdad? Hoy en día podría ser cualquiera con el uniforme de hipster. Pixabay

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Seguimos a vueltas con lo moderno, nuestro ‘zeitgeist’. El nuevo libro del licenciado en Filosofía y doctor en Antropología Cultural Iñaki Domínguez (Barcelona, 1981), ‘Sociología del moderneo’ (Melusina) se inscribe en ese género ensayístico de ya notable trayectoria que engloba a textos como ‘Rebelarse vende’ (Taurus), de Heath y Potter, ‘La conquista de lo cool’ (Alpha Decay) de Thomas Frank o ‘Hipsters, indies y gafaspastas. Crónica de una dominación cultural’ (Capitán Swing) de Víctor Lenore.

Domínguez aporta a esta trama nuevos conceptos y referencias dentro del campo de la sociología y la filosofía, mezclando su experiencia moderna y malasañera con la teoría. Todo para entender cómo los hípsters y otros pelajes modernos han pasado del 'underground' y la rebeldía a ser la base de las formas de consumo actuales gracias a las redes sociales, la globalización o los procesos de gentrificación.

¿Qué es un moderno?

Los modernos representan una vanguardia en el consumo y representan una vanguardia estandarizada. En España existen desde los años 60 y 70 como producto del boom económico que se experimentó en el tardofranquismo. Se han dado distintas encarnaciones, los hippies, los punks, los fiesteros, que han ido dominando el panorama en diferentes décadas.

¿Es el moderno actual, al que conocemos como hípster, el primero falto de rebeldía o compromiso político?

A nivel político o ecológico, no necesariamente. Los fiesteros también estaban fuera de estas visiones, como los indies. En este sentido el hípster no es tan novedoso. Lo más novedoso del hípster es que abarca más amplios rangos y distintas clases sociales, incluso que llega a gentes de la derecha, y siempre vinculado al consumo.

Los modernos buscan distinción, pero se integran, de alguna forma, en la masa ¿Cómo se come la paradoja de querer distinguirse y a la vez inscribirse en un colectivo tan amplio?

Es curioso cómo funciona el mercado en este sentido. Es algo que aparece en la publicidad constantemente, que te ofrece ser diferente mediante productos que se fabrican en serie. Es una las contradicciones, de los engaños del marketing.

Existe el término griego de ‘acrasia’, que es actuar de manera contraria a los dictados de la razón.

Es algo así. El marketing se beneficia de nuestra necesidad de distinción y también de nuestra conducta profundamente irracional, y más en una sociedad de masas.

Cuando se tocan este tipo de temas suelen levantar ampollas, entre los que se consideran modernos, los que no, etc, pero me da la impresión de que todos participamos del moderneo en mayor o menor medida.

Los modernos puros no predominan, de hecho los que hay resultan casi caricaturescos. Sí que existen gradaciones, personas más críticas, más racionales, con gustos más personales, hay niveles dentro de los propios modernos. Pero es difícil escapar de la mercantilización del yo, sobre todo con el uso de las redes sociales y esa necesidad de proyectar tu propia persona.

¿Por qué el moderneo se ha hecho mainstream?

Desde luego se ha convertido en algo muy ‘mainstream’, por ejemplo este libro está recibiendo bastante interés y eso es prueba de ello. Tiene que ver, una vez más, con el consumo: el capitalismo extiende ahora sus redes con más eficiencia, en la época de la globalización se estandarizan más los estilos.

¿Por qué vivimos en estos procesos de recontextualización y reubicación de los aspectos culturales, en los que se toman referentes de otras épocas y se mezclan en la batidora?

Es porque el mercado tiene la necesidad de vender novedades ‘ad infinitum’ y las novedades no se producen a tal velocidad. Hay que reinventar los fenómenos y ponerles un nuevo nombre, es el fenómeno del ‘rebranding’. Un ejemplo sería el del ‘running’, que es el correr de toda la vida, o el ‘brunch’, que vendría ser el almuerzo. Respecto al interés por lo retro, por mezclar estilos antiguos, puede deberse a que vivimos en una época de estancamiento cultural, donde ya se ha transgredido todo lo que se podía transgredir.

Introduces el término de constelación, como el conjunto de elementos que, combinados, producen una estética ¿Qué es una constelación?

Sí, curiosamente se me ocurrió escribiendo un estado de Facebook, que a veces de ahí salen ideas. Efectivamente es la combinación de elementos que proyectan una identidad. En un hípster, por ejemplo, podría ser la barba, los tatuajes, el gorro, la bicicleta, cosas que por separado no significarían lo mismo. Se trata de una forma de comunicación no verbal estandarizada, que además de indumentaria puede incluir gustos culinarios, destinos turísticos… Son herramientas del mercado para crear identidad, para hacernos pertenecer a un colectivo concreto.

¿Se ha integrado la precariedad laboral, en forma de trabajo autónomo o freelance dentro de esas constelaciones modernas?

Puede ser que sí. Para el moderno el trabajo se convierte en vocación, el tiempo libre se convierte en trabajo, tienes que proyectar una imagen, hacer algo hedonista. Hoy todo el mundo quiere hacer algo creativo, ser actor o fotógrafo. Y, no lo había pensado así, pero es cierto que tiene cierta conexión con la precariedad, trabajar desde casa, tener un horario flexible, lo cual puede parecer atractivo pero tiene su dureza psicológica. Dicen que los funcionarios, dada su estabilidad, tienen menores niveles de estrés.

¿Cómo han contribuido las redes sociales al fenómeno del moderneo?

Internet es un factor que refuerza la globalización de un modo inédito. Ahora los contenidos culturales se transmiten a tiempo real, antiguamente se transmitían por contacto directo, conociendo a gente, mediante relaciones humanas. Como cuando Alaska conoció el punk yendo a Londres con su madre, y los punks en España apenas daban para llenar dos discotecas. Hoy todo eso sucede manera más fluida.

Hablas de transcendencia.¿Es el moderneo sustituto de los grandes relatos como la religión o la izquierda?

Yo creo que viene a sustituir a una comunidad religiosa: compartes unas creencias, unos estilos de vida. El moderneo no está tan vinculado a una ideología tan profunda, pero también hay dogmas, es una comunión. Hoy hay distintas actividades que son sustitutas de la transcendencia como el consumo de sustancias psicotrópicas en discotecas, ser parte de multitudes… son como una experiencia religiosa. Pero ahora los contenidos desaparecen y nos quedamos solo con la representación.

Supongo que tu libro es también un producto moderno que será en gran medida consumido por modernos…

No, yo soy diferente, el moderno es el otro, como suele decirse (risas). Hablando en serio, puede haber una paradoja ahí, como cuando Theodor Adorno critica la industria de los productos culturales pero a la vez los está generando en forma de libros. Mi libro, si tengo suerte, pasaría a ser parte de una de esas constelaciones de modernos. Hoy en día es difícil salirse completamente del fenómeno del moderneo, del mismo modo que es casi imposible ser ecologista sin dañar el planeta en alguna de tus actividades.

¿Qué receta das para llevar con cierta cautela esto del moderneo?

Creo que lo más importante es ser crítico, tener pensamiento crítico, en tiempos en los que se vende el pensamiento positivo tan fuertemente y se nos quiere hacer creer que todo es color de rosa. Hay que mantener una posición escéptica, tratar de conocer la realidad y desenmascarar los engaños.

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