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Hablamos con gente que odia el verano

Parece que lo estemos esperando desde hace meses, pero hay quien considera el verano, con diferencia, la peor época del año. Gente que cuenta los días para que vuelvan el frío y la manta. Hablamos con ellos.

-Un hombre se refresca en una fuente de Córdoba durante la ola de calor

Un hombre se refresca en una fuente de Córdoba durante la ola de calorAgencia EFE

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Es una máxima supuestamente instalada en la mayor parte de la sociedad: el verano mola. Las terrazas se llenan de gente, los días son más largos, las vacaciones auguran diversión y experiencias inolvidables… Todo va bien. ¿O no?

No. O al menos, no para todo el mundo. Cada vez más gente se atreve a decir que el verano es la peor época del año. Que basta ya de ensalzarlo por sistema, como si hubiera que estar necesariamente más contentos cuando llega lo que comúnmente se conoce como “buen tiempo”. Que es hora de salir del armario (entre otras cosas, porque en su interior hace un calor insoportable) y decir a los cuatro vientos que el verano está sobrevalorado. Gente que cuenta los días para que llegue septiembre y la canícula vaya cediendo terreno. Incluso gente que, abiertamente, prefiere el más frío de los inviernos.

“En verano no puedes salir a la calle durante la mayor parte del día por culpa del calor, que encima te deja la tensión por los suelos”, se queja María, de Guadalajara. “Si no tienes piscina, estás jodida. Y yo odio las piscinas. Hay demasiadas horas de sol, porque en este puñetero país se hace de noche a las diez. Si madrugas, acabas cenando tardísimo. Y no te puedes acostar pronto porque te da la sensación de que te estás acostando prácticamente de día, lo que hace que duermas menos”.

¿Más? María tiene mucho más. “Si te vas al campo, está lleno de mosquitos y moscas. Y a no ser que vivas en el norte, España entera se convierte en un secarral horrendo. Si te quedas en la ciudad tienes que dormir con las ventanas abiertas, por lo que te va a tocar soportar el ruido de la calle o del aparato de aire acondicionado del vecino. No hay escapatoria”.

Fernando es uno de esos vecinos que sí tiene aire acondicionado. Y le saca el máximo partido posible: “Cuando llega el calor entro en modo vampiro: durante todo el día bajo las persianas, dejo toda la casa a oscuras y pongo el aire acondicionado al mínimo. Dan ganas de dormir con helados del Mercadona como almohada”, bromea. .

El calor es el denominador común de todos los haters de verano. “Soy muy caluroso”, cuenta Ricardo, de Madrid. “Noto que con los calores se me escapa la vida: por encima de 27°, cada grado que sube pierdo un 10% de energía”, asegura. “Cuando veo a obreros, albañiles o agricultores en verano, se me cae el alma al suelo. En cambio en invierno no suelo tener frío. Y si lo tengo me abrigo, que vivo en Madrid, no Helsinki”, bromea. “En verano no puedes hacer nada. Nada de nada. Sencillamente no se puede vivir. Son meses perdidos”, sentencia.

Bea suscribe las palabras de Ricardo al 100%. “Es llegar el calor y querer morirme”, confiesa. “En verano estoy mucho más irritable, y no necesariamente tiene que ver con que duerma peor: es el calor lo que me pone, directamente, de mal humor. Apenas ha empezado unio y no puedo parar de echar de menos el abrigo y las botas”.

“No es sólo cuestión de que odiemos el calor, es que a partir de determinadas temperaturas, una de dos: o no tienes ganas de hacer nada o sientes una enorme frustración que saca lo peor de ti”, añade Dani, de Valencia. Y va más allá. “Algunos de los peores episodios de la historia han tenido lugar en verano. Tanto las dos guerras mundiales como la guerra civil estallaron en esta época. ¿Casualidad?”, se pregunta.

Quizá no tanto. En 2013, un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Berkeley (California) y publicado en la prestigiosa revista Science llegó a una conclusión similar: existe un vínculo entre la violencia y la subida del mercurio, al menos si echamos un vistazo a la historia reciente. Las olas de calor de EEUU de las últimas décadas coincidieron con un incremento en el número de asesinatos y violaciones. Lo mismo ocurrió en las sequías de India con la violencia doméstica. Y sí: tanto las dos guerras mundiales como muchos conflictos étnicos en África y Asia comenzaron en esta época del año.

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