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"Te será más fácil, si te haces pasar por un tío"

Vender un coche siendo chica y recibir mensajes como: ¿vienes tú incluida?

¿Desde cuándo poner un anuncio en una aplicación de compra-venta de vehículos es sinónimo de querer ligar? Para eso ya está Tinder, señores.

-Vender un coche siendo chica y recibir mensajes como "¿vienes tú incluida?”

Vender un coche siendo chica y recibir mensajes como "¿vienes tú incluida?”Pexels

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Os pondré en situación. Chica quiere vender coche. Chica pone anuncio en tres aplicaciones digitales dedicadas a dicho menester. Chica recibe decenas de mensajes que nada tienen que ver con el propósito del anuncio. Una pista.

Esa chica soy yo y esa chica no entiende qué está pasando hoy en día con las relaciones entre hombres y mujeres (y viceversa). Porque yo me pregunto, ¿en qué momento el cerebro masculino identifica ese anuncio como una búsqueda de una relación sexual y/o romántica?

Puedo prometer y prometo que el anuncio que subí no admitía dobles sentidos. Ni yo aparecía en bikini limpiando las lunas de mi Toyota Auris Híbrido del 2016 (y qué si así hubiese sido, pero por dejarlo claro), ni el texto ni los datos que lo acompañaban hacían referencia a mi edad, medidas, gustos o estado civil. Así pues, ¿qué podría hacer que un hombre identificase ese anuncio como una llamada al cortejo? Ni idea.

No habían pasado ni 24 horas, cuando en mi bandeja de entrada se acumulaban varios mensajes de potenciales compradores. O eso pensaba yo. Me pareció raro, pero mis conocimientos sobre coches empiezan y terminan con la película de Disney, ‘Cars’.

Cuál fue mi sorpresa que, mira tú por dónde, muchos de ellos comenzaban su respuesta a mi anuncio con un “hola guapa”. Toma ya. Mi primer impulso fue querer eliminarlos, pero después pensé que las dependientas de Zara también me llaman “cariño” y no por eso he dejado de comprar en el paraíso low-cost de Amancio Ortega. “Venga, dales una oportunidad”, me dije a mí misma.

Vender coche siendo chica
Vender coche siendo chica | Pexels

El resto de los emails eran aparentemente normales. Eso sí, me pareció curioso la cantidad de preguntas técnicas, fiscales y gubernamentales que me hacían respecto al coche. Además, daban por hecho que yo correría con gastos que, así de primeras, no corresponden al vendedor.

Como mucho, se negocian y se llega a un acuerdo. O sea, que no solo me llaman guapa, sino que se creen que soy tonta. Genial. Los coches y las mujeres, cierto. Se me había olvidado este cliché. Nosotras no sabemos conducir y ellos no saben poner la lavadora. Maravilla de mundo en el que vivimos.

Sin embargo, lo más curioso fue que aquellos que contestaban de manera formal a mi anuncio (con una ‘hola’, ‘qué tal’, ‘estoy interesado en el coche’… etc.) eran los que después se quitaban la careta.

“Bueno, ya me dices cuando puedo ir a verlo, si no le importa a tu novio, claro está”, me escribió uno sin inmutarse. ¿En serio? Y tanto. Cuando recibí ese mensaje me dieron ganas de contestarle lo siguiente.

“A mi novio le importa muchísimo que vayas a ver un coche que estoy vendiendo porque, como todos sabemos, los automóviles de segunda mano se adquieren sin verlos ni probarlos. Es un acto de fe, podríamos decir. Pero bueno, si lo que torpemente me estás preguntando es si tengo novio, la respuesta es no. Seguramente por idiotas como tú que me hacen perder la fe en el género masculino”.

Desgraciadamente, no fue esa mi contestación. Pero planeé algo mejor. Decidí que no quería perder el tiempo con alguien así (pero sí que quería venganza) y simplemente le contesté la fecha, la hora y el sitio de nuestro encuentro. Me gustaría tener una fotografía de la cara que se le quedó a mi potencial comprador cuando llegó y me vio al lado de un hombre al que presenté como mi progenitor.

“Encantada, yo soy María y este es mi padre”, dije con una sonrisa de victoria y satisfacción que solo entendimos él y yo. Chica 1 – Neandertal 0. Por supuesto, mi padre no sabía lo que este chico me había escrito. Si así hubiese sido, me hubiese prohibido quedar con semejante baboso. Y menos mal que no le conté otro de los maravillosos mensajes que llegaron a mi buzón del amor sobre ruedas: “¿Vienes tú incluida?” Aplauso fuerte para él.

Confesaré que disfruté mucho viendo la cara de ese nada interesado comprador haciendo como que estaba súper atento a todo lo que mi padre le contaba, cuando ambos sabíamos que él solo quería salir huyendo de allí. Si quieres vuelves, guapo.

Y aunque esa mini victoria me supo a gloria, en el fondo me da rabia que cosas tan básicas como poner un anuncio en Internet sea una experiencia totalmente diferente para una mujer que para un hombre.

“Te será más fácil, si te haces pasar por un tío”, me dijo mi amigo José Ramón cuando le conté lo sucedido. Bingo. Coche vendido y sin recibir mensajes de dudoso calibre. Sin comentarios.

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