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DIARIO DE UN SUPERVIVIENTE

Soy de allí y te voy a contar cómo es un día en la Feria de Albacete, la más salvaje y bizarra de España

El año pasado, más de 2,5 millones de personas fueron a la Feria de una ciudad en la que apenas caben 200.000. Un non-stop de 10 días sin un sólo segundo de respiro. Pero es precisamente en esa bacanal de caos, alcohol, droga, colesterol, decibelios, muchedumbre y estrés donde reside su encanto y su magia.

-Feria de Albacete

Feria de AlbaceteAgencias

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Desde hace unos años vivo en Madrid, así que tengo la suerte de poder esquivar la inauguración de la Feria. Estamos hablando de 11 días y 11 noches con dos fines de semana entre medias. Pocas fiestas populares vas a encontrar en nuestro país cuya longitud sea tan directamente proporcional a su intensidad.

Y no estoy hablando precisamente de una fiesta en la que cuando se apagan las luces todo el mundo se va a dormir, no. La Feria de Albacete es un non-stop de jarana extrema. Nunca se apagan las luces. Ni un sólo segundo. Literalmente. Es un bucle, una espiral. Un engranaje perfecto de juerga extrema

Los padres que llevan a sus hijos a la Feria matinal se mezclan con quienes regresan de la Feria nocturna. Personas que han consumido ingentes cantidades de droga, que apenas se tienen en pie, pero que se resisten a volver a casa, deambulan por entre tumultos de niños histéricos cuya única misión es montarse, en cuantas atracciones les sea posible, e ingerir, cuantas chucherías les sea posible.

Y es justo ahí, en las churrerías del paseo o en los puestos de algodón de azúcar o de manzanas caramelizadas, donde confluyen ambos grupos humanos. Ambos, por diferentes motivos, necesitan una buena dosis de glucosa para seguir adelante.

Yo he sido uno de esos deshidratados, hambrientos y moribundos resacosos que, lejos de pretender irse a casa tras una noche de pachanga, garrafón, nicotina y gritos, ha buscado desesperadamente refugio en una nueva dosis de algo que me mantuviera en pie y me subiera los niveles de azúcar, preferiblemente: cola o café. Otras veces me he venido arriba y he preferido irme a casa.

Por el camino, me he cruzado con otros zombies como yo y peores. Zombies reptando o directamente durmiendo en el pavimento. Y estoy hablando de, por ejemplo, un lunes a las 8 de la mañana. Si esto hubiera sucedido antes o después de de Feria, hubieras sido el protagonista de una imagen presumiblemente patética y lamentable, pero es Feria, tranquilo: “todo vale”.

Si después de esa cola, café, gambas, chuletón o lo que sea, no te has ido a casa, te espera el 'Templete'. Una histórica y modernista estructura circular alrededor de la que, como manda la tradición, deberás ir a degustar un vaso de sidra y un 'Miguelito' de La Roda mientras un pinchadiscos intenta persuadirte para que, a través de una buena sobredosis reggaetón y electro-latino, te adentres en el corazón del Templete.

El corazón del Templete es una telaraña. Puede que ya no vuelvas a salir de ahí con vida. Si lográs escapar existe la posibilidad de darte un respiro. Para ello, algo muy típico es darse una vuelta por los 'puestos', una especie de mini-zoco. Ya sabes, una excusa para coger aire y decidir qué hacer mientras te compras una pulsera, un monedero, una navaja o un casete de Rumba Tres.

Y hablando de música vintage, durante ese breve periplo de relax, es más que probable que te topes con alguna 'caseta' cuya banda sonora sea la actuación en vivo y en directo de viejas glorias sixties como Los Sirex o Los Pekenikes. Ahí he tenido más de un divertido, incómodo y etílico encontronazo con mis padres.

Después de esa dosis de bajón, o te vas a casa, al Ateneo o a las carpas a terminar de explotar. Entre medias puedes degustar un plato o bocadillo de #ChoriMor (chorizo+morcilla), tradición gastronómica ad hoc donde las haya.

Las carpas no tienen secreto, son discotecas insufladas de música house a más de 1000 decibelios y atiborradas de chonis, canis, cachas y demás especímenes nocturnos, como por ejemplo yo cuando he salido por ahí. El Ateneo es un pasillo con barras y millones de personas con los brazos en alto portando cubatas. Es difícil de explicar lo que es el Ateneo. Es ruido, masificación, sudor, libido, afonía, estrés. Por no hablar de sus aseos, a los que sólo recomiendo ir cuando tu vejiga esté a punto de estallar.

Para muchos, por desgracia, el epílogo perfecto a un día de Feria son las 'Vaquillas'. Y de ahí, de nuevo al principio del artículo y vuelta a empezar. Y todo tiene lugar en 'La Sartén', que es como aquí componemos al recinto que comprende todos los espacios mencionados. Esas miles y miles y miles de personas se concentran, apelotonan y aplastan ahí.

Conozco a personas que les chifla esta feria, personas que incluso han llegado a pedir créditos bancarios para poder salir todos los días. Lo cierto es que para quien acepta las reglas del juego, muy pocas fiestas populares les van a ofrecer lo que les ofrece la Feria de Albacete.

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