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Que alguien me conteste, por favor

¿Qué será de mí cuando todos mis amigos tengan pareja?

Más de la mitad de mis colegas están casados o arrejuntados y de estos la otra mitad se están estrenando ya en esto de la paternidad. ¿Quién se acordará de mí cuando ya no me queden amigos solteros?

-¿Qué será de mí cuando todos mis amigos tengan pareja?

¿Qué será de mí cuando todos mis amigos tengan pareja? Pexels

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“Ya está aquí la pesada de la soltería”, pensaréis muchos de los que me leéis a menudo (y si no lo hacéis ya estáis tardando). Pues sí. Y además ataco de nuevo con un tema que me ronda la mente desde hace un par de meses.

Exactamente los mismos que han pasado desde que mi primera amiga me dijo que estaba esperando un bebé. Hasta entonces, mi grupo de amigos se había ido emparejando y, más o menos, seguían quedando conmigo con asiduidad. Mucho menos, claro está, pero algo era algo. Sin embargo, la llegada de un bebé (y qué decir si son más) lo cambia todo.

Recuerdo cómo en el instituto mucha gente perdía amistades por el simple hecho de que alguna de las dos partes se enamorara. Los celos del que se quedaba soltero y la falta de tiempo del que entregaba su corazón a otro hacían que la relación de amistad sufriese un bache. Bache que, en mi caso, siempre superábamos.

Nunca me he sentido celosa ni me he tomado a mal que mis amigos encuentren pareja. ¡Dios me libre! Es más, me alegro mucho por ellos cuando veo que están más felices que cuando vagaban en soledad por este tortuoso camino que es la vida del soltero.

Lo que nadie te dice con 18 años es que la soltería es sumamente agradable, pero solamente hasta cierta edad. Puede que tus amigos encuentren el amor, pero siguen siendo jóvenes y tienen ganas de seguir saliendo y haciendo planes.

Rompen, vuelven a salir con otras personas, rompen, disfrutan de la soledad, conocen a alguien, rompen, se enamoran de nuevo y se terminan casando. Una sucesión de amores y desamores que yo siempre he visto desde la barrera.

Como chica lista que soy (que no inteligente) siempre he sabido que de no encontrar pareja llegaría un punto en el que me quedaría relativamente sola. Una palabra que siempre he temido pero a la que le estoy cogiendo cierto cariño. No me queda otra.

Aunque las cosas han cambiado mucho desde la época de mi madre, lo cierto es que aún hay gente que me mira con una mezcla de pena y ternura cuando voy sola a los sitios (las bodas ya ni os cuento). No sabría decir la de meriendas a las que he acudido un sábado por la tarde con mis amigas las casadas porque por la noche tenían compromisos familiares y/o con los amigos de sus parejas.

“Vamos a cenar Patri, Jose, Miriam, Luis, Carlos, Aitana, Alfonso y yo”, me dice Laura cuando terminamos nuestra cerveza justo a tiempo para que ella pueda llegar a casa a arreglarse. “¿Tú qué vas a hacer?”, me dice.

Es sábado y tengo varias opciones: quedarme en el sofá comiendo helado al más puro estilo Bridget Jones, conectarme a Tinder y ver si alguien está disponible para café, copa y puro y lo que surja o quedar con mis amigas las solteras. Ninguna de estas opciones me maravilla demasiado, pero como Laura no me ha invitado a esa cena de parejas… Y he aquí la cuestión: ¿Por qué no puedo ir a una cena de parejas sin pareja?

Una chica pensativa en el campo
Una chica pensativa en el campo | Pexels

Yo sigo incluyendo a todas mis amigas, solteras o no, a todos mis planes. Si voy de viaje, de festival… De hecho hago extensiva esa invitación a sus parejas. ¿Qué pasa? ¿Tanta pena doy? ¿O es que en las cenas de pareja se hablan de temas tan enrevesados que no sabré seguir la conversación?

Siempre me ha parecido maravilloso el título de la película de Agustín Díaz Yanes, ‘Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto’. Una maravillosa frase que tomo prestada para aseverar que ‘Nadie hablará de nosotras cuando continuemos solteras’. ¿Por qué? Ni idea.

El gran problema es que es difícil hacer nuevos amigos a determinadas edades. Y sí, ya estará el súper sociable de turno que dirá que esto es mentira. Pues lo siento, pero sí lo es. El instituto, la Universidad, las clases extraescolares, las fiestas, los cumpleaños, las bodas, cambiar de trabajo… Cuando todo esto se acaba… ¿qué nos queda a los solteros? ¿Los bautizos? No me fio de celebraciones donde el protagonismo lo tiene un niño y un chorro de agua que, además, está bendecida.

Al final decidí salir a cenar con mis ‘singles ladies’ y acabamos en el bar de moda a las 2 de la mañana rodeadas de esbeltas universitarias luciendo con garbo sus últimas adquisiciones de Zara. Imposible competir contra eso. Ni quepo en esos ajustados vestidos ni me mantengo serena a la segunda copa porque estoy tan casada de currar toda la semana que desearía hablar con el Dj para que apague la música y me arrope en uno de esos sofás de terciopelo que confieren al garito un halo de puticlub marbellí.

Para que luego la gente casada se queje de tener que ir a comer un domingo con sus suegros. Os lo cambio cuando queráis. En serio.

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