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MAURICIO-JOSÉ SCHWARZ Y LA IZQUIERDA FENG-SHUI

¿Por qué parte de la izquierda cree en la homeopatía y demás pseudociencias?

Dentro de todo el espectro de la izquierda política hay corrientes místicas y esotéricas que dan bola a la superstición y la pseudociencia en forma de homeopatía, reiki, astrología y otros discursos sin ninguna base real. El escéptico Mauricio-José Schwarz las denuncia en su nuevo libro 'La izquierda feng-shui. Cuando la ciencia y la razón dejaron de ser progres'.

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Vivimos en tiempos eminentemente científico-técnicos en los que la gente vuela en aviones, maneja complejas computadoras que caben en la palma de la mano y se beneficia de múltiples avances médicos que alargan la vida y mejoran su calidad.

Sin embargo, todavía hay quien duda del poder del método científico, a pesar de sus éxitos, y da crédito a teorías de la conspiración, peligrosas modas antivacunas, milagros contra el cáncer, zumos detox y otras charlatanerías. Lo peor es que parte de la izquierda, supuestamente racional, apoya algunas de estas creencias.

El escéptico Mauricio-José Schwarz las critica en su nuevo libro 'La izquierda feng-shui. Cuando la ciencia y la razón dejaron de ser progres',publicado por Ariel.

¿Por qué se supone que la izquierda tiene que ser racional y científica?

Las ideas que hoy consideramos de izquierda nacen del cuestionamiento de la realidad social del s. XVII y esos cuestionamientos tienen su origen en los cuestionamientos de la realidad física con los que se da la Revolución Científica. Los datos se empiezan a enfrentar a la forma en la que se ve la realidad y se ve que se puede cuestionar a la autoridad que dice cómo es el mundo físico. Esto se lleva al terreno social por la vía de los enciclopedistas: la injusticia, porque así creó Dios el mundo, deja de ser el orden natural. Los reyes no tienen sangre azul, sino roja, como todos los demás. A lo mejor todos somos iguales, cuestionemos el orden social. Este cuestionamiento, propio de la izquierda, es una idea puramente racional.

El Antiguo Régimen tenía algo de sobrenatural.

De hecho, tenía mucho. Durante una época los reyes nombraban a los obispos, el Papa tuvo que pelear esto. Luego el Papa coronaba a los reyes. La soberanía provenía de Dios, y llegaba al rey a través del Papa. Obedecer al rey era obedecer a Dios. La democracia era ir contra esa jerarquía sobrenatural.

¿Qué es la izquierda feng-shui?

Es un nombre que inventé en 2010 para distinguir a una corriente mística, esotérica, posmoderna dentro de la izquierda. Rechaza la visión racionalista, materialista, naturalista del universo. Ha tenido diferentes nombres, hay quien la llama izquierda mística, izquierda magufa o izquierda kumbayá, el término izquierda feng shui ha tenido éxito porque es eufónico.

¿Cuando nace?

Nace con la propia izquierda. Entre los ilustrados tenemos a Rousseau, que también es contrailustrado, que dice que al hombre le destruyó la Razón, que tenía que estar de vuelta a la naturaleza. Con la lógica habitual de la izquierda feng-shui Rousseau nunca se desnudó y se fue al bosque, porque la ciudad es más cómoda. También decía que el arte contaminaba a los seres humanos, pero amaba la música.

¿Cuál es la fuerza actual de la izquierda feng-shui?

Es dominante en ciertos ámbitos, por ejemplo en las ideas sobre los transgénicos predomina sobre cualquier posición de carácter racional. Puedes poner sobre la mesa 25 años de estudios sobre los transgénicos y no sirve de nada. También en el tema de las nucleares o en la introducción de pseudoterapias como el Reiki en la atención sanitaria, desperdiciando un dinero que es limitado. Y no es privativo de un partido, está presente en mayor o menor medida en todo el espectro de la izquierda. Tiene éxito porque parece que nos está librando de algún mal terrible al que estamos sometidos.

¿Es más atractivo para el público creer en una historia falsa que en la realidad?

Es más fácil y rápido. Es muy fácil decir que los transgénicos te hacen daño cuando te los comes. Para explicar por qué no te lo hacen tendría que hablarte un buen rato y darte muchos datos. Tenemos un problema de comunicación. Es fácil para el agricultor Josep Pàmies decir que te puede curar el cáncer con las plantas que cultiva, pero no es tan fácil decir por qué esto es falso y por qué no ha curado a nadie del cáncer. Son argumentos más elaborados.

¿Cómo se puede resolver este problema?

Educación, educación y educación, y cuanto antes mejor. Hay que enseñar a mantener actitud crítica y que los datos son los datos independientemente de tu opinión. El problema es que no solo educan las escuelas, sino también la sociedad, las familias, las redes sociales y sobre todo los medios de comunicación. Hay que aumentar la masa crítica que no acepta los mitos.

En los medios se habla de muchos contenidos de la ciencia, que atraen al público, pero quizás no se explica lo suficiente qué es el método científico y por qué nos da un conocimiento mejor…

Yo doy charlas en institutos, y uno de los puntos claves que toco es cómo sabemos que sabemos algo, cómo podemos estar seguros. Cuando chavales de 16 años lo descubren conmigo a mí lo que me sorprende es que no se lo hayan enseñado a los 12. Hay una diferencia muy clara entre la certeza y la creencia. Los medios igualan al papanatas que estudió un curso de feng-shui y dice que la Tierra es plana con un astrónomo del Planetario de Madrid que traen para que discuta con él. Da la impresión de que son cosas equivalentes, pero uno se inventó lo que dice y el otro lo sabe con certeza.

¿Funciona el argumento de autoridad?

Sí, se piensa que hay un médico que tiene un método muy bueno para curar el cáncer que sólo conoce él, pero eso es cosa de otro siglo. Hoy eso es materialmente imposible.

Hay médicos que apoyan la homeopatía.

Pero eso da igual. Es como si tienes a un astrónomo haciendo horóscopos, eso no hace que los horóscopos sean buenos.

“A mí me funciona”, dice la gente.

A veces se confunde la correlación con la causación. Si yo hago algo y ocurre algo después, no quiere decir que lo primero sea la causa de lo segundo. Puede serlo o no. La ciencia controla las variables para estar segura de cuáles son las causas de los fenómenos. Por ejemplo, del 90% de las enfermedades nos curamos solos. Si estoy enfermo y hago reiki, muy probablemente me cure, pero no por el reiki, ni por la homeopatía. Igual que si le rezo a Santa Raquel. Ya le han puesto nombre: el “amimefuncionismo”. Es pura superstición.

Otra confusión común es entre lo “natural” y lo “artificial”, siendo bueno lo primero y malo lo segundo.

La confusión es creer que algo no es natural. Hay un determinado número de elementos en el universo y todos son naturales, no hay nada que no sea natural. Dicho esto, hay sustancias producidas por el hombre que no existen sin la intervención del hombre. El que eso sea malo en general es muy difícil de aceptar como premisa, y sin embargo es el argumento del neoprimitivista. Este es el recuerdo de la infancia feliz, todo era muy bonito porque solo nos acordamos de lo malo. En el pasado todo estaba bien y se contaminó. En la Biblia, en el Génesis, es la misma historia: vivíamos en el Paraíso, pero fuimos castigados por querer conocer el bien y el mal. Es un mito que existe en muchas culturas. La obsesión por lo natural es la reedición de la culpa judeocristiana. El animal más venenoso del mundo es muy natural.

Existe una “lista de la vergüenza”, que recopila el escéptico Fernando Frías, que muestra como los conocimientos esotéricos y pseudocientíficos penetran en las universidades e instituciones públicas.

Siempre han estado ahí, solo que ahora protestamos. En una época incluso era legítimo estudiar parapsicología porque a lo mejor había algo allí. Luego el debate fue superado: no, no hay nada. Llega un momento en el que hay que entender que has estudiado los unicornios, pero no existen. Cuando los gurús orientales empezaron a llegar a los Estados Unidos era común que diesen charlas en las universidades. Ahora creo que las universidades europeas están rechazando con más fuerza las pseudociencias en vez de mirar para otro lado. El Colegio de Médicos de Madrid miró para otro lado respecto a la homeopatía durante muchos años, muchos dimos la lata, de pronto se llegó a una masa crítica, por mucho que sorprenda a Rosa Montero, y el Colegio se dio cuenta de que no podía seguir fingiendo demencia y ha tenido que tomar posición.

¿Cuáles son las derivas más peligrosas?

Las más visibles expresiones del problema son los antivacunas y los transgénicos. Son vertientes distintas porque una tiene apoyos gubernamentales y la otra es un temor social extendido por gente con intereses muy extraños, desde el que vive de demandar laboratorios hasta gente que promueve el miedo para lograr poder y admiración. Andrew Wakefield, promotor de las ideas antivacunas es un ser miserable cuyo único lugar es la cárcel. Tiene la responsabilidad sobre familias engañadas que no quieren vacunar a su hijo porque piensan que le van a hacer daño. Estas necesitan información y cariño. Una vez más, el problema es que no sabemos cómo obtenemos conocimiento fiable. No sabemos cómo valorar conocimiento.

¿Qué es el cientifismo?

Una palabra que se inventó Hayek, un filósofo que tenía dos defectos enormes: posmoderno y neoliberal. Para él cientifismo era la necedad de algunos de aplicar el método científico a las ciencias sociales. Se equivocaba: la única forma de abordar las ciencias sociales para que sirvan de algo es el método científico. Pero se utiliza como insulto habitual para decir que alguien solo cree en la ciencia como forma de conocimiento. Sin embargo, esto no lo ha afirmado nadie: se aprende Derecho sin utilizar la ciencia, o Historia, o a tocar el violín, hay muchos tipos de conocimiento legítimo más allá de la ciencia. Pero la ciencia, hasta ahora, es la única forma de adquirir conocimiento válido sobre el universo físico.

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