Flooxer Now» Noticias

CAMBIOS FATALES, SILENCIOS INCÓMODOS Y QUEMADURAS

Pesadilla en la peluquería: la vida amargada por unos meses

Hay personas que le tienen miedo a las peluquerías. A algunas les hicieron justo lo contrario a lo indicado, a otras les dañaron el cuero cabelludo y también abundan las que tuvieron la vida amargada seis meses o incluso más. Hablamos con algunas de ellas sobre las tragedias capilares que vivieron y sus consecuencias.

-Maquillaje

MaquillajePixabay

Publicidad

El estilismo capilar puede llegar a tener mucha importancia en la psicología de una persona. Su propia percepción y la de los demás depende en parte de esa apariencia, por lo que la gente suele querer dejar su cabello en manos de confianza.

A veces esas manos dejan de ser accesibles, o directamente no hemos encontrado ningunas y la búsqueda nunca acaba, pero la inquietud a la hora de atravesar la puerta de una peluquería es algo bastante común. “¿Con qué aspecto saldré de aquí?”, se pregunta siempre Carolina C., de treinta y cinco años, “¿cómo me afectará, saldré contenta o insatisfecha? ¿Me sentiré rara? Espero no sentirme rara.”

“Cuando llega la hora en que veo que me vendría bien un corte de pelo me suele estresar un poco, me da rabia tener que solucionar otra vez eso. No tiene una importancia crucial en mi vida pero es verdad que siempre me ha puesto nerviosa. De pequeña me cortaba el pelo mi madre pero a los quince o así me di cuenta de que su técnica era un poco chapucera y muy limitada y fui a la peluquería, una que me recomendó una vecina. Estaba nerviosa, mi madre no lo hacía muy bien pero había poco riesgo, te cortaba las puntas y fin. Allí me exponía a un montón de cosas.”

Preferí callarme

“Supe que no era lo mío desde el primer momento. Le expliqué a una peluquera desconocida lo que quería (que me hiciera unas capas y no me cortara mucho de largo) y tenía que fiarme totalmente de ella. Mientras ella trabajaba veía que algunas capas las estaba dejando muy cortas y que se estaba pasando con el largo en general y era muy engorroso pararla para decírselo, me daba palo y además iba muy lanzada, muy rápido, preferí callarme y esperar que saliera bien y si no esperar a que me creciera el pelo. Mis temores se confirmaron, cortó más de la cuenta por todas partes y salí con mala cara. No era grave pero estaba un pelín disgustada. Me dio rabia pagar por un disgusto.”

Como un médico que quiere lo mejor de ti

La primera experiencia de Mariluz, de treinta y cuatro, fue mucho más cara y dramática: “Tenía diecisiete años y se me había antojado hacerme un corte estilo bob recto con flequillo, que entonces no se llevaba nada, y fui por primera vez a una peluquería de estas de cadena, de centro comercial, pensando que aquello era garantía de que iban a saber lo que molaba o algo así. La peluquera que me tocó era muy joven y tenía muy pocas referencias, estaba obsesionada con hacerte lo que se llevaba, insistiendo en que ella era estilista y por lo tanto especialista en imagen, como un médico que quiere lo mejor para ti.”

“Me cansé de discutir, quería irme directamente pero me veía allí atrapada y no había manera de entenderme con la chica. No tuve la fuerza necesaria y me resigné. Me convenció para hacerme prácticamente lo opuesto a lo que yo iba buscando: el pelo a capas, sin flequillo, la raya en medio y mechas rubias. No tenía nada que ver conmigo, dinero malgastado y aquello fue caro, casi cincuenta euros. Salí muy ofuscada. Me teñí el pelo de mi color en mi casa a los dos días, quería olvidarme para siempre de aquellas mechas.”

A Mariluz, un día que iba buscando salir con un rubio ceniza uniforme, le pusieron las puntas rojas: “No sé cómo me liaron que salí así. En este caso no me disgustaba del todo pero no era en absoluto mi idea y eso me incomodaba, sentía que se habían empeñado en conducirme por un camino absurdo.”

Flequillo como el de Amelie

Pero a estas alturas ya se las sabe todas: “Estas veces que salieron mal seguía dándome cosa contradecir a la peluquera, pero después de tantas experiencias fallidas y caras soy una negociadora muy dura. O me garantizas que vas a hacer justo lo que quiero o nada. Pero aun así sabes que te la juegas porque te pueden decir que sí y que luego sea otra cosa.”

Fue lo que le ocurrió a Miri un día que quería una especie de corte bob que acabó en tragedia: “Lo único que me daba miedo era que quedara demasiado corto para mi gusto porque odio el rollo Amelie, y para entonces ya estaba escaldada y le advertí a la peluquera mil veces. El flequillo, por favor, lo que sea pero que no me quede corto el flequillo.”

“Pues nada, a última hora retocando un poco el flequillo de este lado y luego de este otro cada vez más arriba hasta que me planté molesta y le dije que ya estaba bien, que la estaba liando justo con lo que le había dicho que no jugara, pero el daño ya estaba hecho. Si al menos hubiera sido como el de Amelie, es que quedó más corto todavía".

"Tenía un toque como de cacerola, qué mal me quedaba, y encima no estaba ni bien hecho, los lados desiguales, la nuca mal rematada, y como era bastante corto tardó en crecer. Cuando me acuerdo de aquel año todo tiene un aire tragicómico por culpa del pelo. Y después me peló otra que hasta ella me cobró con mala cara de ver lo feo que era lo que me había hecho.”

Un desastre de mayores dimensiones

Bea tiene veintinueve años y, soñando también un rubio ceniza, vivió un desastre de mayores dimensiones: “Me hicieron dos decolorados y el segundo me quemaba mucho desde el principio. Me dijeron que no me preocupara si picaba o quemaba un poco así que tampoco me alarmé pronto pero aquello se volvió insoportable".

"Las dos peluqueras me decían que aguantara, que faltaba poco, que era la forma de que quedara bien… Lo intenté unos minutos más pero me estaba volviendo loca en la silla, tenía ganas de patalear, era una tortura, me hervía la cabeza y exigí que me lavaran con agua fría inmediatamente. La piel del cuero cabelludo estaba roja y cubierta de burbujas y el pelo se me deshacía en algunas zonas como un chicle estirado. Me dieron un vale por otra sesión pero nunca quise volver. Las pompas me siguieron doliendo más de una semana y el pelo tardó en recuperarse pues ni lo sé, más de dos años.”

Me cortaron un palmo de tirón

Cristian, de veinticuatro años, estaba muy orgulloso de su melena ondulada y surfera y sólo quería sanearse las puntas después del verano: “Me había costado mucho dejarme crecer el pelo como yo quería y me gustaba así, me llegaba por los hombros y sólo tenía las puntas un poco quemadas. Pues me preguntaron por dónde lo quería, señalé un par de dedos y me cortaron más de un palmo del tirón".

"Allí no dije nada porque me daba pereza y de todas formas ya no tenía remedio, pero salí muy disgustado y me obsesioné durante meses con alcanzar el largo anterior. Todavía estoy esperando. Ir a la peluquería puede ser agradable o un pequeño infierno.”

Cuando Carolina sale de la peluquería tranquila, sin ningún estropicio, piensa que “he superado una especie de gestión odiosa en la que todo puede salir bien o mal o normal. Si salgo bien o normal, es como si me hubiera quitado un peso de encima. Me alivia pensar que estoy libre de ese estrés un mínimo de uno o dos meses o hasta tres. Hace tiempo que voy siempre al mismo sitio, que por fin he encontrado unas chicas de las que me fío, y está más o menos controlado, pero por si acaso nunca bajo la guardia.”

Publicidad