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¿No es inquietante que cada vez haya más espacios ‘pet-friendly’ y menos lugares donde admitan niños?

Los perros y los gatos son los nuevos hijos

La verdad es que no sé ni por qué lo pregunto. Perros y gatos han escalado posiciones en una sociedad en la que mujeres y hombres parecen estar más dispuestos a buscarle pareja a su mascota que a encontrarla ellos mismos y/o reproducirse.

-Mascota

MascotaAgencias

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Habrá quien se ofenda cuando lea este artículo. “Mira tú que comparar un animal con un hijo carne de tu carne”, dirán muchos. Pues sí, señores y señoras, en pleno siglo XXI cada vez es más frecuente encontrarse con personas cuyas vidas giran en torno al cuidado de sus mascotas.

Y no por motivos laborales, no. Por puro amor incondicional. De hecho, si alguna de estas personas está ahora mismo leyendo estas palabras muy probablemente estará subiéndose por las paredes (o su gato, vete tú a saber) por el hecho de escribir la palabra mascota. Porque aquí está la clave, queridos amigos, los animales de compañía ya no son mascotas, ahora son miembros de la familia.

La frase popular “cuando tengas plantas en casa y no se te mueran, podrás tener un hijo” parece haber evolucionado a “cuando tengas un perro o gato en casa y no se te muera, podrás tener un hijo”.

El problema (o no) es que muchas persona solteras (y también casadas pero sin descendencia) parecen haber encontrado en las mascotas (lo siento, no hay mucho más sinónimo en lengua española para referirme a ellos) a los sustitutos perfectos de los hijos. “Te dan muchísimo más amor y son mucho más agradecidos”, oigo a menudo. En mi opinión, son ‘amores’ diferentes. O por lo menos deberían serlo.

He de decir que nunca he tenido perro ni gato (ni tampoco hijo), a pesar de que insistí muchísimo cuando era pequeña en que quería uno (de lo primero, no de lo segundo). “No, es toda una responsabilidad y seguro que al final me toca cuidarlo a mí”, me dijo mi madre zanjando el asunto. Contestación que también sería aplicable si le hubiese preguntado si le parecería bien que tuviese un hijo ahora. Total, los hijos ahora los cuidan los abuelos, así que.... Pero bueno, vamos al tema que me desvío.

Creo firmemente que cualquier persona que supere la treintena estará de acuerdo conmigo en que antes los perros y gatos eran eso, perros y gatos. Uno se preocupaba por ellos pero no los humanizaba.

Recuerdo que mi tía sí tuvo varios perros. Estaban muy bien educados, tenían su hueco en el sofá, no se subían a las camas, tenían sus horarios de paseo…. Vaya, que sabían quién mandaba en casa.

Ahora, las mascotas son los pu*os amos. Así de claro. Recogemos sus cacas en bolsas con más cuidado y mimo que un desactivador de bombas, les compramos abrigos para el invierno, chaquetitas de entretiempo, calcetines para las pezuñas cuando llueve, les pedimos agua en los restaurantes (y nos enfadamos si no tienen un bebedero para ellos).

O les ponemos un ‘personal coach’ si vemos que no evolucionan adecuadamente en eso del ‘sit’ y ‘pata’, duermen con nosotros en la cama, comen pienso de marca (mientras tu único capricho es ese risotto congelado del Día Gourmet), buscamos hoteles que admitan su presencia y, si no lo encontramos, nada de dejarles con la abuela, ¡a una guardería de pago!... Y así podría seguir todo el milenio.

De hecho, ojito al siguiente dato. ¿No es inquietante que cada vez haya más espacios ‘pet-friendly’y menos lugares donde admitan niños? Exacto. Cuidadito con lo del ‘Adults Only’ porque si yo fuese niño ya estaría con la mosca detrás de la oreja.

No solo no me dejan entrar a muchos restaurantes y hoteles, sino que mi presencia está siendo sustituida por animales. Tela. Además, que levante la mano el que no haya asistido a conversaciones entre dueños de mascotas que luchan (cual padres primerizos) por hacerse con el premio de “mi mascota lo hace mejor”. Minipunto para vosotros, guapísimos.

Por tanto, creo que es más que obvio que las mascotas (sobre todo los perros) son los nuevos hijos. Algo que, a servidora, no le hace ni la más mínima gracia. ¿El motivo? Sinceramente, creo que nos estamos volviendo majaras. Quizá sea porque no entiendo que mucha gente rechace la idea de tener progenie, pero se lance a los brazos de un perro o gato y lo cuide como si fuese su hijo.

Se gastan auténticos pastizales en su salud, en su ropa (¡su ropa!), juguetes, guarderías, paseadores, peluquerías….He visto a gente llorar la pérdida de una mascota como si le acabasen de arrancar el corazón. Y después, esa misma persona no ha derramado ni una sola lágrima en el funeral de su abuela.

Ahora es cuando se abre el verdadero debate. ¿Era la abuela la maldad en persona y se merecía que a su nieto le diese completamente lo mismo su fallecimiento? “Quizá el perro estuvo ahí para él siempre y su abuela no”, dirán algunos. Interesante. Lo que me lleva a lanzar una hipótesis en cuanto al motivo por el que las mascotas son, sin lugar a dudas, los nuevos hijos.

Un bebé con su peluche
Un bebé con su peluche | Pexels

Dado que, a día de hoy, tratamos a las mascotas como si fuesen seres humanos, las únicas diferencias que encuentro entre un hijo y una mascota es el ‘feed-back’ y las emociones que te hacen sentir y a las que te expones con cada uno de ellos.

Me explicaré mejor y pondré un ejemplo que, aunque quizás polémico, resume bastante bien mi idea al respecto. Quien tiene un hijo se arriesga a enfrentarse al dolor insoportable (y anti natural) de su pérdida. Sin embargo, a mascota muerta, mascota puesta, si es que quieres. Otro ejemplo es que de una mascota no esperas nada. Eres feliz cuando mueve el rabo al llegar a casa y no te planteas si conseguirá la note de corte para entrar en la universidad o de si tendrá acceso a un buen trabajo.

Las decepciones de una mascota siempre serán más llevaderas que las de un hijo. ¿Qué es lo más grave que puede hacer un perro? ¿Comerse ese informe en el que llevas trabajando siete meses? Bueno, si es que con esa carita… ¡cómo le vas a regañar! Y ahora es cuando retomo la mítica frase que os comentaba al principio de este artículo: “Te dan muchísimo más amor y son mucho más agradecidos”.

Vale, de acuerdo. Pero nadie se ha planteado que es porque, quizá y solo quizá, ¿no tienen opción de hacer otra cosa? A ver, tontos no son. Les das de comer, un techo sobre el que vivir, les das mimitos… ¿Quién rechazaría algo así? Los humanos. Pero, qué queréis que os diga, para mí es mucho más reconfortante y valioso el amor de una persona, aunque te acabe odiando porque de pequeño no le dejaste ser bailarín y ahora es bróker en Nueva York, que el de una mascota.

Pero supongo que será porque para mí una mascota es eso, un animal de compañía al que mantendré en las mejores condiciones y al que querré, pero al que no atribuiré ningún tipo de cualidad ni sentimiento humano.

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