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JUNTO A UN GRUPO DE ACTIVISTAS POR LOS DERECHOS DE LOS ANIMALES

Pasé la Noche de Difuntos frente a un matadero en una vigilia por los animales muertos

“Los animales que mueren aquí todos los días lo hacen después de una vida de mierda”, cuenta una de las presentes. “Una vida llena de soledad y de sufrimiento que tiene su última parada en este lugar". La cita es a las diez de la noche. Las indicaciones para llegar son prácticamente nulas. El lugar es inhóspito. El olor, nauseabundo. Y hace un frío considerable.

-Vigilia por el derecho de los animales frente a un matadero de Madrid

Vigilia por el derecho de los animales frente a un matadero de MadridDani Cabezas

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Noche del 31 de octubre. Mientras media ciudad se disfrazaba de personajes supuestamente terroríficos y la otra media despotricaba contra esa tradición norteamericana de celebrar Halloween, un pequeño grupo de activistas optó por celebrar la Noche de Difuntos de una manera distinta: rindiendo un sentido homenaje a los miles de animales que mueren cada día tras los muros de los mataderos.

No son pocos. Se calcula que cada año se sacrifican en España 560 millones de pollos, 51 millones de gallinas, 37,5 millones de cerdos y 19,3 millones de corderos, según datos de la FAO. Animales destinados al consumo humano y que, tal y como recuerdan los organizadores de la vigilia de esta noche, tienen derecho a ser respetados, pues sienten y sufren igual que nosotros.

La cita es a las diez de la noche, pero algunos de los participantes no terminan de llegar hasta bien entradas las once. Se entienden los motivos: como la gran mayoría de los mataderos, las indicaciones para llegar son prácticamente nulas.

El lugar es inhóspito, en un callejón sin salida junto a la M-40 madrileña.

El olor, nauseabundo.

Y hace un frío considerable.

Nada de ello amilana a la organizadora del acto, que en manga corta y con ayuda de sus compañeros dispone las velas y carteles que han elaborado para la ocasión. Uno imita la forma de una tumba con la leyenda “Aquí inocentes ejecutados”.

Otro muestra simbología nazi para denunciar lo que denominan un holocausto en toda regla junto a la palabra “perdón”. Y varias pancartas recuerdan que el veganismo es el único camino de cara a lograr un mundo más justo para los animales. La mayoría son mujeres, como ocurre a nivel global en el movimiento por los derechos de los animales.

“Soledad y sufrimiento”

“Los animales que mueren aquí todos los días lo hacen después de una vida de mierda”, cuenta una de las presentes.

“Una vida llena de soledad y de sufrimiento que tiene su última parada en este lugar. Todos los que estamos aquí conocemos esta realidad, y por eso hemos venido. Nosotros, los humanos, lloramos a nuestros muertos en el Día de Difuntos. Pero ellos no tienen a nadie que llore por ellos, ni por sus hijos y sus madres. Por eso queremos mandar este mensaje a esos seres inocentes: no todos los humanos somos iguales. Y nosotros somos su única voz”.

Otro de los activistas cuenta su caso personal. “Soy una persona que ha cambiado su posicionamiento. Que ha hecho uso de la razón y ha madurado sobre sus hábitos de vida. Me di cuenta de que no podía seguir así. Con 16 ó 17 años menospreciaba esta lucha, incluso me burlaba de ella, pero hoy le doy la importancia que merece”, explica.

“Mucha de la gente que mañana criticará este acto no quiere entender de lo que les estamos hablando, pero la brecha está hecha y buena parte de la sociedad acabará dando ese paso tarde o temprano. Porque la razón está de nuestra parte”.

“En su día se reían de los que pedían igualdad para los negros, como también lo hicieron de las mujeres que exigían el derecho al voto”, apunta otra de las presentes.

“Dentro de unos años la gente mirará atrás con vergüenza al recordar lo que les hemos hecho a nuestros hermanos, los animales”.

La concentración termina con un prolongado silencio. También con un recordatorio de lo que ocurrirá este sábado, cuando se celebra en la plaza de España de Madrid el llamado 4N antiespecista: una manifestación para exigir el fin de la explotación animal.

Café con sangre

“¿Dejamos aquí las velas y los carteles?”, pregunta una de las chicas antes de irnos “Claro: al menos los trabajadores que vengan mañana lo verán, aunque dudo mucho que les haga reflexionar lo más mínimo”, lamenta otra de las presentes.

“Hace poco me acerqué a la cafetería de aquí al lado y los matarifes salían a tomar café con la ropa llena de sangre, sin inmutarse”.

Hay quien sí se plantea la dimensión ética de trabajar en un lugar como este. “Conozco a una persona que, tras varios años trabajando en la sala de despiece de un matadero, dio un giro a su vida y dejó de consumir productos animales”, cuenta uno de los jóvenes.

“Han pasado años, pero sigue traumatizado: muchas veces, cuando cierra los ojos, sigue viendo los ojos de esos animales y escuchando sus gritos de angustia”.

“Una vez haces la conexión entre lo que pones en tu plato y el sufrimiento que conlleva, no puedes seguir viviendo como si nada”, me cuenta otra de las activistas.

“En mi caso no me costó en absoluto dejar la carne, y el mero hecho de recordar su sabor me produce arcadas. Eso sí: olvidarme del queso fue un poco más difícil”, bromea.

Acto seguido vuelve a reivindicar con seriedad una lucha que considera fundamental: “Es ridículo ver cómo hay personas feministas, antirracistas o defensores del colectivo LGTBI que no ven necesaria ni prioritaria la lucha contra la opresión animal. Nosotras luchamos por los derechos de todos, animales humanos y no humanos. Y continuaremos con esta lucha hasta que la última jaula quede vacía”.

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