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Nos criticamos a muerte, que nadie lo dude

Las mujeres somos muy crueles entre nosotras (y te lo dice una de ellas)

Desde pequeñas, las mujeres competimos por ser las más guapas, listas y exitosas. Y si eso implica destriparnos las unas a las otras, lo hacemos.

-'Chicas malas'

'Chicas malas'Agencias

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Hace poco más de dos semanas, Mónica y yo comentábamos la última jugada amorosa de nuestra amiga Aurora. Esta última está en racha y no hay fin de semana que no acabe revolviendo las sábanas de su cama con un candidato diferente. Bien por ella, ¿o no? “… y mira tú que no es nada del otro mundo físicamente, pero claro, tiene actitud y eso lo es todo”, me dijo Mónica con ese tonillo que implica que es una crítica en toda regla.

Lo que mi amiga estaba queriendo decir de forma velada es que Aurora es más bien fea y está entrada en carnes. Sin embargo, derrocha simpatía y tiene una energía que es contagiosa. Una descripción que se ajusta a la realidad, pero que no le quita mérito para que su vida sexual sea de diez últimamente. Ese comentario hiriente me hizo pensar una cosa: “¿Es que las mujeres no podemos alegrarnos de corazón por los triunfos de otras?”.

Echo la vista atrás hacia mi más tierna infancia y me doy cuenta de que en las charlas de patio, la envidia ya se atisbaba en los corrillos femeninos. La que era muy lista era tachada de poco agraciada, la muy guapa de poco lista y el resto luchábamos por no ser encasilladas. También recuerdo que era frecuente que varias chicas, íntimas a morir, dejasen de golpe de hablarse. Las discusiones estaban a la orden del día. ¿Por qué?

Nos criticamos, sí
Nos criticamos, sí | Pexels

Yo nunca fui popular en mi etapa de estudiante. En ninguna. Ni colegio, ni instituto, ni universidad. Quizá por eso me encantaba observar a los demás. Y el patrón en los grupos femeninos siempre se repite. Nos criticamos las unas a las otras, incluso a las que juramos no hacerlo jamás.

Mi amigo José Ramón, al que conozco desde los 14 años, me dijo un día: “Es que las chicas sois muy tiquismiquis”. Me encantó que nos definiese así porque lleva toda la razón. Si Laura no avisa a Marta de que ha quedado con Andrea, Marta entra en cólera, la critica a sus espaldas, pero luego siguen siendo tan amigas. O algo así.

Si Alberto no avisa a José Ramón de que va a tomar una caña con Luis, José Ramón pasa del tema. Y si le molesta, coge el teléfono, llama a Alberto y se une al plan. Simple. Como los hombres, podríamos decir. Y he aquí donde siempre he creído que las mujeres deberíamos fijarnos más en ellos. Puede que sus amistades sean más superficiales, pero sinceramente creo que son más leales.

Puedo contar con los dedos de una mano las ocasiones en las que he oído a un hombre criticar a otro que sea su amigo. Peor todavía, a otro, a secas. Sin embargo, y muy a mi pesar, me faltan dedos para hacer lo mismo cuando se trata de dos mujeres. ¿El motivo?

No creo que sea algo intrínseco a la mujer. Igual que tampoco creo que el hombre sea simple por naturaleza. Me parece, sencillamente, que la educación y el entorno social en el que vivimos nos ha moldeado así. Los hombres no se ven los unos a los otros como amenazas. Las mujeres sí. Y odio decir esto, pero el patriarcado tiene la culpa. Si nos vemos como enemigas, no luchamos juntas. Divide y vencerás. Blanco y en botella.

La publicidad y lo que se espera de nosotras socialmente tampoco nos pone las cosas mucho más fáciles. Así pues, cuando una de nosotras consigue todos los requisitos para poder ser considerada una ‘superwoman’, instantáneamente morimos de envidia. ¿Justo? No, pero así hemos sido programadas en una sociedad que espera todo de nosotras sin dar nada a cambio.

El verdadero problema es que criticamos sin darnos cuenta. Como he explicado al inicio, yo crecí criticando a las demás porque era lo que se hacía en el patio del colegio. Los chicos jugaban al fútbol y nosotras nos dedicábamos a destripar a Paula porque llevaba la falda muy corta y solo quería llamar la atención.

Cuando crecí y llegué a mi primer trabajo, me di cuenta de que las mujeres seguimos actuando de la misma manera. Si asciendes, te has acostado con el jefe. Si te llevas bien con el jefe es porque quieres un ascenso. Es un círculo vicioso del que no se sale nunca. Y os diré una cosa: criticar es agotador. En serio.

Sin embargo, creo que las mujeres hemos empezado a tomar conciencia de este tremendo error que cometemos. Lo sé porque en mi grupo de amigas ya ha salido un par de veces la frase de “¿os dais cuenta de cómo la criticamos sin justificación alguna?”. Bingo. ¿Seremos capaces de cambiar? Realmente, espero que así sea porque si no, mal vamos.

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