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EL DESTINO PERFECTO PARA PERDERSE

El laberinto de El Resplandor existe, está en un pueblo de Cantabria y lo ha hecho un señor como medida anti-crisis

Para los que quieran descubrir destinos turísticos insólitos, este sin duda lo es. El artífice es un operario de montes llamado Emilio, quien, hace un año, y con la idea de darle a su hija un trabajo estable, ideó y construyó un inmenso laberinto con 4000 pinos. Una idea a priori descabellada, que ha terminado convirtiéndose en una potente fuente de ingresos para los vecinos de Villapresente.

-Laberinto de Villapresente

Laberinto de VillapresenteCedida

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Es algo así como el Adrian Fisher español. Fisher es el rey de los laberintos. Ha diseñado y construido más de 700. Emilio Pérez Carral, nuestro protagonista, de momento sólo tiene uno, pero es el más grande de España, lo cuál no está nada mal para empezar. Las cifras hablan por sí solas. Para levantarlo, Emilio ha plantado 4.000 pinos que suman cuatro kilómetros de longitud y una altura de 2,5 metros. En total, 5.000 metros cuadrados de laberinto.

Emilio es operario de Montes desde hace 30 años, con lo que ha adquirido una serie de conocimientos que le han servido para poner en pie esta colosal estructura. Algo que terminó haciendo por diferentes motivos. Su fuente de ingresos era la venta de pinos, venta que se paralizó por culpa de la crisis. Pero como decía Einstein: “En tiempo de crisis, la imaginación es más importante que el conocimiento”. Y ahí fue cuando se le ocurrió qué hacer con ese casi incontable excedente de pinos.

Emilio tiene un cerebro privilegiado y un hombre con una sobredosis brutal de optimismo y confianza en sí mismo. Aunque lo cierto es que, según él, la inspiración y el motor de este proyecto fue su hija, quien también fue devorada por las fauces de la crisis. Emilio asegura que, pese a que sus vecinos le llamaban loco y otras cosas por el estilo, creó el laberinto para que su hija pudiera tener un trabajo, y no sólo eso, sino un trabajo con buenas condiciones y buen sueldo. Esto me hace pensar en que a veces los padres hacen lo imposible por perseguir esa utopía en la que, por un lado desean que sus hijos se independicen, pero por otro, que no lo hagan muy lejos de casa.

Hay un señor dentro del laberinto, 'el tío de la vara', o así al menos lo llama Emilio, que se dedica a acompañar a quienes no pueden o no saben salir, ya que de ser así, los días de mucha afluencia, el laberinto se colapsaría. Este también es otro puesto de trabajo que no existiera sin el laberinto. Y no sólo eso, sino que todos los negocios de la zona han incrementado sus ingresos gracias al laberinto.

Hay que tener en cuenta que ha habido días que han pasado por allí más de 2000 personas que han pagado 6 euros por una entrada para adultos y 3 para niños. Un negocio más que rentable que ha llegado a eclipsar incluso a las cuevas de Altamira, que se encuentran a poco más de un kilómetro de allí.

El de Emilio es una mezcla de varios laberintos inspirados en otros laberintos ingleses del siglo XVIII y XIX que servían como entretenimiento a las clases más adineradas. Y aunque no esté adornado con esculturas clásicas este laberinto cuenta con un parking gratuito y está preparado para que puedan acceder a él personas en silla de ruedas y mascotas, siempre y cuando vayan atadas. De hecho, en la entrada proporcionan bolsas gratis para las deposiciones de los cánidos.

Lo que no proporcionan son mapas ya que lo que Emilio pretende es que la gente se pierda: “si no se pierden no se divierten”. Asegura Emilio que la gente suele encontrar la salida en una hora y media como mucho, aunque siempre hay unos cuantos que acaban atrapados en un bucle. Pero bueno, para esos casos, y como decía antes, ya está el tío de la vara y una serie de salidas de emergencia que le han impuesto construir para evitarse posibles e incómodas situaciones imprevisibles.

Hace poco más de un año que abrió y apenas tiene publicidad. Básicamente ha sido el boca a boca lo que ha conseguido que en un futuro este laberinto pueda llegar a convertirse en un clásico a la altura de laberintos míticos como el de los Jardines de la Reina de Corazones de Alicia, el del Minotauro, o el de, por su puesto, 'El resplandor'.

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