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El tickling puede concebirse como un juego de roles consensuado

Hablamos con un experto en fetichismo de cosquillas: Juego de roles y mucha risa

El fetichismo de cosquillas, más conocido como knismolagnia o tickling, está en estrecha relación con el de pies, pero en principio se engloba en otro sector, el de los llamados fetichismos de acción. Los practicantes del juego son denominados tickler (la persona hacedora de cosquillas) y ticklee (la persona receptora de las cosquillas) y su relación puede ubicarse en un contexto BDSM o no. Hablamos con Barefoot Tickler, experto en la materia, para que nos cuente los pormenores de este complejo juego.

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Nos encontramos ante un fetichismo asociado al de pies pero basado en un fundamento distinto: “Es un fetichismo asociado al de pies por la cantidad de terminaciones nerviosas que estos albergan,” explica Barefoot Tickler, “pero es un error hacer una sub catalogación puesto que la finalidad es diferente. Es por ello que la persona que realiza las cosquillas busca hacerlas donde más reacciones provocan. De nada sirve hacer cosquillas en los pies sin conseguir una respuesta física.”

El tickling puede concebirse como un juego de roles consensuado, a menudo vinculados a la dominación y la sumisión, pero dentro del mapa del BDSM se ubica en un lugar curioso. Hay quien las considera algo demasiado suave y hay quien las cataloga como la peor de las torturas.

“Dentro del BDSM hay quien no lo considera una práctica con suficiente vehemencia, por lo que se encuentra en un divertido limbo en el que prima más como juego en el que se ejerce determinado control que en una actividad vinculada a la dominación. Sin embargo hay otra gente dentro del BDSM que lo considera un castigo igual de efectivo que otros".

"En la mayoría de artículos se habla de cosquillas para alcanzar el orgasmo. Es cierto que en una fase suave del tickling se puede jugar con las texturas y la suavidad para provocar cierto placer, y que el juego no ascienda a otra cosa. Ahora bien, a la mayoría de ticklers les encanta provocar reacciones fisiológicas evidentes.”

La concepción popular del juego suele enfocarse por caminos erróneos, puesto que la finalidad del tickling no es alcanzar el orgasmo a través de las cosquillas, sino que las cosquillas y las reacciones que provocan suponen un fin en sí mismas: “Lo que se disfruta en esta práctica no son las propias cosquillas en el caso del receptor o receptora -aunque todo depende de su grado de sensibilidad- sino más bien su puesta en práctica con el fin de obtener las reacciones fisiológicas características. Con esto quiero decir que la persona que las recibe puede disfrutar de las cosquillas o no, aunque siempre dentro de una relación consensuada. El objeto de las cosquillas no es provocar placer en la otra persona -que puede ser derivado pero no como fin último-, se trata de generar una serie de reacciones que pueden llevar al placer por el hecho de producir ese estímulo o de la derivación del control a la persona que las ejerce.”

¿Qué tipo de reacciones fisiológicas busca entonces un tickler? Barefoot Tickler, como tickler experimentado, lo sabe muy bien: “El tickler o la tickler tiene claro lo que busca del acto de realizar cosquillas. En primer lugar, casi todos estarían de acuerdo en que lo principal es la risa. Cuanto más potente sea una carcajada, más intensa, más variaciones tenga, cuanto más se intercale con mensajes al tickler, más excitante resulta. En segundo lugar, las reacciones del cuerpo, que en un reflejo involuntario es incapaz -salvo en casos de control mental extremo- de mantener quieta la parte cosquilleada. Todos los espasmos producidos son una fuente de estímulos para la persona que hace cosquillas. Quizás en último lugar lo que excita sea rozar las partes del cuerpo en las que se provocan las cosquillas, sobre todo si hay un fetiche adyacente sobre esa parte. Para un amante de los pies o de las axilas puede ser muy estimulante estar en contacto con esa zona. De hecho un tickler al buscar la risa y las reacciones, si se centra en una parte del cuerpo sin cosquillas por mucho que le satisfaga el contacto con esa zona pierde el objetivo último del juego.”

Mientras que en la posición del tickler está bastante clara, el caso del ticklee es más complejo y entraña enfoques muy interesantes: “Si la persona que recibe las cosquillas es sumisa, la satisfacción puede venir del hecho de tratar de soportar el castigo que impone la otra parte. Pero puede que ni una parte ni la otra sean dominante o sumisa. Entonces el placer puede derivar del propio juego, de complacer a la otra parte, de ver qué se siente cuando cedes el control. Y también el placer puede originarse en este caso del reto personal por conocer los límites propios.”

¿Y qué pasa con esas personas que afirman no tener cosquillas, cómo afecta eso a un tickler? “Hay mucha gente que se tira años sin que les hagan cosquillas, por eso pueden llegar a pensar que las han perdido o que las sienten con menor intensidad. Pero enfrentarse a las cosquilllas nunca deja indiferente, lo cierto es que hasta las personas que piensan que no tienen, siempre son sensibles en algún punto. En parte uno de los retos del tickler es averiguar dónde se sienten y cómo provocarlas. Desde luego lo más frustrante para quien provoca cosquillas es hacerlas y que no haya ni una sola reacción.”

Una vez en el juego, explorar la parte psicológica suele ser buena idea porque aumenta las sensaciones físicas e incrementa la inmersión en el rol, y el uso de la ironía es un factor determinante para la diversión de ambas posiciones.

En cuanto a la parte práctica, “son muy frecuentes las plumas para empezar con levedad, si la persona es sensible eso da pistas de dónde se localizan las cosquillas. Después suele llegar el turno de las manos, que en la mayor parte de casos son el instrumento favorito porque te da pistas del tacto -en mi caso particular me encanta rozar la zona del vientre y el diafragma para ver cómo se contrae- y se puede hacer la clásica araña muy despacio, a veces muy efectivo, o directamente clavar los dedos con la fuerza justa para que provoque risa y no dolor.”

Para elevar al máximo la intensidad de esta práctica suele haber dos pasos: “Primero utilizar cualquier aceite lubricante o crema para sensibilizar una zona. En el caso de los pies, humedecerlos potencia la sensibilidad a lo bestia. Después, en el caso de los pies ya sensibilizados, rascar con un cepillo para el pelo que tiene muchas púas provoca sensaciones extremas. A partir de ahí la imaginación manda. Una vez llegué a usar un mando de la tele porque lo tenía a mano y el tacto de los botones en la planta del pie hacen que flipes”.

Tengamos en cuenta que, como cualquier práctica, contempla un proceso de iniciación. El conocimiento mutuo y la progresión son fundamentales: “La situación ideal para un tickler es poder inmovilizar a la otra persona mediante ataduras u otro tipo de restricciones. Pero no por ello es menos tickling estar en el sofá con tu pareja y de repente apresar su pie y hacerle cosquillas 20 segundos, no tiene que ser un tormento del infierno. Hay gente a la que cinco minutos le pueden parecer devastadores y otras personas que se pueden tirar dos o tres horas tranquilamente”.

Aunque lo ideal sea la inmovilización, si no existe una confianza previa suficiente o la persona en el papel de ticklee se agobia, la práctica se puede realizar sin ataduras de ningún tipo. “La idea es provocar las cosquillas durante un periodo prolongado, pueden ser 20 segundos o 2 minutos, lo que la otra persona aguante. Y si se ata pues depende de cada uno. Se puede pactar un tiempo o una palabra de seguridad”.

La gracia del juego está en seguir un orden progresivo: “Buscar los puntos, jugar con la sensibilidad previa y la psicología de la persona que recibe cosquillas, elevar la intensidad y buscar las carcajadas intensas. Luego todo se puede intercalar en otro tipo de orden, pero yo creo que la pericia de un tickler o una tickler está en conocer a la otra parte y evitar que se desfonde a la primera de cambio".

"A todo el mundo que lo práctica le gustan las carcajadas fuertes e intensas, pero de nada sirve provocarlas durante tres minutos si ya no vas a poder seguir. Muchas veces lo más importante que debe saber la otra parte es que tú eres capaz de provocar cosquillas con la intensidad que quieras y en la parte que quieras, es decir, tener a la otra parte dominada psicológicamente. A partir de ahí un simple gesto de acercar los dedos puede ser tan efectivo como provocarlas”

Para Barefoot Tickler resulta importante ayudar a liberar este juego tan accesible y divertido de todo estigma: “Hay que despojar ciertos fetiches de su aura de depravación y transformarlos de cara a la opinión pública en meros juegos que escoges o no practicar. Mucha gente se alarma todavía con algo tan básico como lo de los pies. Todas las partes del cuerpo son susceptibles de ser admiradas y mimadas de diferentes maneras.”

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