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ASÍ ES EL TURISMO EXTREMO EN EL MANHATTAN DE ALICANTE

Me fui a Benidorm y acabé en un concierto de María Jesús y su acordeón

Me fui a Benidorm porque varios amigos, sin conexión entre sí, me dijeron que habían ido y que era una pasada. ¿Se estaría poniendo de moda entre nuevos públicos que tradicionalmente consideraban este sitio zafio, masificado y cutre? También porque, preocupado por los procesos de turistificación madrileños, quería conocer el turismo en estado puro, el turismo destilado y reconcentrado, la Idea Platónica del Turismo.

-Playa de Benidorm en temporada alta

Playa de Benidorm en temporada alta Getty Images

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Me fui a Benidorm y, al llegar, una mujer asombrada, mirando a través de la ventana del tren, dijo: "Aquí es donde vienen los arquitectos a hacer prácticas". Esta es la mayor concentración de rascacielos de España, la mayor densidad rascacielos por habitante del planeta. En densidad por metro cuadrado, solo la supera Nueva York. Levanto la mirada al brillante cielo alicantino y ahí la tengo: la Manhattan del Mediterráneo.

La anécdota inaugural de este sitio la protagonizó el célebre alcalde Pedro Zaragoza, atrevido falangista, que, determinado a convertir Benidorm en una gran capital del turismo, cogió una Vespa y se fue a Madrid a ver a Franco. Le pidió que permitiera el bikini en sus playas, y el dictador, con buen tino, dijo que sí.

Benidorm pasó de ser un minúsculo pueblo de pescadores en los años 50 a toda esta movida. A Zaragoza casi le excomulgan, por cierto. En uno de los montes que domina toda la panorámica hay una enorme cruz. Es curioso: las organizaciones católicas la colocaron ahí para conjurar el pecaminoso uso del bikini que dio lugar al fenómeno Benidorm. Está a la vista que no tuvieron ningún éxito, pero ahí sigue, como reclamo turístico. Abajo Satán hace de las suyas.

Sobredosis de placer

Llegué a Benidorm, bajé del tren, y por fin estaba en este lugar de sol y playa, hormigón y alcohol, que más que un lugar real es un icono en el imaginario colectivo, tirando a mal. Los pieles rojas danzaban por doquier, sin camiseta, con una pinta infinita de cerveza en la mano, gritando en un cerrado acento mancuniano. Huyeron de las brumas del lejano norte y dicen "fokin" todo el rato.

Pero Benidorm es bueno, porque todo aquí está pensado para provocar placer, para alimentar las más bajas pasiones. Ciudad de Dionisios a la orilla del Mediterráneo, la vista se empalaga de coloridas ofertas en cada centímetro cuadrado de campo visual.

Bingo. Cerveza, medio litro a dos euros. Sex shop. Mini golf. Tiendas de baratijas. Viajes en barco. Happy hour en pub inglés. Helados. Juegos infantiles. Conciertos de banda tributo. English breakfast. Tatuajes. Pizza por todas partes, y paella, y curry, y enchiladas, y burguers. Congreso mundial de despedidas de soltero y soltera de todas las temáticas. Pollas gigantes. Licorerías. Fútbol en pantallas mastodonte. Camisetas con esloganes estúpidos. Casas de apuestas. Putas. Todo está aquí pensado para el deleite inmediato de los sentidos.

Todo para dar gustirrinín sin complejos, sin barreras estéticas, sin freno, sin ahorro en horterismo. Lo tomas o lo dejas. Pero la rueda seguirá girando. Aquí en invierno viven unas 70.000 personas. En verano llegan al medio millón. Todos estos se ocuparán de pasarlo canica por ti. Únete a ellos.

Ahora a todo el mundo se le llena la boca con la búsqueda del "turismo de calidad" y hay quien considera a esto "turismo basura" o "turismo low cost", aunque da jugosísimos réditos. Una nueva ley de la Comunidad Valenciana busca hacer todo esto sostenible y combatir el rechazo, la llamada "turismofobia". Yo prefiero acuñar un término menos despectivo y más ajustado: el turismo extremo. El turismo extremo es al turismo normal y corriente lo que el crack al Lucky Strike, para entendernos.

María Jesús y sus pajaritos y sus mineros

Por casualidad, la primera noche recalamos en 'El rincón de María Jesús y su acordeón', la artista eterna que popularizó la canción 'El baile de los pajaritos'. Cómo no, nos sentamos a ver su show. Su establecimiento hostelero está forrado, literalmente forrado, de fotos de María Jesús con todo tipo de 'celebrities' de ayer y de hoy: de Parada a Víctor Manuel, de Paco León a Ramoncín. No pueden faltar Georgie Dann y varios triunfitos que no sé cómo se llaman.

El público está compuesto principalmente por jubilados de Burgos, El Bierzo y Valladolid, algunos toman cerveza y otros poleo menta. María Jesús, delante de un telón plateado de mago televisivo de los ochenta, toca grandes clásicos como 'Suspiros de España', 'Clavelitos' o 'Soy minero'.

"Muchísimas gracias querido público y quiero presentar aquí mis respetos a todos los mineros de Villablino" -dice María Jesús-, "de verdad que sois admirables".

Los mineros retirados la ovacionan, le sacan vídeos y fotos, y a mí se me ocurre un titular sensacionalista: "María Jesús apoya la lucha de la minería española contra su desaparición". Más allá de esto, este show es la muestra perfecta del Benidorm del turismo de tercera edad, de los celebres viajes del Imserso. Un tipo de turismo que, dada la apuesta brutal por este modelo económico, fue necesario atraer en los años 80.

Durante sus primeros 25 años de existencia los viajes del Imserso crearon 100.000 puestos de trabajo en España. Un monstruo como Benidorm no se puede sostener solo en los meses de verano, así que tiene sus otros apoyos en jubilados, españoles y extranjeros, que lo visitan o habitan durante el resto del año.

La ciudad no para de buscar nuevos públicos: una de sus últimas apuestas es el turismo LGTBI con diferentes festivales. También vienen últimamente algunos tronistas de 'Hombres, mujeres y viceversa' como reclamo para ciertos garitos. Uno puede optar a una mesa vip cerca del famosillo pastelero. Casi tocarle.

Sexo en la playa

La playa de Levante se dice de ambiente "internacional"; es decir, que hay miles de ingleses y, en menor proporción, otras nacionalidades de allende nuestras fronteras. Jóvenes españoles de piel bruñida por el sol caminan por la arena tórrida vendiendo mojito y "sexo en la playa" (la bebida, se entiende), con un notable ceceo que saben le gusta a los hijos de la Gran Bretaña.

"¡Aló!, ¡mojitou!, ¡zez on de bich!", gritan sin cesar.

La sufrida policía municipal, azul oscuro del tobillo al cuello bajo el sol abrasador, se pasa el día persiguiendo a vendedores ilegales, descuideros y otros truhanes de las arenas. Una tarea sin fin, propia de Sísifo, el juego eterno de policías y ladrones. Del sexo en la playa de verdad, el que no es un coctel, ya se dio buena cuenta en 'Videos de primera' y otras cumbres del zapping televisivo.

La idiosincrasia de Benidorm ya fue imaginada por el visionario alcalde Zaragoza en los 50: su plan urbanístico, aún vigente, profetizaba una gran ciudad en vertical (donde solo había un pueblín) al lado de unas playas muy extensas de aguas cálidas y cristalinas, con excelente orientación y protegidas de los vientos (las tres más importantes tienen la Bandera Azul que otorga la Unión Europea).

Un microclima perfecto y miles de personas apiladas en enormes edificios: todo el mundo a un paso de la arena. Los techos del skyline de Benidorm son, a día de hoy, los enormes Gran Hotel Bali (el hotel mas alto de Europa, con 186 metros) y el In Tempo (de 192 metros). Aquí al cielo no le pica nada.

Elvis no estaba muerto, estaba de parranda

A ver, en los garitos nocturnos hay toros mecánicos, ese es el nivel. La llamada zona guiri viene a ser una mezcla de Magaluf y Gibraltar dislocada e hiperetílica dentro de la ciudad. Los españoles no existen aquí (cosa que no entiendo, porque esto hay que verlo) y nosotros recalamos con afán antropológico, cegados por las flipantes luces de neón, propias de Las Vegas, y las enormes pantallas que proyectan espectáculos de boxeo.

A los guiris, más allá de cierta gastronomía, no les interesa profundizar en la cultura española: aquí todo es pub inglés, comida inglesa, lengua inglesa, nada recuerda que estamos en Alicante, salvo la temperatura. Una diferencia notable con la fiesta española es que aquí toda la música es buena.

Como los extranjeros no tienen el Corazón Latino, etc, prefieren escuchar northern soul, ska, o rock and roll, bien por ellos. En una noche vemos a una buenísima banda de rock (los Rockabilly Rebels y, después, en otro bar, a unos perfectos impersonators de los Beatles. Nos cuesta percatarnos, pero son los mismos músicos disfrazados).

Porque la música, por supuesto, es uno de los grandes pilares del ocio en Benidorm. Aquí se celebró el famoso Festival de Benidorm del que salieron estrellas como Julio Iglesias o Raphael. Ya no se celebra ese Festival (aunque sí otros, como el Low o el Fuzzville!!!) pero abundan los conciertos, grandes y pequeños, en multitud de bares. En este circuito (bares como el White Star o el Talk of the town) más que estrellas hay imitadores.

-Vaya, aquí hay un tributo a Bob Marley, digo.

-Sí, venid, os invito a un chupito de licor de manzana o vodka azul, nos dice el pescador de almas.

-Pero, ¿es en directo?

-Bueno, sí, pero no es Bob Marley de verdad. Bob Marley está muerto.

-Ya. Para mí licor de manzana.

Fuimos. Hay un gran circuito de 'impersonators' de estrellas en Benidorm. Por los bares uno se topa tocando a David Bowie, a Freddie Mercury, al Rat Pack de Sinatra, Dean Martin y Sammy Davis Jr., a Tom Jones, a Rod Stewart. Lo hacen bien. En los locales bailan viejos y jóvenes, los niños duermen en las esquinas, hay bebes en carricoches, el ambiente es entre macarra y familiar.

Más tarde y en algunas calles la cosa se pone en plan hardcore. Gogós semidesnudas bailan en plena calle y hay espectáculos de sexo en vivo. No todo es de color de neon: en algunas esquinas prostitutas negras se la chupan a asquerosos ingleses ebrios y barrigudos disfrazados de Spiderman. Supongo que habrá alguna pelea, aunque no la presenciamos. Vómitos sí.

Sociología del hiperturismo

Nos preocupa la turistificación de Lavapiés o la Barceloneta, del centro de las grandes ciudades, y con mucha razón, pero el hiperturistificado Benidorm no parece tan problemático. Porque Benidorm vive por y para el turismo, este es ya su destino ineludible. De hecho lo ideal sería que este tipo de actividad se reserve a este tipo de reservas indias y no haga metástasis en ciudades enfocadas a otros tipos de actividad económica.

Hubo un sociólogo muy vinculado a Benidorm, que alcanzó cierta notoriedad en décadas pasadas. Salía mucho en la tele y lucía mostacho. Se llamaba José Miguel Iribas y falleció en 2015: no era ningún indocumentado, de hecho se había formado en París como discípulo de Henry Lefevbre. Ahora es hijo adoptivo de la ciudad.

Lo que decía Iribas, es que esta ciudad significaba un turismo sostenible: al crecer en altura, en grandes rascacielos, supone un menor coste ecológico que urbanizaciones, chalets o campos de golf, son las ventajas de la ciudad densa que concentra el 45% de la renta turística de la Comunidad Valenciana en solo un 1% del litoral.

Benidorm es eficiente porque, además, está todo el año lleno, no como la gran mayoría de destinos turísticos del litoral, que languidecen en invierno. Además, señalaba Iribas, Benidorm ofrece varias alternativas de ocio a cada hora del día y para todo tipo de públicos, de clases y edades, como una gran capital. Aquí todo el mundo tiene algo que hacer y todo el mundo se roza, como quería la urbanista Jane Jacobs. El sociólogo decía que este lugar era como "una Coca-Cola de litro".

El prestigioso periodista y crítico José Manuel Costa me cuenta que lleva 50 años frecuentando la ciudad: "Benidorm esta literalmente abierto todo el año. Y es lo suficientemente grande como para perderse si uno quiere. Por otro lado, no hay skyline como este". En su defensa de la ciudad coincide con las tesis de Iribas.

"El modelo me parece estupendo", dice, "el plan general urbano sigue siendo el de 1958, algo increíble y ha impedido una especulación tan salvaje como en otros lugares: no hay ni había nada que recalificar. Tal vez si el desarrollo del turismo de masas de hubiera concentrado en una docena de Benidorms, el resto de la costa habría sufrido mucho menos".

Por si fuera poco, señala que toda la bahía de Benidorm es parque natural acuático desde hace un decenio años y ahora hay mas peces y algas de los que hubo nunca. Yo lo vi nadar a mi alrededor en la cristalina cala de Mal Pas.

Por desgracia soy ateo, pero me gustaría, más que un Dios furioso o pacato, como los del Antiguo y Nuevo Testamento, un Dios impersonator de Elvis, con patillas, vestido de lentejuelas blancas, que hubiera diseñado un Paraíso idéntico a Benidorm. La izquierda tiene que posicionarse de una vez, y en plan trinchera, para que cuando nos sustituyan a todos por robots no nos manden a todos a la cola del Inem, sino a estas playas de Levante.

Aunque Benidorm siempre nos ha hecho mucha gracia a los esnobs, desde un punto de vista ecuánime y contemporáneo reírse de Benidorm resulta clasista y prejuicioso. Aquí vienen los ancianos, los jóvenes enloquecidos, la clase obrera, la gente normal, el 99%, los que quieren divertirse. Aquí viene la sal de la tierra, la peña a ser feliz un rato. Y criticar a aquellos que solo buscan una pizca de felicidad en mitad de los horrores cotidianos es de malnacidos.

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