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LLUVIA DORADA, ORINARSE ENCIMA O LLENAR UN VASO

Hablamos con fetichistas de la orina

Los juegos con orina, a los que se suele aplicar el simpático eufemismo de watersports (deportes acuáticos), suponen un fetiche muy popular entre los amantes del sexo experimental. Alterar su densidad, aroma y color, presentar la sustancia en diferentes recipientes o disfrutar de las delicias del omorashi, ese placer tan concreto consistente en aguantarse el pipí hasta mojar la ropa, son sólo algunas de las diversiones que este líquido dorado ofrece a sus adeptos.

-Más allá de la lluvia dorada, existen más deseos

Más allá de la lluvia dorada, existen más deseosPixabay

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En el marco sexual, dentro de los juegos escatológicos, los que incluyen orines suelen ser los más populares. La sencillez del proceso, la escasez de riesgos y la gracia natural encandilan a esta curiosa especie de deportistas acuáticos, que no tienen por qué verse atraídos también por las heces humanas.

De hecho, en ninguna de las entrevistas realizadas se ha manifestado interés por explorar ese nivel más avanzado y marrón por la escatología, bastante más arriesgado para la salud. Sí han surgido múltiples formas de disfrutar la micción, todas muy personales y llenas de cláusulas. No es lo mismo urofilia que urofagia, aunque la primera puede contener a la segunda. Los urófilos aman la orina, pero sólo los urófagos la ingieren.

Begoña, por ejemplo, considera la recepción de orina en la cara y en la boca uno de los divertimentos más entrañables dentro de los juegos de roles que suele practicar, pero sus condiciones son muy concretas.

“Me encanta ponerme de rodillas en la ducha, que me lo echen y beberlo así, directamente del chorro, me parece bonito y me parto de risa, pero no podría hacerlo en ningún otro lugar ni de ningún recipiente, sería demasiado engorroso. Es una cuestión estética y divertida. En un vaso me resultaría insoportable, sentirlo caliente y ver la sustancia acumulada no es lo mío, me da asco sólo de pensarlo”.

Begoña añade que necesita complicidad y reciprocidad para disfrutar del gesto, que a la otra persona también le divierta y le excite la idea: “El pipí en sí me da un poco igual, lo importante es la conexión que crea la situación, perversa y tierna al mismo tiempo. Sin eso el pipí en sí no tiene ningún encanto especial para mí”.

A Roberto, sin embargo, le atraen también los vasos y pueden suponer un atractivo extra para la actividad, hasta el punto de que a veces le apetece orinar en recipientes de cristal.

“Jugar a ser una especie de WC humano me gusta, pero lo disfruto mucho más si veo a alguien mear en un vaso grande o una jarra, poder observarlo desde lejos, y que luego me lo ofrezcan y poder olerlo y tocarlo con tranquilidad, dedicarle un rato. Además suelo preferir que me echen encima el contenido del recipiente a bebérmelo, aunque las dos cosas tienen su gracia”.

La sustancia, especialmente si es abundante y clara, despierta un interés intrínseco en Roberto, que asegura haberse excitado en ocasiones sólo de escuchar el precipitado de otra persona a través de la puerta del baño.

“Una cosa que me pierde es que el pipí sea tan abundante que rebose el vaso y chorree”, añade este entusiasta de la urofilia, capaz de apreciar la visión de sus propios líquidos.

“Me gusta echarlo en vasos grandes y botes de cristal, ver cómo se van llenando, olerlos, mancharlo todo y luego recogerlo, es mi pequeña fiesta privada”.

Hablando de suelos chorreados, es hora de mencionar algún que otro desastre. La primera vez que Patricia, a los veinte años, decidió orinar en el suelo de la habitación de un amigo de confianza que la observaba desde la cama, se tiró un buen rato en cuclillas.

“No había meado nunca en un lugar prohibido como el suelo de una casa, pero se nos ocurrió la idea y nos hizo ilusión probar. Me pude pasar allí esperando casi media hora, empujando, con el esfínter cerrado a cal y canto. Sentía que había una especie de barrera psicológica muy fuerte que romper. Al darme cuenta de eso precisamente me dio rabia y me empeñé”.

Y con el empeño llegó el pequeño desastre: “Primero cayeron algunas gotas muy tímidas y parecía que aquello se cerraba otra vez, pero entonces lo conseguí y empezó a salir un buen chorro. Nos pusimos muy contentos y nos reímos a carcajadas, pero no nos habíamos dado cuenta de que el suelo estaba inclinado hacia el centro de la habitación, donde estaba la cama. Debajo de la cama había cajas de cartón con ropa, apuntes y recuerdos de la familia. No nos dio tiempo a reaccionar y se mearon un montón de cosas. Fue un lío pero nos reímos mucho, la verdad”.

El accidente no le quitó las ganas a Patricia de seguir experimentando: “Desde entonces, poco a poco, he ido probando de todo. De que me mearan en la bañera y mear yo, pasé a beberlo y como me parecía muy divertido lo he acabado ingiriendo hasta de un biberón".

"Otro pequeño desastre sin mayores consecuencias fue cuando me lo hice encima, en la calle, con la ropa puesta. Iba volviendo a casa sola, no me podía aguantar y decidí dejarme llevar. Nadie se dio cuenta, pero a mí me gustó, y eso que no me lo esperaba. Cuando llegué a casa me masturbé. Fue hace poco y el suceso me dio un montón de ideas.”

A esta curiosa peculiaridad de la urofilia se le dio en Japón el nombre de omorashi, y consiste en encontrar excitación sexual en las ganas de miccionar hasta que se vuelven incontrolables y se acaba orinando con la ropa puesta, normalmente en público, en compañía, o las dos cosas. El final feliz con ropa mojada es un factor esencial, y el ataque de vergüenza y engorro posterior le suele añadir puntos.

Javier, como Patricia, descubrió que esta actividad le interesaba por casualidad: “Estaba con mi novia en un concierto y ella tenía que ir al baño, pero había tanta cola que le dio pereza y dijo que podía aguantar, que no tenía ganas de esperar, que lo volvería a intentar en un rato. A los pocos minutos estábamos hablando de pie y algo nos hizo gracia. Le dio un ataque de risa y se le fue, se meó en los pantalones. Yo también me estaba riendo pero cuando vi la mancha creciendo en los vaqueros de repente me puse cachondísimo. Fue una sorpresa”.

Javier tuvo suerte y la excitación fue bien recibida y compartida por parte de su pareja, pero el tabú de la urofilia es pesado y mucha gente lleva estas inclinaciones en secreto por miedo al rechazo.

Es el caso de Tomás: “Siempre me atrajo y desde la adolescencia he consumido porno que incluyera lluvia dorada, especialmente amateur, pero no he encontrado nadie que quisiera compartir la afición y me da un poco de pena. Una vez me atreví a proponerle a una chica que me meara encima mientras nos duchábamos, algo bastante suave, y reaccionó fatal, me hizo sentir asqueroso y ridículo. Por si acaso no lo he vuelto a intentar.”

Las fantasías que nos confiesan

Como en todas las parafilias, la fantasía cobra una importancia crucial. Internet está plagado de historias de ficción con escenas de omorashi y el propio Javier es aficionado a fantasear con las posibilidades que tal vez un día le brinde el líquido dorado: “Tengo muchas fantasías, que me meen en la playa, cambiar el olor y el color con la comida, guardarlo en la nevera como si fuera zumo…”

La orina ofrece muchas diversiones, adoptando aspectos diferentes dependiendo de los líquidos y alimentos que ingiramos. La estrella, por supuesto, es el espárrago, que le aporta un olor muy característico, pero también es interesante recurrir al café, el té, las bebidas alcohólicas, el plátano o el ajo y observar los cambios en el aroma. Para alterar radicalmente el aspecto, los suplementos de vitamina B, como la B6 o la B12, le aportan una apariencia fosforescente de lo más pintoresca.

Pero el truco que más curiosidad despierta tal vez sea el de ser capaz de orinar con el pene en erección, habilidad que requiere entrenamiento y un gran control de los esfínteres. La sensación es parecida a la que genera la necesidad de orinar con la típica erección de la mañana.

“Parece que es imposible porque cuando se abre un conducto se cierra el otro”, explica Mark, “pero si entrenas puedes llegar a conseguirlo, sobre todo en las primeras fases de la erección. Cuanto más cerca estás de eyacular más difícil se pone. No he llegado tan lejos, pero es verdad que con la práctica vas avanzando cada vez más. El proceso es curioso y divertido. Y algo muy placentero que suelo hacer es orinar justo después de la eyaculación. Es como descargar todas las tensiones juntas”.

Mark tiene un par de consejos finales que ofrecer: “No hacerlo nunca por sorpresa porque puede incomodar mucho a la otra persona, claro. Ingerir mucho líquido. No fiarse de las cantidades que aparecen en el porno porque entre toma y toma se hartan de beber. Y que nadie lo haga en la cama o el sofá sin un buen protector impermeable, porque si te confías acabas teniendo que tirar el colchón y esa parte no tiene gracia.”

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