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¿Deberían seguir existiendo los concursos de belleza? Hablé con mujeres que fueron misses en su juventud

"En el concurso de Miss España, si tenías las ideas claras y veías un poco más allá no dejándote manipular, obviamente no estabas entre las favoritas", explica Belén. "Jurado comprado, política, organización, patrocinadores, acusaciones…. todo eso estaba a la orden del día", confiesa. Trajes de lentejuelas, sonrisas candorosas, cuerpos siendo escudriñados para ver cuánto se adaptan a unos cánones prefijados... ¿Tiene sentido que sigan existiendo los concursos de belleza? Entrevisté a mujeres que hace años fueron misses y reinas de la belleza para saber qué opinaban ellas.

-June Hoo-Paris

June Hoo-ParisCedida por June Hoo-Paris

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Lentejuelas, pase en bañador, sonrisas casi idénticas, un poco acartonadas, pero felices de haber llegado hasta la Gran Final. Rímel, el cuerpo reflejado en un espejo, lágrimas de nervios, de emoción, de miedo. Ana -nombre ficticio- fue primero Belleza Infantil de las fiestas de su pueblo, a los seis años. Al cumplir los 18, pudo aspirar a ser miss de su pueblo. Más tarde, fue también elegida como la más guapa de su provincia.

Cuando se presentó la posibilidad de presentarse al certamen nacional, dejó pasar la oportunidad, ante el estupor de su familia y amigos. "Me decían que estaba perdiendo una gran oportunidad, que esto podía abrirme muchas puertas. Yo al principio también lo creía. Después empecé a pensar: ¿Puertas a qué? Yo no sabía qué quería hacer. No quería ser modelo, ni actriz. Simplemente, desde pequeñita me habían dicho que era guapa y pensaba que eso era lo que iba a ser en la vida, que eso me iba a dar de comer: ser guapa", recuerda.

Ana asegura que ahora se siente afortunada del horror que vivió en ese momento. Cayó en depresión, no quería salir ni arreglarse, le daban igual los chicos. "Hasta entonces había sido la típica adolescente popular, mona, sin mayor afición que ser deseada. Pero deprimirme tanto me hizo darme cuenta de que todo estaba vacío. Ni mi cuerpo, que tanto orgullo me había producido anteriormente, me gustaba ahora", explica.

June Hoo-Paris en su juventud
June Hoo-Paris en su juventud | June Hoo-Paris

"Cuando engordé 20 kilos en un año, perdí mi arma en la vida, mi cuerpo de miss algo, pero en realidad gané todo lo demás, que hasta entonces estaba oculto". Después del verano entero llorando y culpabilizándose, Ana se matriculó en el instituto en el horario nocturno, lo sacó, y empezó a estudiar Veterinaria. Hoy, con 52 años, tiene su propia clínica. "Obviamente, esta es mi historia. Seguro que hay muchas chicas que han sido misses y han sido muy felices.

En mi caso, no fue así", aclara. Con respecto a la pervivencia de los concursos de belleza, Ana no puede ocultar un gesto de disgusto. "No entiendo que ahora, con lo que ha cambiado la situación de la mujer, sigan existiendo esas cosas. Cuando veo algo de eso en la tele, cambio de canal. Me trae recuerdos que prefiero dejar de lado", deja caer. No quiere pasar de ahí. Prefiere olvidar.

En el caso de June Hoo-Paris (June Dawson de soltera), la experiencia fue distinta. No se arrepiente de nada. Actualmente tiene 67 años. Empezó a participar en concursos de belleza a los 16. "He sido muy feliz. Lo de los concursos de belleza no era exactamente lo mío; he sido más feliz siendo profesora de tenis, pero no me arrepiento de nada", dice sonriente. En los innumerables vídeos en blanco y negro en los que aparece desfilando, muy sonriente, junto a un montón de chicas con bañador, llama siempre la atención su seña de identidad: el traje de baño de leopardo. "Una vez me metieron en una jaula con dos osos, vestida así. Era para representar el mito de la bella y la bestia. No tuve miedo. Me encantan los animales", asegura.

A lo largo de los años, June se presentó y ganó algunos de los certámenes de Miss Great Britain, Miss Queen of Light o Miss Isle of Man. Imágenes de sonrisas radiantes, bandas bordadas cruzando el pecho y antiguos sostenes con armazón para mostrar unos pechos puntiagudos se suceden ante mis ojos.

"Estaba bien, pero yo era muy inocente. Todo eso que ahora se ha destapado de Hollywood, todo ese asunto de los abusos, en aquel entonces también pasaba. Había que tener cuidado", recuerda. También recuerda las diferencias de los concursos de entonces con los de ahora: "Había más diversidad de físicos. Yo, por ejemplo, era muy bajita. Había mujeres más gruesas, unas más altas, otras no tan jóvenes... éramos más distintas".

June asegura que si una de sus nietas o bisnietas quisiera entrar en el mundo de los concursos de belleza, no se lo impediría. "Pero porque yo no me meto en las vidas de los demás. Quiero que hagan lo que les apetezca", puntualiza.

June Hoo-Paris en su juventud
June Hoo-Paris en su juventud | June Hoo-Paris

Belén -nombre ficticio- tenía 21 años cuando empezó en el mundo de los certámenes de belleza. Ahora tiene 42. En aquellos primeros años en el mundo de los concursos, llegó a presentarse a Miss España. "Desde los 15 o 16 años había hecho desfiles de moda benéficos, ya que en Huesca, donde yo vivía, no había muchas oportunidades", explica.

El objetivo de Belén era hacer un curso de modelaje en Zaragoza, y justo apareció la posibilidad de presentarse a Miss Huesca. A la ganadora le regalaban el curso que ella deseaba hacer, así que se presentó y ganó. "Fue todo muy rápido, una cosa llevó a la otra, y en 4 meses estaba en el concurso de Miss España. De ese contrato nunca tuve una copia, nunca vi bases y normas…. Demasiada información en poco tiempo", recuerda.

Belén asegura que la experiencia fue buena porque siempre intenta quedarse con lo positivo de las cosas, pero visto desde dentro, en el momento, no le gustó demasiado todo lo que vivió.

"Te sientes muy pequeña ante un certamen que mueve tantísimo. Había mucha diferencia en el trato a las misses según la ciudad a la que representaras. Una vez allí, te das cuenta de que todas no éramos iguales. Mientras la mayoría perdíamos nuestra identidad y nos llamábamos por la banda de la ciudad a la que representábamos (que no nos quitábamos casi ni para dormir), a algunas la organización les llamaba por su nombre de pila", recuerda.

Belén remarca la laxitud de las normas, cómo en algunos momentos se permitían cosas y en otros no, dependiendo de quién fueras.

"Hay una serie de normas que hay que cumplir y una vez dentro te das cuenta de que nada es lo que es. No estar operadas, no ser modelos profesionales, estar empadronadas en la ciudad que representas… muy pocas lo cumplíamos. Y esto sucedía en mi edición y en casi todas", explica.

"En mi año en concreto, todas debíamos ir de rojo, sin volantes, brillantes, adornos... para homogeneizarnos, que no hubiese diferencias", recuerda. Cuál fue su sorpresa al llegar al día de la grabación de la gala final y ver que había unas cuantas que no llevaban el vestido acordado. "El de la que salió elegida Miss España fue blanco, y las damas de honor, uno verde y otro negro. Sospechoso, ¿no?", dice.

Belén explica sin ambages que en el concurso de Miss España, si tenías las ideas claras y veías un poco más allá no dejándote manipular, obviamente no estabas entre las favoritas. "Jurado comprado, política, organización, patrocinadores, acusaciones…. todo eso estaba a la orden del día", confiesa.

Con respecto a la vida que llevaban las aspirantes a Miss España, Belén reconoce que la convivencia con las chicas fue buena, aunque de todo había. "Nos llevaban de excursión a conocer la zona donde se celebraba la elección, comidas, cenas, visitas a Ayuntamientos... una agenda de lo más apretada. Los últimos días lo dedicábamos a ensayar la gala sin descanso. No nos dejaban relacionarnos con nadie. Llevábamos con nosotras siempre a alguien de la organización a nuestro lado hasta para ir al baño", recuerda.

Belén cuenta cómo apenas pudo saludar durante esos días a su madre, que estuvo casi toda la semana en la ciudad donde se celebraba el certamen. "Recuerdo que me escapé de mi habitación a la cafetería del hotel para poderle decir algo", dice con pesar.

Pienso en todo lo escuchado mientras veo las primeras imágenes de uno de los certámenes de June Hoo-Paris, en 1957. Hay un plano insertado entre las chicas sonrientes en bañador. Es breve, pero claro: un hombre, una especie de Buster Keaton cómico e hiperexpresivo, se afloja el cuello de la camisa, acalorado, mirando con avidez y lascivia a las aspirantes a miss. No es un plano natural, sino un inserto intencionado, que parece querer alborotar más al espectador, provocar la lujuria.

Ese plano no existiría actualmente: resultaría obsceno en su explicitud, grosero, de mal gusto. Sin embargo, sí que siguen existiendo los concursos de belleza: cuerpos y rostros escudriñados, valorados en función de su adaptación a unos cánones marcados. Y recuerdo a Ana, miss de pueblos y comunidades que tuvo que perder su cuerpo canónico para encontrar todo lo demás que era, describir la sensación que le producía su cuerpo en los últimos tiempos participando en certámenes.

"Me habían mirado tanto, me habían medido tanto, yo misma me había observado tanto, que mi cuerpo era como cuando repites mucho una palabra hasta que deja de tener sentido y te parece absurda".

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