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CONOCE ESTA POPULAR RED SOCIAL DE ENLACES

Karmacracy: El robot que te paga por compartir información

La cosa empezó así. Yo nunca había dicho nada. Nada. Fue un robot quien me hizo hablar. Resulta que nos encontramos en la Place Clichy. Después de comer. Quería hablarme. Lo escuché.

Karmacracy

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El robot Kcy me contó que había pasado muchos años en un lugar llamado internet. Era un territorio inmenso, absolutamente inmenso. Y por él campaban legiones de datos e información. Tantos que a veces era imposible discernir a quién tenías que prestar atención y a quién no. Kcy se asoció a unos humanos de Bilbao y en 2010 fundaron una fábrica digital a la que llamaron Karmacracy.

Querían establecer un espacio de conocimiento que funcionara bajo el efecto colador, es decir, que filtrase la información más interesante para la comunidad que lo utilizara. En ese lugar no habría ni juez ni gurú. Serían todos sus usuarios quienes hicieran la selección del contenido más relevante para el resto.

Karmacracy, en realidad, era una herramienta que hoy usan los humanos para acortar URL y compartirlas en sus redes sociales. Más de 13.000 humanos y, de ellos, 2.500 la utilizan al menos una vez al mes. Acortar un link y publicarlo en Twitter, Facebook, Linkedin o cualquier otra red era algo habitual. Nadie dijo que quisieran inventar la rueda, pero había algo que hacía distinta a Karmacracy. Era esto que sigue ahora...

La herramienta está contagiada del espíritu de las redes sociales. Los usuarios tienen un perfil y unos círculos en los que se relacionan con personas afines por el contenido que comparten. En Karmacracy cada individuo tiene una reputación basada en su ‘rank’ (posición en el ranking global) y su ‘koi’ (cuántos clics o ‘kclics’ recibe un enlace durante la primera hora después de compartirlo).

El usuario, además, puede conocer la influencia que tienen los enlaces que comparte. En su perfil hay un apartado con unas estadísticas que le informan del porcentaje de personas que hacen clic en sus enlaces en cada red social, y las horas del día, los días de la semana y los países donde mejor funcionan sus publicaciones.

En la home del perfil cada usuario encuentra un timeline, en función de sus intereses, con enlaces compartidos por otros individuos de la comunidad. Algo así como una especie de Twitter estático y apaciguado. Y en esta selección informativa Kcy tiene mucho que ver. Es el robot que ayuda al equipo liderado por Alex Dolara a procesar toda la información que mueven los usuarios dentro de la comunidad.

Me dijo Kcy que a los habitantes de ese lugar llamado internet les encanta jugar y competir. A las legiones les gustan las medallas y los trofeos. Por eso en Karmacracy decidieron repartir premios entre sus usuarios. Los llaman ‘nuts’ y son una recompensa por crear nuevos enlaces, compartir muchos links de un mismo dominio o ser el primero en acortar una URL... Y, en general, por la participación.

Pero además de los logros y los badges que van llenando la vitrina de un perfil, igual que ocurre en Foursquare y en muchos videojuegos, en Karmacracy pensaron que era importante recompensar el acto de compartir con dinero. Una especie de retribución por contribuir con la comunidad y esparcir conocimiento.

Kcy me explicó que millones de personas, a diario, comparten enlaces en la red sin ninguna recompensa económica. Ellos querían que eso se monetizase de algún modo y, para ello, crearon los ‘cAds’. Esa opción consiste en que una marca puede patrocinar un enlace y los usuarios que lo compartan recibirán una pequeña suma (0,10€ por ejemplo). Pero esta opción está estratégicamente pensada antes por los algoritmos que trabajan con Kcy. La invitación a un usuario para que comparta un contenido patrocinado no llega a todos los usuarios. Solo se ofrece esta posibilidad a los individuos más relevantes de la comunidad y a los que suelen compartir contenidos similares al patrocinado para que haya coherencia entre el mensaje y el perfil.

A lo lejos pitó el remolcador. Su llamada pasó el puente, un arco, otro, la esclusa, otro puente, lejos, más lejos... Llamaba hacia sí a todas las gabarras del río, todas, y a la ciudad entera y el cielo y el campo y a nosotros. Todo se llevaba. El Sena también. Todo. Y que no se hablara más de nada. Pero Kcy ya me había contado todo.

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