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LA BÚSQUEDA POR ALGO ROMPEDOR

¿Qué es lo próximo que harán los teléfonos móviles?

Tu teléfono hace cosas que hace diez años prácticamente no podía hacer tu ordenador y que hace veinte directamente pertenecían ciencia-ficción. Sin embargo, cada vez les pedimos más cosas ¿Qué será lo próximo?

Comparamos los dos teléfonos superventas de Apple y Samsung

Comparamos los dos teléfonos superventas de Apple y Samsung TecnoXplora

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Desde hace unos años la industria móvil está en un punto en el que innovar cada vez es más difícil. Los cambios a nivel de software llegan más de los desarrolladores que de los grandes fabricantes y, de hecho, las últimas versiones de iOS y Android aportaron más en diseño que en funciones.

Es más, cuando Apple, Google o Samsung han tratado de innovar, el resultado ha llegado a ser desastroso (recordemos que Tim Cook llegó a pedir perdón por Maps). Otras herramientas, como Siri, Passbook, Knox, Hangouts o Google Now son prácticas, pero no han conseguido llegar más que a un porcentaje de los usuarios.

En general, el problema está en que las compañías no tratan de crear un servicio útil, sino un producto o una forma de atar a los usuarios a sus plataformas. De todos modos, hay mucha innovación en software porque está en manos de los desarrolladores independientes. Ellos hacen los juegos, las aplicaciones imprescindibles y los clientes de nuestras redes sociales. Y Yo.

Así pues, parece que 'la próxima gran cosa' (que suena mucho mejor como 'the next big thing', todo sea dicho) deberá llegar por hardware. Y las grandes ya se han dado cuenta, aunque por el momento están dando palos de ciego. Palos de ciego de película de kung-fu, eso sí, porque aunque reparten en todas direcciones lo hacen con bastante precisión.

Actualmente hay tres frentes abiertos: el de los sensores biométricos, el de la monitorización (de la salud y de la actividad física; en ambos casos muy relacionado con el anterior) y el de los materiales. También está el de los componentes, pero actualmente hay poco espacio para la innovación, ya que no está en sus manos. Eso sí, el primero que descubra una forma de optimizar la batería para que aguante más de dos días de uso, ya sea por software, por hardware o por brujería, se llevará un porcentaje importante de los usuarios.

El sensor más común es el lector de huella dactilar, que ya incorporan terminales como el iPhone 5s (donde funciona muy bien) o el Galaxy S5 (donde deja bastante que desear). Cada vez son más quienes se animan (Apple y Samsung incluidas) y lo mejor es que ha demostrado que no es una cuestión de tecnología por tecnología: realmente es útil. El siguiente paso parece que serán los escáneres de retina, que, si bien pueden resultar menos prácticos, son más seguros. Es decir, es probable que lleguen justo cuando la industria del pago móvil los necesite o esté preparada para ellos.

La monitorización de la actividad física y el estado del usuario también utiliza sensores, si bien son otros distintos. Los sistemas más precisos miden la presión sanguínea, mientras que los de marca blanca se limitan a contar pasos con el acelerómetro que incorporan todos los dispositivos (es el encargado de girar la pantalla cuando escribes desde la cama). El problema es que no deja de ser algo dirigido a un nicho. No es solo que no todos los usuarios hacen ejercicio, es que muchos de los que lo hacen no tienen ninguna necesidad de medirlo. Compartir en Facebook las calorías quemadas todavía no es motivo para comprar un smartphone de 700 euros.

Por último están los materiales, un frente que, a su vez, ataca por varias bandas, como Ronaldo. De todos modos, se resume en algo tan sencillo como que no se nos rompa el teléfono cuando se nos caiga al suelo. Sí, es la culpa es nuestra, pero las manazas no las podemos cambiar y las pantallas, sí. De nuevo, Apple parece llevar la delantera con el cristal de zafiro que, según los rumores, llevarán sus nuevos iPhone. Este material cumple con el otro objetivo: adelgazar.

La operación biquini de la telefonía móvil lleva varios años en marcha. Aumenta el tamaño, pero nadie quiere que aumente el peso. Lo fácil (y lo cutre) es recurrir al plástico; lo soñado, el grafeno. Pero para eso todavía queda mucho tiempo.

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