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OBJETIVO: SUPERAR A TESLA

El joven que 'hackeó' el primer iPhone quiere revolucionar la industria de los coches sin conductor

George Hotz se hizo famoso en 2007, cuando no era más que un adolescente, por ‘hackear’ el iPhone original para que se pudiera usar con las redes de cualquier operadora. Ahora, con 27 años recién cumplidos, planta cara a Elon Musk en la carrera por los coches autónomos.

George "Geohot" Hotz

George "Geohot" Hotz TechCrunch en flickr cc

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“Si Tesla es iOS, nosotros queremos ser Android”. La pretenciosa cita corresponde a un chaval que cumplió los 27 años hace unos días, el 2 de octubre. Está al frente de una empresa de inteligencia artificial llamada Comma.ai que pretende enseñar a los vehículos tradicionales a comportarse como coches inteligentes de forma similar al Autopilot de Telsa, que es capaz de tomar el control en autopistas.

En la Red nadie conoce a este joven por su nombre, sino como Geohot, el nick que adoptó cuando siendo poco más que un quinceañero fue capaz de liberar el primer iPhone (que de fábrica solo se podía usar con las redes de una operadora) y de ‘hackear’ la PlayStation 3 para cargar programas sin el beneplácito de Sony. Esto último, claro, con copias piratas incluidas, lo que condujo a una demanda que acabó saldándose con la promesa de que no hurgaría en las entrañas de los aparatos de la firma nipona en el futuro.

Con 14 años, Hotz se coló entre los finalistas de la prestigiosa Feria Internacional de Ciencia e Ingeniería de Intel gracias a un robot capaz de escanear una habitación y averiguar sus dimensiones. Un par de años después fabricó otro robot, llamado Neuropilot, que se controlaba con la mente. En la siguiente edición, con una interfaz holográfica, se hizo con uno de los premios estrella del certamen: un viaje a Estocolmo para asistir a la ceremonia de entrega de los premios Nobel.

Con sólo 22 años, tras completar todas esas hazañas, desveló las razones de su polémica obra en un perfil de la revista 'New Yorker': “Yo vivo en base a la moral, no vivo en base a las leyes. Las leyes están hechas por idiotas”.

Lo cierto es que el currículum de Hotz es impresionante. Después de su etapa como ‘hacker’ adolescente, pasó por un sinfín de escuelas que han ido sumando experiencia a su talento natural, ya contrastado. Entre 2007 y el momento en que se puso manos a la obra con Comma.ai, en otoño de 2015, Hotz se curtió en el Instituto de Tecnología de Rochester (una breve estancia), Google (un par de becas de cinco meses), Space X (cuatro meses), Facebook (ocho meses), la Universidad Carnegie Mellon (dos semestres) yla startup puntera del campo de la inteligencia artificial Vicarious (de enero a julio de 2015).

TechCrunch Disrupt SF 2016 - Day 2

Su proyecto para coches sin conductor

Los que han tenido ocasión de hablar con él lo describen como un tipo que derrocha energía, que habla siempre con pasión, sin pelos en la lengua, con los ojos como platos y la voz cargada de entusiasmo. Y en cierto modo, aunque ahora dirige una startup que pretende hacer dinero con sus creaciones, sigue siendo el hacker que plantaba cara a las multinacionales.

Tras revelar los pormenores de su negociación con Elon Musk para sustituir una parte esencial de la tecnología de Tesla, la firma de vehículos eléctricos e inteligentes tuvo que salir al paso con una corrección en su blog: “Creemos que es extremadamente improbable que una sola persona o incluso una pequeña empresa [...] sea capaz de desarrollar un sistema de conducción autónomo que pueda ser instalado en vehículos en producción”.

“Podría funcionar como una ‘demo’ con limitaciones en un tramo conocido de carretera”, explicaba la empresa en el comunicado, “pero hacen falta enormes recursos para corregir fallos durante millones de millas de carreteras muy distintas”.

Evidentemente, Hotz no está de acuerdo. Su enfoque es muy distinto: ha lanzado una aplicación llamada Chffr para que los propios conductores, de forma voluntaria, alimenten la base de datos con la que se entrena su sistema de navegación. Dicho de otro modo: como no tiene una flota como Tesla o Google, ha decidido confiar en las masas.

La diferencia entre su empresa y las demás, tal y como se afanó en destacar durante su charla en el evento TechCrunch Disrupt del mes pasado, es que su objetivo es comercializar cuanto antes. Sólo Tesla ha puesto en el mercado un automóvil capaz de conducirse sin piloto en ciertas circunstancias. El resto, según Hotz, innovan con la boca pequeña, de puertas para dentro.

TechCrunch Disrupt SF 2016 - Day 2

Él por su parte espera tener algo en el mercado (previsiblemente, su primer ‘kit’ para convertir coches normales en inteligentes, Comma One) antes de que acabe el año. Será una edición limitada y no funcionará con muchos modelos, pero al menos estará en las carreteras. Costará por debajo de 1.000 dólares y permitirá ir “de Mountain View a San Francisco sin tocar el volante”. Así lo ha prometido el joven visionario, que se enfrentará sin duda al escepticismo no sólo de los grandes de la industria, sino también de muchos potenciales consumidores.

“No me importa el dinero”, asegura. “Yo quiero poder. No poder sobre las personas, sino poder sobre la naturaleza y el destino de la tecnología. Simplemente quiero saber cómo funciona todo”. Por eso su visión del futuro es ambiciosa hasta el punto de sonar apocalíptica para el común de los mortales.

“Quiero dejar a todo el mundo sin trabajo. A la mayoría de la gente le hará feliz, sobre todo a los que no disfrutan de sus empleos”, sentencia. “En 25 años, la inteligencia artificial será capaz de hacer casi todo lo que puede hacer un humano. Las últimas personas con trabajo serán los programadores de inteligencia artificial”. Si todo va según sus planes, George Hotz estará entre ellos. El adalid improbable de un reducto de humanos todavía útiles que picarán el código que moverá el mundo.

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