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ADIÓS AL CONCEPTO DE PROPIEDAD

Si compras música online, no eres el dueño de la copia sino un inquilino más

La entrada en el negocio de contenidos digitales por parte de las grandes tecnológicas cambia radicalmente el concepto de propiedad. Cuando compras en iTunes, Amazon o Google Play tienes la sensación de que eres el propietario de una copia del archivo. Craso error.

La descarga de música online somete al CD

La descarga de música online somete al CD GTRES

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La mayoría de tiendas online de venta de música o e-books están desterrando el pago por descarga a cambio de ofrecer discotecas o bibliotecas en la nube. Como usuario sacas tu tarjeta de crédito y pagas por entrar y darle al play en sus entornos cerrados, aunque, eso sí, cuando quieras y desde dónde quieras (ordenador, móvil o tableta).

Sin embargo, tu compra no significa que hayas adquirido esa copia en propiedad, sino que pagas por  “el acceso” a su audición o lectura. No eres sino un inquilino más de su nube. Y como todo inquilino tienes unos derechos más limitados.

Ello supone un cambio disruptivo en tu mentalidad como consumidor, dado que ahora solo se te permite el uso y disfrute ilimitado de dichos archivos digitales, pero no “apropiarte de una copia”, como así ocurre en el mundo físico.

Cuando sacábamos la cartera en una tienda de discos o en una librería, nos habíamos inventado esa grata sensación de ser el dueño de lo que comprabas, porque el dependiente te metía en una bolsa de plástico un cedé, deuvedé o libro.

Adquirías una copia bien empaquetada en diferentes formatos y con un precio de venta al público que te presuponía ser su dueño para siempre desde que gritabas: ¡lo tengo! No obstante, el consumo de dicho contenido cultural y su ubicación en los servidores de las grandes plataformas de comercio electrónico ensordecen ese grito.

Así, cualquier archivo de música o literatura almacenado en esas nubes funciona con permisos similares a los de un programa informático. Hazte a la idea y entiende el símil: no eres el propietario de Windows, sino que Bill Gates te vende una o varias licencias para que arranque tu ordenador bajo su sistema operativo.

“iTunes es el proveedor del servicio, que le permite adquirir o alquilar una licencia de contenido digital exclusivamente para su utilización por un usuario final”, indican, por ejemplo, en la tienda de Apple. Solo hay que leer las condiciones de Amazon, Google Play y otras plataformas para comparar y encontrar pocas diferencias.

De esta manera, los que prestábamos a los amigos un casete de The Beatles o heredábamos de un tío abuelo un clásico de Julio Verne no sentiremos más que nostalgia de aquellos tiempos en que esas copias eran tuyas y podías hacer con ellas lo que te venía en gana.

Porque la defunción de este concepto de “copia en propiedad” de contenidos digitales también afecta al uso posterior que le das como usuario.

Si no eres el dueño de algo, tampoco tienes derecho a legarlo a tus hijos o familiares. Ni tampoco tienes la potestad de prestarlo a cederlo a un amigo/a o a tu novia/o, salvo que existan servicios adicionales a la compra –Amazon, por ejemplo, en Estados Unidos ofrece un único préstamo de e-books pero por un periodo máximo de 14 días-.

Los contenidos culturales siempre tienen como titulares a sus creadores, luego están las productoras, discográficas o editoriales que explotan los derechos de sus obras para vender copias a sus clientes (nosotros).

En el mundo analógico, la venta de un disco o una novela nos inducía a pensar que éramos los propietarios del contenido de ese cedé o libro, porque podíamos tocar esos soportes.

Y esos viejos formatos te permitían prestar, heredar o incluso regalar una réplica para uso privado. La muerte de aquellos formatos físicos adelanta también el funeral de estos tres derechos.

Ahora, la copia de una canción o un e-book está en la nube, una nube, eso sí, ajena, como el mencionado programa de software por el que pagas una o varias licencias, pero siempre intransferibles.

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