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NO TENDRÁ PIEDAD CON LAS PELUSAS

Soy joven y tengo una Roomba

Un joven independizado debe hacer todo lo que esté en sus manos para luchar contra las tareas domésticas. Es ley de vida. Los aspiradores Roomba son una opción, aunque se trata de una que está al alcande de pocos bolsillos.

iRobot de Roomba

iRobot de Roomba Roomba

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Soy -relativamente- joven y llevo apenas unos meses independizado. Para mi sorpresa (y la de mis padres), mi casa se parece menos de lo que pensaba al mundo de Mad Max, pero eso no quiere decir que disfrute ahora que me toca encargarme del 100% de las tareas domésticas. De hecho, es más bien lo contrario. Así que, como me gusta todo lo que tiene una pantalla y botones más que Tony Stark, ¿por qué no probar un robot aspiradora?

El elegido fue Roomba, de iRobot. En concreto, el modelo 776p, que es capaz de navegar de habitación a habitación (en mi caso, es literal: solo hay dos habitaciones en mi casa). Esta funcionalidad solo está disponible a partir de la gama media (Serie 700) y no en todos los modelos. Básicamente, lo que hace es que no cambia de habitación hasta haber terminado con la que está limpiando.

El resto de diferencias entre cada modelo únicamente tiene que ver con la limpieza y, para un profano como yo, son absolutamente indescifrables. Por el momento, ninguno sirve para convertirse en armadura voladora con la que combatir el crimen.

La primera sorpresa es su tamaño: es bastante más grande de lo que pensaba, con 35 centímetros de diámetro y 9,2 de altura. Y está bien alimentado, ya que pesa casi 4 kilos. Es manejable (como curiosidad, si lo levantas del suelo, lo detecta y se apaga), eso sí. La base de carga es bastante discreta y, siempre que no esté en mitad del salón, no molesta.

La otra sorpresa, y esta vez una buena, fue lo sencillo que es ponerlo en marcha. Encender, elegir un  idioma, ajustar fecha y hora y a limpiar. Hay otras opciones avanzadas, pero para lo básico no hay que meterse en -nunca mejor dicho- fregados.

Hay dos formas de que Roomba se ponga cepillos a la obra, sin contar el mando a distancia que se vende aparte: darle al botón de encendido o programar una limpieza automática. Tras unos días de uso tengo claro que la mejor es la segunda ¿El motivo? Hace ruido. Mucho. No llega al nivel de una aspiradora, pero casi.

Aparte está el factor 'mascota con cono'. Quienes hayan visto a un perro o un gato moverse con la lámpara que le ponen después de una operación verá un gran parecido con los andares del robot, que se choca con todo lo que encuentra (no pasa nada: funciona así). Ahora, como se obsesione con limpiar debajo del escritorio, no le importará que estés trabajando en él.

De todos modos, lo importante es: ¿limpia? Sí. Sorprendentemente bien. Antes de programar una de sus limpiezas dejé varias 'trampas' en forma de pequeños montones de migas o pelusas (que, por supuesto, compré previamente en una tienda de pelusas, no estaban en mi casa) y acabó con ellas sin contemplación. También encontré el rastro de un combate a muerte con mi longboard -no me juzguéis, que ya os he dicho que soy joven- y una zapatilla.

Así pues, ¿merece la pena? Sí, aunque con peros. El primero es el precio: por un mínimo de 469 euros, somos muchos los que preferimos barrer y aspirar. Aparte, cada cierto tiempo toca hacer una limpieza de sus componentes y una escoba no tiene mantenimiento ¿El dinero no es problema? Adelante. Pero luego toca fregar.

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