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PARA NO COMETER LOS MISMOS ERRORES

Qué pueden aprender los relojes de las gafas (inteligentes, claro)

Llegan los primeros resultados de Apple tras el lanzamiento de su AppleWatch y lo hacen cuando surgen rumores de que Google podría sacar una nueva versión de sus nuevas gafas inteligentes... o que podría abandonar por completo su proyecto Glass.

Las Google Glass miran al infinito pensando en su futuro

Las Google Glass miran al infinito pensando en su futuro Agencias

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Aunque Apple presentó sus resultados, no dio muchos detalles sobre las ventas de su reloj inteligente. Lo que sí dijo la compañía es que la categoría de 'otros productos', en la que se encuentra este dispositivo, creció 1.000 millones de dólares respecto al trimestre anterior. Es decir, a pesar de que no son comparables, sí parece que el AppleWatch ha aterrizado con fuerza.

Lo interesante es que la firma de la manzana está demostrando una cautela sorprendente desde el primer día. Tal vez sea miedo (si las ventas son malas, la gente se preguntaría por qué) o tal vez, sencillamente, querer seguir su plan independientemente de lo que opine el mercado.

La segunda estrategia es coherente, pero muy arriesgada. Posiblemente se trate del mayor error que cometió Google con Glass: ir a su bola. La gente preguntaba para qué servían sus gafas y ellos respondían que serían una revolución. Y ya. Un par de años después la revolución no ha llegado y tampoco se la espera. De hecho, cada vez hay menos 'glassholes' -el 'cariñoso' término que se acuñó para quienes iban con ellas a todas partes- en los eventos del buscador.

Es más, parece que las gafas del futuro serán las que ya lo eran en los ochenta, pero en plan bien: la realidad virtual sí comienza a hacerse un hueco -diminuto, de nicho- que podría convertirse en una trinchera desde la que conquistar el salón. La realidad aumentada que proponía Google (no así la de Microsoft) es una anécdota que podría quedarse en el mismo cajón de juguetes rotos que los códigos QR o los marcos digitales.

Aparte de la cautela, los smartwatches, y no solo los de Apple, deben luchar por tener contenido propio (en tanto que desarrollado para esa plataforma) y de calidad. Glass no lo hizo mal del todo al dirigirse primero a los desarrolladores... pero se olvidó de los usuarios. Mucho experimento y poco 'Candy Crush'.

A esto hay que unir el precio. De nuevo, lo de costar unos 1.000 dólares y crear un programa exclusivo tenía cierto sentido al ser Glass un proyecto y no un producto. Sin embargo, uno de los principales puntos de venta de los dispositivos tecnológicos son los propios usuarios: cuentan su experiencia y te dicen por qué deberías hacerte con uno. Si al llegar a la pregunta del precio -que suele ser de las primeras- nos acercamos a las cuatro cifras, toca cambiar de tema.

Por ahora los fabricantes lo están haciendo bien en este sentido (se pueden encontrar relojes de calidad como Pebble por menos de 100 dólares) y ni siquiera la gama alta, en la que estaría el AppleWatch, se vuelve inaccesible (porque los modelos de 10.000 dólares son otra historia, por mucho que se lleven titulares).

La última de las lecciones que pueden dar las gafas de Google a este mercado ya la vemos desde hace tiempo y en dos sentidos. Hablamos del hardware, claro.

Primero, el funcionamiento: que todo corra bien y que la batería aguante como poco un día de uso -porque las cinco horas de Glass y algún que otro dispositivo de muñeca no se pueden justificar, por mucho que haya quien lo intente-.

Pero eso no es todo lo que tiene que ofrecer la construcción: olvidar el diseño es una malísima idea. Los vestibles no son para hacer el ridículo ni artículos (sólo) de vanidad. Si alguien lleva tu artículo solo para que le pregunten por él perfecto, pero no es tu objetivo: ese usuario ya está convencido y no se hará preguntas. Es un 'glasshole'.

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