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LLEGA EL USB-C AL IPHONE

iPhone, iPad o Mac: Apple tiene un lío de cables y quien paga el pato eres tú

Al no ofrecer otra opción, la transición al USB-C y el alto precio de los adaptadores no deja de provocar polémica entre los usuarios de los MacBook y MacBook Pro

El USB-C es la única conexión posible en los MacBook

El USB-C es la única conexión posible en los MacBookApple

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Apple siempre ha sido una de las compañías que más ha “empujado” a sus usuarios a adoptar conexiones y protocolos que no fueran precisamente los estándares. Ejemplos de éxito hay a raudales: el iMac fue el primer ordenador en abandonar los discos floppy y hubo quejas, pero luego ese soporte quedó obsoleto. Steve Jobs dijo que Adobe Flash estaba condenado al fracaso entre quejas de muchos expertos, y así ha sido a largo plazo. Los MacBook fueron pioneros en abandonar las conexiones de red ethernet, y ahora un mercado entero de ultrabooks se conecta a internet sólo por Wi-Fi o mediante adaptadores.

Pero también ha habido veces que esa táctica ha salido mal. Los primeros iPod sólo podían conectarse mediante cables Firewire en un mundo que ya había adoptado el USB masivamente, y la cantidad de quejas fue tal que Apple acabó por cambiar a esa conexión más popular. Y ahora podríamos estar viviendo parcialmente otro de esos casos con el USB-C.

No nos equivoquemos: el USB-C está aquí para quedarse y los fabricantes ya lo están adoptando masivamente después de que los MacBook de 12 pulgadas lo introdujeran como único puerto de datos posible en el ordenador. Pero por ese mismo motivo, los usuarios han emitido todo tipo de quejas. Son muchas personas las que todavía dependen del USB-A clásico, y el precio de los adaptadores necesarios para poder conectarlos al puerto USB-C no es precisamente bajo. Una de las consecuencias, precisamente, es que las ventas de accesorios de Apple han subido bastante.

¿Quizás Apple ha hecho bien en “empujarnos” hacia el USB-C pero lo ha hecho demasiado pronto? En algún momento hay que empezar y los beneficios son evidentes, pero las quejas de sobre todo los usuarios profesionales han empañado la evolución de los MacBook Pro.

Y hay que adaptarse nos guste o no, porque el próximo paso es que los iPhone pasen de usar el USB clásico al USB-C para sus cables y adaptadores de corriente. Es decir, que los iPhone sigan teniendo una conexión Lightning pero que el cable Lightning y el adaptador incluido con el teléfono pasen de ser USB a USB-C.

Hay rastros para confiar en este cambio. Se han filtrado esquemas de lo que pueden ser los cargadores por USB-C de los próximos iPhone, y Apple ha bajado de repente los precios de todos sus cables Lightning a USB-C para que cuesten lo mismo que los Lightning a USB clásicos.

Beneficios: los 18W de los adaptadores USB-C dotarán de carga rápida a los terminales. Inconvenientes: ningún adaptador de los que tengas ahora mismo por casa podrá usarse para tener esa misma carga. Podremos seguir recurriendo a los cables USB tradicionales, pero cargarán el iPhone más lentamente con sus 5W de potencia.

¿Qué podemos hacer para mitigar todo este infierno de cables y adaptadores? Mi recomendación es intentar depender de ellos lo menor posible. Que es precisamente lo que quiere Apple, un mundo en el que los cables dejen de ser necesarios.

¿Cómo? Con gestos como el de dejar de sincronizar los datos y hacer copias de seguridad de nuestros iPhone conectándolo a un ordenador, pasando a hacerlo todo desde la nube de iCloud. O dejar de utilizar memorias y discos externos USB para utilizar servicios de almacenamiento online. O empezar a colocar cargadores inalámbricos, para que así el cable deje de ser un estorbo en nuestras mochilas. Los iPhone 8 y el iPhone X ya pueden cargarse así, y además usan el estándar Qi.

La buena noticia es que a largo plazo, estos problemas tienen que desaparecer. El estándar USB-C está aquí para muchos años, con mejoras de velocidad proyectadas, y los accesorios físicos serán cada vez menos necesarios. Tardaremos mucho en ver esto, pero a la larga llegaremos a poder cargar un MacBook con el simple gesto de ponerlo encima de una mesa.

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