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LA BASURA COMO SOLUCIÓN TECNOLÓGICA

El niño que aprendió electrónica en un vertedero de Sierra Leona

Este niño africano se quedaba fascinado investigando la chatarra tecnológica del Primer Mundo en los vertederos de Sierra Leona. Todo un pequeño gran ingeniero autodidacta.

La primera emisora de Kelvin

La primera emisora de Kelvin MIT MEDIA LAB

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Kelvin Doe era un niño de 10 años en 2006 cuando recogía basura en los suburbios de Freetown, capital de Sierra Leona, uno de los países más pobres del África Occidental. El 70% de la población está por debajo del umbral de la pobreza. Eso significa que la mayoría de los niños como Kelvin buscan entre los despojos algo que llevarse a la boca o poder vender en el mercado de chatarra para sacar adelante a su familia.

Pero Kelvin hacía algo más. Kelvin se quedaba prendado de la chatarra tecnológica que tiraba el primer mundo. Aquel 30% que se desprendía de televisiones viejas, baterías de coche o juguetes infantiles con electrónica sencilla. La basura de cobre, silicio y plástico barato despertó en él un instinto creador y talento descomunal.

Todos hemos desmenuzado alguna vez el coche teledirigido, la muñeca de tu hermana o nuestra primera calculadora. Kelvin las analizaba desde la ignorancia, clasificaba sus piezas y las guardaba con intención de reciclarlas. Ese era su juego. Aprendió ingeniería de forma autodidacta en las cloacas de Freetown con los despojos del excelso mercado de baratijas electrónicas y desechos de la clase alta. Y acabó formándose en el Instituto de Tecnología de Massachusetts. Su historia merece unas líneas y mucho respeto.

En el barrio de Kelvin no había siempre electricidad. El tendido eléctrico era otra chapuza más de un urbanismo indolente y en mano de mafias, chapuceros y piratas eléctricos que sobrecargaban las líneas. Solo una vez por semana la luz llegaba a su casa para iluminar sus juegos y experimentos con la chatarra reciclada. Era muy poco tiempo para aprender e investigar; y sobre todo, demasiado tiempo a oscuras para la seguridad de su familia y la de su barrio.

La inventiva y el reciclaje de basura y chatarra no es excepcional en zonas pobres. Al revés, es ley de vida y supervivencia. Lo verdaderamente excepcional es entregar tu infancia a aprender técnicas propias de adultos para ayudar a los demás. Utilizar la basura como solución tecnológica a los problemas de una comunidad. Kelvin construyó su primera batería con ácido, soda, cinta americana y metales rescatados del vertedero y consultando viejos libros abandonados de la biblioteca el colegio, donde era inimaginable elaborar o recibir apoyo para sus locuras. Así dio un poco de luz a las peligrosas noches de su familia y vecinos y además podía dar rienda suelta a sus inventos.

Tras la batería que alimentaba las bombillas y leds vino el generador, y tras el generador una pequeña emisora de radio que utilizaba para retransmitir los partidos del barrio a sus amigos y dar “voz a la juventud” del barrio. A la emisora le siguió una auténtica mesa de mezclas, un amplificador y varios micrófonos. Había nacido DJ Focus -como le llamaban sus amigos-.

“Yo creo que si te enfocas, si te centras, puedes hacer realidad cualquier invento”. Kelvin tenía solo 14 años y ya empleaba a un par de amigos para que le ayudaran con sus inventos a cambio de un hueco en la programación de su emisora.

Con el generador que construyó reinventando y mezclando piezas eléctricas industriales y de coches, Kelvin atrajo a sus vecinos que venían en masa durante los apagones a recargar sus teléfonos móviles reciclados y que se encargaron también de predicar los parabienes de todos sus inventos. La bola había empezado a crecer.

La clave de esta crónica solo se puede explicar desde el efecto mariposa. Mientras Kelvin Doe ‘aleteaba’ su talento y sus alas en un vertedero de Freetown un estudiante del MIT elegía su destino vacacional al otro lado del primer mundo. David Monina Sengeh formalizaba su inscripción para dirigir un campamento de verano para jóvenes talentos llamado Innovate Salone. Una reunión que trata de buscar y apoyar la creatividad en jóvenes sin recursos en esa parte de África.

Allí David Monina conoció la historia de Kevin y luchó por exportarla y apoyarla desde el primer mundo. Cuando el MIT descubrió a Kelvin no dudó en invitarle a Estados Unidos. Primero Massachusetts, luego Nueva York, el Ted, Harvard... Dos semanas en los laboratorios del MIT aprendiendo y mejorando sus inventos callejeros. Un sueño hecho realidad. Antes del viaje que cambiaría su vida, Kelvin no había estado había más allá de 15 kilómetros alrededor de su casa. Lo que sus piernas no le permitieron con 10 años su talento y capacidad de aprendizaje se lo dieron con catorce.

La historia podría haber acabado ahí, con un video viral y cuatro conferencias de un menor de edad por toda Norteamérica: una sociedad muy acostumbrada a modelar pequeños héroes de plástico que luego tira por las mismas alcantarillas donde los pesca.

Afortunadamente no ha sido así. Lo que demuestra el talento y la competencia del chaval es que solo unos meses más tarde firmó un contrato de 100.000 dólares (60.000 €) con la firma canadiense Sierra WiFi para investigar y desarrollar una red de paneles solares con wifi incorporado para instalar en 400 puntos de Sierra Leona. Kelvin es ahora un héroe de hierro en la ciudad de su chatarra. No sólo está liderando el proyecto, sino que compañía le ha construido su propio laboratorio de investigación.

Gracias a Kelvin y a otros como él por hacer de África un mundo un poquito mejor.

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