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INTELIGENCIA ARTIFICIAL

Annabell, la red de neuronas artificiales que ha aprendido a hablar como un niño

Una inteligencia artificial ha sido capaz de aprender a hablar al nivel de un niño de cuatro años simplemente hablando con un ser humano. El experimento refuerza la hipótesis de que adquirimos ciertas habilidades coginitivas a través de nuestra interacción con el entorno.

Conjunto de neuronas

Conjunto de neuronas EFE

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¿Cómo desarrolla un niño la capacidad de comunicarse? La comunicación a través del lenguaje es una función cognitiva compleja de nuestro cerebro que los investigadores aún no comprenden del todo bien. Con el fin de avanzar en esta cuestión, un grupo de científicos ha desarrollado una red de neuronas artificiales que ha sido capaz de aprender a comunicarse mediante el lenguaje humano a partir de un estado de tabula rasa, es decir, sin conocimientos previos y solo a través de la comunicación con un interlocutor humano.

El modelo, que contiene más de dos millones de neuronas interconectadas, se llama Annabell (siglas en inglés de Red Neuronal Artificial con Comportamiento Adaptativo para el Aprendizaje de Idiomas) y ha sido capaz de generar más de 500 frases coherentes a partir de unas 1.500 expresiones de entrada, obtenidas de libros de texto para niños de cuatro años. Pero lo importante de Annabell, aseguran sus creadores en un artículo publicado en la revista PLoS ONE, es que ha sido capaz de hacerlo “sin tener ningún conocimiento a priori de la estructura de las frases, del significado de las palabras o del papel que juega cada una de ellas”.

Annabell hablaba con su interlocutor a través de una interfaz de texto y poco a poco fue aprendiendo la diferencia entre las distintos tipos de palabras (adejtivos, verbos, sustantivos, etc.) y cómo estructurar las frases. Finalmente consiguió responder correctamente a toda una serie de preguntas sencillas. El experimento ha servido a sus creadores, investigadores de las universidades de Sassari, en Italia, y Plymouth, en el Reino Unido, para reforzar la hipótesis de que adquirimos ciertas habilidades coginitivas a través de nuestra interacción con el entorno.

Sabemos que en nuestro cerebro hay unos cien mil millones de neuronas que se comunican por medio de señales eléctricas y hemos aprendido mucho sobre de los mecanismos de producción y transmisión de estas señales. También se han desarrollado técnicas, como la resonancia magnética, que nos han permitido ver qué partes del cerebro están más activas cuando estamos realizando diferentes acciones, como leer o hablar. Sin embargo, un conocimiento detallado de cómo funciona una sola neurona y cuáles son las funciones de las distintas áreas del cerebro, no es suficiente para entender los mecanismos que nos permiten realizar funciones complejas.

Podríamos pensar que el cerebro funciona de manera similar a un ordenador, después de todo, los ordenadores también funcionan mediante señales eléctricas. Muchos investigadores han propuesto modelos basados ​​en la analogía del cerebro-ordenador desde finales de los años 60, sin embargo, además de las diferencias estructurales, hay profundas diferencias entre un cerebro y un ordenador, especialmente en los mecanismos de procesamiento de aprendizaje y de información.

Los ordenadores trabajan a través de programas en los que están codificadas una serie de reglas que el dispositivo debe seguir para realizar una tarea determinada. Sin embargo, no parece que nuestro cerebro tenga este tipo de programas. Hay investigadores que parten de la hipótesis de que nuestro cerebro es capaz de desarrollar habilidades cognitivas, como el lenguaje, simplemente mediante la interacción con el entorno y partiendo de muy poco conocimiento innato. Y es precisamente esta hipótesis la que parece confirmar el experimento realizado con Annabell.

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