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ANIMALES CON BRÚJULA INCORPORADA

Orientación animal: ¿por qué los perros defecan apuntando al norte?

Los canes utilizan el campo magnético terrestre para orientarse. También lo hacen animales como los zorros, los insectos, los peces, las aves migratorias y las tortugas. Los científicos tratan de desentrañar el secreto de la brújula biológica que estos organismos llevan incorporada.

Un perro

Un perro Taber Andrew Bain/Flickr

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Por mucha prisa que su dueño tenga por regresar a casa, a los perros les lleva su tiempo elegir el lugar idóneo para hacer sus necesidades. Primero necesitan olisquear el terreno y explorarlo antes de inclinar sus cuartos traseros para depositar sus caninos excrementos sobre el suelo. Aunque la elección del sitio parezca puramente aleatoria, o dependiente sólo del entorno, lo cierto es que los animales tienen en cuenta otras variables.

Los canes prefieren defecar colocándose de manera que su columna vertebral se alinee para apuntar al norte o al sur. No sabe leer una brújula ni un moderno GPS, pero el mejor amigo del hombre es capaz de orientarse de acuerdo con el campo magnético terrestre.

Los perros no son los únicos. Los casos de las aves y las tortugas son algo más conocidos: utilizan este sexto sentido magnético, denominado magnetorrecepción, para orientarse en sus migraciones. Lo tienen también las vacas, los ratones y los renos, igual que las abejas, que lo usan para volar, y los zorros, que lo aplican para calcular el salto perfecto para atrapar a sus presas.

Estos últimos, según descubrió un grupo de científicos checos, consultan su brújula interna para estimar tanto la dirección como la distancia en sus brincos. Utilizan una técnica muy característica en sus ataques aéreos, tratando de sorprender a su víctima desde las alturas. Los investigadores observaron que tendían a hacerlo en dirección noreste, independientemente de la hora del día, la nubosidad y otros factores que pudieran interferir en su percepción.

La estrategia no responde al azar, sino que resulta más efectiva: un 74% de los saltos realizados de esta manera tenían éxito, los que tenían otra orientación sólo presentaban una tasa de acierto del 18%. Una diferencia demasiado grande para considerarse mera casualidad.

A pesar de haber detectado este comportamiento en tantas especies, los científicos todavía no tienen muy claro cuál es el mecanismo biológico que subyace, aunque cada vez tienen más pistas.

Los zorros atacan a sus presas orientándose según el campo magnético terrestre.
Los zorros atacan a sus presas orientándose según el campo magnético terrestre. | Peter Reid/Universidad de Edimburgo/NASA

Orientación subterránea

Los gusanos de la especie ‘Caenorhabditis elegans’, que suelen utilizarse en investigación, han servido para encontrar algunas de las claves. Tras estudiar su comportamiento y fisiología, científicos de la Universidad de Texas identificaron en estos organismos el primer sensor animal de campos magnéticos.

Esta especie de brújula biológica resultó ser una minúscula estructura situada en el extremo de una neurona de su diminuto cerebro. Podría compararse con una microantena que los gusanos usan para orientarse bajo el terreno y buscar alimento. “Existe la posibilidad de que estas mismas moléculas estén presentes en animales como mariposas y pájaros”, explicaba Jon Pierce-Shimomura, uno de los autores del estudio. Pero ¿qué ocurre entonces con los perros?

Un reciente estudio, publicado en ‘Scientific Reports’ sugiere que el secreto de los canes está en sus ojos. Sus autores, científicos alemanes, han detectado una molécula sensible a la luz en los órganos oculares de varias especies de mamíferos carnívoros (entre ellos primates y osos) que les otorgarían su sexto sentido magnético.

Los perros y algunos primates tienen células fotosensibles que podrían servirles de brújula.
Los perros y algunos primates tienen células fotosensibles que podrían servirles de brújula. | L. Peichl/Instituto Max Planck

Las responsables de esta capacidad son los criptocromos, unos fotorreceptores, presentes tanto en bacterias como en plantas y animales, que tienen un papel importante en la regulación de los ritmos circadianos. Una de sus variedades, el criptocromo 1, permite a las aves detectar la inclinación del campo magnético en presencia de luz.

Los investigadores buscaron el equivalente a esta molécula en 90 especies distintas. La hallaron en varias de las pertenecientes a los grupos de carnívoros −incluidos los perros, zorros, lobos y osos− y primates, y estaba en los conos (células fotosensibles de la retina) receptores del color azul. No estaban presentes, sin embargo, en felinos como los gatos, tigres y leones.

Los científicos teutones se sorprendían de haber detectado los fotorreceptores sólo en dos grupos de mamíferos. “Otras especies cuyos conos no los contienen, como ratones y murciélagos, también reaccionan al campo magnético”, explicaba Christine Niessner, investigadora del Instituto Max Planck. Ella y su equipo todavía deben verificar si efectivamentelos criptocromos se comportan realmente como brújulas. Los perros, mientras tanto, seguirán realizando sus particulares maniobras ajenos a la curiosidad que despiertan entre sus compañeros humanos.

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