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NI APARIENCIA, NI HÁBITOS, NI SIMPATÍAS

La mascota del Mundial no se parece ni de lejos al animal que representa

Fuleco, que así se llama, es un 'armadillo bola', una especie endémica brasileña amenazada en gran parte por culpa del hombre. Si un congénere lo viera seguramente ni lo reconocería.

Fuleco, un armadillo de tres bandas como mascota del Mundial de Brasil

Fuleco, un armadillo de tres bandas como mascota del Mundial de Brasil FIFA

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Las mascotas de los grandes eventos deportivos son un mal necesario. Algunas marcan épocas y hasta diferencian generaciones (si recuerdas haber tenido merchandising de Naranjito, Cobi o Curro es que ya no eres joven, querido lector).

Pero son más que nada una innecesaria atracción comercial con la que hacer algún guiño cultural hacia el país anfitrión.

En el caso del Mundial de Brasil no es distinto. Mucho se ha hablado de que la elección de Fuleco, que así se llama el bicho por la unión de fútbol y ecología, tiene mucho de bienintencionado: es un 'armadillo bola' endémico del país y gravemente amenazado... por culpa de los mismos que hipócritamente sonrieron y aprobaron que fuera la imagen de la competición. En lugar de crear una edulcorada versión del animal quizá sería más fácil detener la tendencia a arrasar su hábitat, responsable de la desaparición de un 30% de los ejemplares en la última década.

Pero es que, además, cualquier parecido de Fuleco con la realidad es mera coincidencia. No es porque se le represente sobre dos piernas (cuando van a cuatro, arrastrándose), con una cabeza sobredimensionada o con los colores de la bandera de Brasil (cuando son de color pardo pálido). Obviamente se hace para hacer más digerible el producto, porque el bicho en sí no es especialmente bonito. Claro está que tampoco juega a fútbol, ni tiene una cabeza tan grande (de hecho es más bien pequeña). Pero es que las diferencias con la realidad son mucho mayores.

Para empezar el 'Tolypeutes tricinctus', que ese es su nombre científico, no es un animal particularmente agil ni veloz. Se desplaza trotando entre pastos bajos y arbustos típicos de las zonas secas donde le gusta estar, hacia el interior en las inmediaciones de la selva.

La cosa es que es un gran excavador porque se alimenta de insectos tales como termitas, hormigas o gusanos que van bajo tierra (esto lo obviaron porque es un poco asqueroso para hacer un animalillo adorable), pero los demás armadillos suelen aprovechar esa habilidad para esconderse en un agujero cuando se sienten amenazados. Los que son (más o menos) como Fuleco no: ellos trotan o se quedan a la intemperie. El motivo es que es uno de los pocos animales capaces de replegarse y hacerse una bola (como si fuera un balón, solo que de kilo y medio) y esperar así una media hora. Su armadura es bastante dura, así que no tiene muchos enemigos naturales.

Salvo el hombre, claro, que ahora lo utiliza mientras devasta su hábitat.

Y salvo el puma, que es capaz de matarlos a pesar de su protección. Y, fíjate lo que son las cosas, en este Mundial una de cada cuatro selecciones va disfrazada de puma. Es decir, ocho equipos juegan con equipación confeccionada por la marca Puma, así que cabe esperar que al bueno de Fuleco no le haga demasiada gracia saludar a los jugadores de Argelia, Camerún, Chile, Costa de Marfil, Ghana, Italia, Suiza o Uruguay.

Pero claro, a Fuleco lo han creado para ser simpático, rodearse de los hombres que matan a los de su especie y saludar a todos, incluso a los pumas, mientras luce sus irreales colores a dos patas dando toquecitos al balón.

No acaban aquí los paralelismos desafortunados: a Fuleco le han abierto una página oficial, otra en Facebook, otra en Twitter y le han creado una entrada publicitaria en Wikipedia, describiéndole como bromista y simpático, amigo de sus amigos. Campechano, vaya. Y nada más lejos de la realidad: son animales tremendamente solitarios, nocturnos, esquivos y poco cariñosos. Marcan sus áreas con secreciones corporales y tienden a juntarse poco incluso con los de su propia especie.

Y un poco feos, eso también, los pobres

Lo mejor de todo es que, a pesar de la hipocresía de la mascota, los humanos hemos sido algo más transparentes: a fin de cuentas uno de los motivos de su elección fue que se convierte en pelota al defenderse... y nosotros le damos patadas mientras erradicamos la especie.

Y mientras, el pobre Fuleco, tiene hasta una canción

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