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COMPARATIVA DE ORGANISMOS VIVOS CON SERES HUMANOS

Ciencia aplicada al soberanismo: cuándo un Estado no puede funcionar

Igual que los Estados, los seres vivos necesitan algunas cosas para funcionar. Si no, se inician procesos en los que a veces hay que amputar extremidades… o bien se logra separar con éxito una parte para crear otra forma de vida.

Estrellas de mar comunes

Estrellas de mar comunesWikimedia Commons

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Casi siempre hay procesos independentistas en marcha. En unos meses, algunos tan diversos como el de Cataluña, el de Escocia o el de California (sobre la que hay una petición para partirla en seis Estados), podrían dar pasos definitivos hacia su éxito o su fracaso.

Si preguntas a un politólogo qué necesita un Estado para ser Estado dirá muchas cosas: un grupo étnico, idiomático y social similar, ubicado en un territorio cohesionado, dentro de unas fronteras, con unas instituciones funcionales y con reconocimiento internacional. Más o menos.

Si preguntas a un científico qué necesita un ser vivo para ser un ser vivo probablemente hable de grupos celulares complejos 'trabajando' juntos, en un mismo espacio y con un mismo fin, que construyan aparatos funcionales para nutrirse, eliminar residuos y reproducirse. Más o menos.

Por hacer un símil, imaginemos que un Estado fuera un ser vivo ¿Qué hace que un territorio sea inmanejable y tenga que romperse de alguna forma?

Hay gigantes con hasta nueve husos horarios, -porque sí, el huso horario es un buen motivo de distinción, que pregunten si no en Venezuela-, con extensiones gigantescas de casi 20 millones de kilómetros cuadrados, con zonas con inmensas diferencias sociales entre el campo y la ciudad, con regiones sin infraestructuras básicas o con graves problemas de autoridad.

Cualquiera de esos motivos podría ser suficiente para despertar el ansia separatista en alguna región de esos países, y más si se dan casos combinados. Pero, ¿cómo dirime esos problemas la naturaleza?

Acerca del tamaño ya hablamos la semana pasada: el tamaño de un organismo vivo no es algo regular, que pueda aumentarse de forma isométrica porque -por ejemplo- una hormiga gigante necesitaría unas características físicas diferentes a las de una hormiga normal -no sólo unas patas mayores, sino también con otra forma-.

Aplicado a la política: de la misma forma que todo crecimiento artificial de un territorio acaba forzando su colapso (la Antigua Roma, los grandes imperios europeos, la URSS, la Alemania nazi...), un organismo no puede ampliarse unilateralmente. O viceversa, vaya.

¿Pero cuál es el problema con el tamaño en la gestión de un país? Pueden ser muchos de los citados: la dificultad de gestionar adecuadamente todo el territorio o la complicación de dotar de infraestructuras adecuadas a todos sin generar grandes diferencias entre regiones. Aunque claro, todo es posible si hay una autoridad fuerte.

Pongamos el caso de Rusia: gigantesca en todos los sentidos, con enormes diferencias sociales, étnicas y culturales entre los siberianos y los habitantes de las repúblicas caucásicas, con economías tan dispares como las de las estepas y la del centro moscovita ¿Cómo puede un país así no desmembrarse? Por el poder del Kremlin

Traducido en lo científico, si hay una gestión coordinada del organismo éste puede sobrevivir contra las amenazas. Y ahí es clave el cerebro, el órgano central que maneja todo lo demás, nos demos o no nos demos cuenta. Es el que nos hace respirar, el que hace latir nuestro corazón, el que nos segrega estimulantes para huir de las situaciones de peligro y el que coordina nuestros movimientos para conseguir fines.

El símil es aún más amplio: si en un Estado es clave la cultura y las tradiciones comunes, el idioma y los referentes del pasado, todo eso es lo que reside en el cerebro: nuestra capacidad de hablar, de comunicarnos y de recordar.

Hay, como en los grandes países, un gran centro de poder claro, pero también pequeños centros de gestión diversificada, que pueden ser Estados federales, Comunidades Autónomas, Länders, Cantones, regiones, provincias o Ayuntamientos... y que en el cuerpo son órganos diversos que trabajan juntos para un bien mayor. Porque igual que un cuerpo no puede vivir sin pulmones, un país no puede ser el mismo si pierde a una de sus regiones.

Un Estado necesita también unas infraestructuras internas: redes de comunicaciones, sean radiales o concéntricas, como carreteras, vías de tren, aeropuertos y demás. Si no, corre el riesgo de partirse en zonas incomunicadas, que acaban gestionadas por otros centros de poder, como sucede en algunos países selváticos.

En el caso de un organismo hablamos de venas y arterias, conductos nerviosos y demás, responsables de que el oxígeno, los nutrientes y el 'servicio de limpieza' llegue adecuadamente ¿Qué sucede si algo de eso falla? En el mejor de los casos, se te duerme un brazo; en el peor, que haya que amputar. El símil soberanista parece bastante evidente, ¿no?

Los primeros teóricos de los estados modernos hablaban de que un Estado lo conforma un grupo social que renuncia a sus derechos individuales de defenderse y aplicar la justicia de forma individual para entregárselos a una instancia superior que lo hará por ellos, a cambio de garantizarles protección y derechos. Dicho de otra forma: uno no puede aplicar la justicia por su mano dentro de un estado de derecho, aunque a cambio tiene una Justicia que le protege y un Ejército que le defiende.

En los organismos a eso se le llama sistema inmune: protegerá de las agresiones externas y evitará 'invasiones' de extraños, y en caso de problemas internos dirimirá disputas orgánicas -por ejemplo, expulsando a cuerpos extraños, o limpiando zonas heridas-.

En la naturaleza hay muchos símiles posibles con el funcionamiento de los Estados modernos, con sus virtudes y sus fallos. Y hay también casos de éxito soberanistas en la naturaleza. Es el caso de los animales que se reproducen por fragmentación, como la estrella de mar, que pierde uno de sus brazos para que nazca otra estrella. Un poco lo que le pasó a la antigua Checoslovaquia, seguramente el proceso de secesión política más amistosa que se recuerda.

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