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LA DIETA Y EL EJERCICIO NO PODRÍAN SERVIR DE NADA

Tus hormonas pueden hacerte comer demasiado hasta dos años después de haber perdido peso

Un estudio desvela que, pasados los meses, la dieta y el ejercicio pueden no servir de nada: las hormonas de nuestro cuerpo pueden devolvernos la sensación de apetito desmesurada.

El apetito puede jugarnos una mala pasada hasta dos años después de perder peso tras una dieta

El apetito puede jugarnos una mala pasada hasta dos años después de perder peso tras una dieta Pexels

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Luchar contra la báscula puede convertirse en una contienda interminable en la que el interesado en perder esos kilitos de más no debe bajar la guardia nunca.

Si hasta ahora la constante tentación de ingerir calorías suponía la principal amenaza, la ciencia ha desvelado que hay más peligros después de una dieta: nuestro propio cuerpo puede jugárnosla para que el apetito se vuelva incontrolable.

Al menos, así lo sugiere un reciente estudio llevado a cabo por investigadores de Noruega y Dinamarca, que analizaron detalladamente los cambios químicos sufridos en adultos con obesidad tras un periodo de dieta.

Para ello, los investigadores han tenido en cuenta cuestiones como el estado físico, el índice de masa corporal, la concentración de ciertas hormonas y el nivel de apetito de decenas de voluntarios durante un periodo de dos años.

Tras un programa estricto para perder peso (consistente en una dieta y ejercicio), los participantes del estudio habrían continuado con sus hábitos de vida saludables. Dos años más tarde, sus organismos arrojaban mensajes contradictorios: habían perdido peso y gozaban de una mayor salud. Sin embargo, sus hormonas les habían devuelto una sensación de hambre difícil de controlar.

En realidad, en un principio todo parecía ir bien: un mes después de la dieta con la que comenzaron el programa, los voluntarios se saciaban más con la comida y en los momentos de ayuno no tenían especial apetito.

Coincidiendo con estos momentos, los investigadores hallaron una mayor cantidad de péptido YY, la hormona liberada en el intestino que disminuye la sensación de hambre.

Sin embargo, un año después la situación era considerablemente peor: los participantes volvían a tener hambre y no se saciaban tan fácilmente. Si bien los niveles de péptido YY se mantenían constantes, los de otra hormona llamada ghrelina habían aumentado y, con ellos, el apetito de los sufridores participantes de este estudio que demuestra que, para adelgazar, no todo depende de la dieta y el ejercicio que hagamos: nuestras hormonas también tienen algo que decir al respecto.

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