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DIFERENCIAS SEXUALES EN EL PALADAR

¿Por qué las niñas son más maniáticas con la comida que los niños?

Los cerebros masculino y femenino presentan una actividad distinta cuando reaccionan a la comida, hasta el punto de que los niños suelen tener una sensibilidad más baja al gusto y al tacto que las niñas. Sin embargo, en cuanto a la imagen de los productos alimentarios se refiere, la situación es la contraria.

Más de cincuenta niños y niñas que han recibido su Primera Comunión en siete parroquias de la ciudad acudieron a Lledó.

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El sabor del ácido cítrico origina una reacción más subrayada en la ínsula y el tálamo del cerebro de las mujeres en comparación al cerebro de los hombres. Y ésa es una de tantas diferencias neurológicas y fisiológicas que se han encontrado entre cerebros masculinos y femeninos al reaccionar ante un sabor.

También los cerebros femeninos tienden a mostrar una mayor sensibilidad hacia olores y sabores y los recuerdan mejor. Una virtud que puede haber desencadenado en un comportamiento más maniático por parte de las mujeres frente a la comida.

Niñas maniáticas

Bryan Urbick es un experto en marketing que ha entrevistado a miles de niños en Europa, América del Norte, América Central, Asia y Oriente Medio con el propósito de contribuir al desarrollo de productos para la industria alimentaria. El resultado de estas encuestas que hay patrones universales, como que los niños son menos sensibles al gusto y al tacto que las niñas. En otras palabras, si un nuevo alimento gusta a las niñas es probable que también guste a los niños.

Pero, a pesar de que son las niñas, con su gran sensibilidad, las que determinan el sabor de los alimentos en la industria, los productos que se venden posteriormente se orientan a los niños: el envase, los colores, la marca... todo ello debe inclinarse hacia el sexo masculino. La razón es que las niñas suelen aceptar más los alimentos "de niños", pero los niños son mucho más reacios a aceptar alimentos considerados "de niñas".

Construcciones sociales

Naturalmente, las comidas "de niños" o de "de niñas" son solo constructos culturales sin fundamento, pero existen. Por ejemplo, un plato de entrecot suele estar más asociado al sexo masculino, y una ensalada ligera, al femenino. Una crep es femenina, pero los caramelos duros son masculinos. A la hora de zamparnos una comida reconfortante o que consuele nuestro estado de ánimo, los hombres preferirán en general una comida caliente y sustanciosa, como un guiso, y las mujeres un tentempié, como chocolate o helado, tal y como refirió este estudio del año 2003.

Por consiguiente, si bien las niñas son más maniáticas (porque reaccionan más sutilmente a los sabores) y los alimentos en parte se desarrollan pensando en ellas, finalmente la cultura impone (o refleja) que los alimentos no solo deben exhibirse como masculinos en general, sino que se consumirán unos u otros en mayor medida en función de si se consideran propios del sexo o ajenos.

O como resume Bee Wilson en su libro El primer bocado: "Esta presión social para comer de acuerdo con el sexo de uno es más importante de lo que parece. De entrada, socava el placer de comer, lo que rara vez es buena idea. Las mujeres se niegan a menudo el plato de la carta que realmente les apetece porque les parece que no es "adecuado"."

La influencia de estos constructos sociales en los restaurantes han quedado de manifiesto en diversos estudios, como uno realizado en Japón, donde se demostró que las mujeres tenían antojos de sushi, pero que no lo comían tan a menudo como les apetecía, porque se considera un alimento masculino y que llena. Por contrapartida, este sesgo también tiene efectos adversos en los hombres: si le apetece un cóctel afrutado, probablemente reprimirá ese deseo en un determinado ambiente social por miedo a parecer débil o afeminado: los cócteles afrutados son bebidas de mujeres.

En conclusión, lo que comemos responde a muchas razones. Y no siempre comemos ni lo que más nos gusta ni lo que más nos apetece. Sobre todo si eres mujer.

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