PICOS DE IRA DOMINADOS
Guía definitiva para dejar de estar furioso en pocos minutos
Cuando algo te pone furioso eres incapaz de relajarte. Incluso pegarías a quien te está sacando de tus casillas y gritarías como un loco. Hasta ahora.
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En ocasiones empezamos a sentirnos molestos, al poco nos cabreamos y al final acabamos perdiendo totalmente el control. Hasta en la propia definición de la RAE de 'ira' la cosa va en aumento: “Sentimiento de indignación que causa enojo; apetito o deseo de venganza; furia o violencia de los elementos de la naturaleza”. El mismo proceso que notas en tu ser cuando te pones furioso.
El gran problema es que si no aprendemos a aplacar los cambios químicos que se producen en nuestros cerebros cuando entramos en un estado de enfado máximo, podríamos acabar por tratar de atacar a alguien e incluso hacernos daño a nosotros mismos con el objetivo de descargar. Y no lo decimos nosotros: son numerosos los estudios que señalan la existencia de este tipo de comportamientos en ratones, nuestros primos hermanos en lo que a demostraciones científicas se refiere.
Sin ir más lejos, una reciente investigación realizada por la compañía británica especializada en seguros médicos privados PruHealth encontró que casi la mitad de las personas admiten haber mordido alguna vez a un amigo, el 28% reconoce gritar a la gente del trabajo y uno de cada cuatro siente la necesidad de golpear su móvil, pegar un puñetazo en la mesa o tirar cosas al suelo cuando se siente furioso.
Mientras inventan la píldora 'anti ira' puede que lo mejor que puedas hacer es aprender a controlar tus nervios antes de que alguien salga malherido de tu descontrolado ataque.
¿Qué es lo que nos hace estar tan furiosos?
Casi todos los expertos coinciden: el maldito estrés -la misma causa que te hace dormir mal, empeora tus relaciones personales y que incluso te engorda- se sitúa como uno de los principales responsables de nuestros brotes de ira. Eso, unido a que cada vez hay un mayor nivel de aceptación de los ataques de histeria y la violencia a pequeña escala, hace que almacenemos violencia.
Esto no quiere decir que vayamos a darnos de leches con el primero que nos altere. De hecho, la furia se manifiesta en diferentes niveles que van desde el enfado o la irritación constante y que pueden acabar en depresión, adicciones o autolesiones si no aprendemos a controlarnos antes de explotar.
Por suerte, hay sencillas maneras de acabar con tu ira en pocos minutos, y, si te notas embrutecido y furioso por cosas tan simples como que alguien te pise sin querer, debes ponerlas en práctica inmediatamente:
Controla los signos de advertencia de tu cuerpo: si adoptas posturas amenazantes o simplemente notas tensión en los hombros o dolor de estómago cuando te encuentras en una conversación o situación incómoda, reconoce que estás a punto de estallar.
Unos ejercicios de relajación a tiempo y desviar la mirada hacia algo que te abstraiga de los pensamientos que tienes en la cabeza te ayudarán a relajarte y poder pensar con perspectiva si tiene sentido tu brote. Verás que realmente no merece la pena.
Ojito con el lenguaje: las palabras que utilizamos en determinados momentos hacen que nuestro cuerpo se altere y sintamos una amenaza que muchas veces sólo es mental. Te va a resultar difícil relajarte ipso facto, pero buscar una forma de comunicación menos agresiva que te ayude a conectar con tus pensamientos cuerdos y racionales para evitar perder los papeles.
No es un complot contra ti: aprender a comunicarse asertivamente es esencial para luchar contra la sensación de que todos son nuestros enemigos y, por ello, dejar de acumular resentimiento hacia las personas que te rodean.
Como se suele decir, ‘aprende a ponerte en los zapatos del otro’. Verás que quizás él tampoco quiere enzarzarse en una pelea y que no todo lo que sale por su boca es para provocarte.
Date un paseo y toma el aire: si percibes que tú o algunos de tus interlocutores está adoptando un modo de ataque, lo mejor es que des media vuelta y trates de alejarte de la situación para aclarar tu cabeza antes de perder los nervios (o que los pierda el otro).
Caminar un rato o llamar por teléfono a alguien ajeno a la situación te ayudará a descargar y analizar la situación desde la perspectiva real: la de que no merece la pena.
Haz ejercicios intensos (a menudo): aprender a respirar está genial, pero es más rápido descargar la tensión muscular. Los músculos son los que mayor carga de adrenalina acumulan y estimularlos nos ayudará a expulsar toda esa energía que se almacena para explotar en cualquier momento.
Así, después de hacer unas pesas o hacer un esfuerzo físico considerable, notarás como la calma se apodera de ti.
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